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El espíritu emprendedor en el País Vasco

06/06/2005

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Mikel Navarro e Iñaki Peña, profesores ambos de la Escuela Superior de Estudios Empresariales (ESTE) de la Universidad de Deusto, reflexionan en este artículo sobre la tradicional capacidad emprendedora que se ha atribuido a los vascos y la situación de esa supuesta capacidad vasca en la actualidad, en relación a los países y comunidades de su entorno europeo y mundial.
Por Mikel Navarro e Iñaki Peña
(Profesores de la ESTE, Universidad de Deusto)

Son muchos los analistas y dirigentes que han mostrado su grave preocupación por el debilitamiento del espíritu emprendedor en la población vasca, que tradicionalmente había sido considerado uno de sus rasgos que la caracterizaban y al que se atribuía el que nuestra comunidad hubiera liderado buena parte de las iniciativas económicas y comerciales españolas desde el descubrimiento de América. Se considera que si queremos seguir aumentando los niveles de bienestar y renta per capita al ritmo que se ha hecho en la última década, necesitamos una profunda transformación de nuestra estructura productiva y empresarial. El aumento del nivel de renta per capita ya no va a poder seguir descansando mayormente en los incrementos de la tasa de ocupación, tal como ha venido sucediendo desde 1995 hasta nuestros días: por un lado, porque las tasas de parados y la población inactiva han ido reduciéndose sustancialmente; por otro, porque la incorporación a nuestro principal mercado natural, la Unión Europea, de países como las Repúblicas Checa, Polonia... con niveles salarios entre cuatro y cinco veces menores que los nuestros, conducirá a procesos de deslocalización productiva que reducirán las capacidades de generación de nuevos empleos en nuestra economía. Ante eso, sólo cabe responder con innovación e incrementos de productividad.

Es sabido que la productividad varía notablemente de unos sectores y actividades a otros, dependiendo entre otras cosas del nivel tecnológico y de lo intensivo en conocimiento que es el sector. Para aumentar nuestra productividad y poder hacer frente a las amenazas antes señaladas, es preciso pasar a abordar nuevas actividades y productos, que permitan la transformación de nuestra economía. Esa transformación tendrá que basarse, ciertamente, en gran medida, en las empresas exis- tentes. Pero resulta evidente que podría reforzarse sobremanera si de sus ciudadanos surgen nuevas iniciativas emprendedoras. Lo sucedido en la última parte del siglo XX en EEUU en el sector de las tecnología de la información, con empresas como Microsoft, Google, Apple... es bastante ilustrativo de lo que estamos diciendo.

La constatación de los grandes cambios que estaban teniendo lugar en la economía mundial en la última parte del siglo XX en materia de tamaño empresarial y espíritu emprendedor y --ligado a ello-- en crecimiento económico, empleo e innovación, ha conducido a un impulso extraordinario de los análisis y políticas públicas relativas al espíritu emprendedor. Paralelamente a ello, se han constituido redes de investigación de excelencia internacionales, tales como el proyecto Global Entrepreneurship Monitor (GEM), que tiene por objetivo principal la investigación de este fenómeno en un amplio número de países --y recientemente, también de regiones-- de nuestro planeta. Un grupo de profesores de la Universidad de Deusto y de la UPV, atraídos por la relevancia académica y social del tema, han tomado parte desde Eusko Ikaskuntza en esta iniciativa, y acaban de publicar el informe REM Comunidad Autónoma del País Vasco que por primera vez permite disponer de datos comparables internacionalmente de este fenómeno para nuestro país.

En los estudios llevados a cabo por el proyecto GEM a escala mundial se ha constatado que existe una clara relación entre el nivel de renta per capita del país y su tasa de actividad emprendedora, medida esta por el porcentaje de personas adultas involucradas en una nueva actividad emprendedora. La relación citada no es puramente lineal, sino en forma de U. En países como Perú o Uganda, por ejemplo, que tienen un nivel de renta per capita muy bajo y en los que hay una falta patente de oportunidades de empleo, el 30 o 40% de su población adulta se ve obligada a emprender alguna nueva actividad empresarial por su cuenta. A medida que aumenta el nivel de renta per capita del país, aumentan las posibilidades de empleo y disminuye la necesidad que tiene la población de emprender actividades nuevas por su cuenta como medio de supervivencia. Pero llegado a un umbral determinado de nivel de renta per capita, ligado en parte a las nuevas oportunidades que se vislumbran en la sociedad y a que se desea obtener un mayor rendimiento de las acumulaciones de rentas generadas por la mayor prosperidad, la tasa de actividad emprendedora comienza de nuevo a ascender. Ciertamente, el nivel de ajuste de los países a la curva en forma de U no es perfecto. Hay países, por ejemplo EE UU, que tienen una tasa de actividad emprendedora (11,3%) superior a la que les correspondería por su nivel de renta per capita y que se encontrarían por encima de la curva citada; mientras que hay otros como Finlandia, que para su nivel de renta per capita tienen una tasa de actividad emprendedora relativamente baja (4,4%) y que se situarían por debajo de la curva de ajuste. Desde una perspectiva valorativa y comparada, es teniendo en cuenta su posición con respecto a esa curva como habría que valorar el espíritu empresarial de una región o país.

Pues bien, si en el conjunto de países GEM el porcentaje promedio de población adulta implicado en nuevas actividades empresariales es de un 9,4%, en la Comunidad Autónoma del País Vasco esa tasa es del 5,3%. Señalemos también como referencia que en España ese porcentaje es ligeramente inferior (5,15%), y en la media europea algo superior (5,5%). En principio, el valor de nuestro país se ajusta bastante bien al valor que le correspondería en función de su nivel de renta per capita, y de hecho cabría incluso decir que se sitúa algo por encima de la curva de ajuste. Señalemos, igualmente, que el 85% de las personas que han abordado nuevos proyectos empresariales en nuestro país lo han hecho porque han visto una oportunidad económica, y que sólo el 15% lo han hecho por necesidad o carencia de un empleo (satisfactorio).

De cualquier manera, no sólo importa poner en marcha muchas nuevas actividades, sino que éstas sean capaces de sobrevivir y no desaparezcan al poco tiempo de ser creadas. El elevado riesgo de fracaso o mortalidad empresarial de los proyectos emprendedores es un serio problema que padecen muchos países. La situación del País Vasco, a este respecto, es bastante más satisfactoria. Sólo un 1,1% de la población ha cerrado su negocio en el año estudiado en el País Vasco, uno de los cinco niveles más bajos de todos los países GEM considerados en el estudio. Hay otra serie de datos en el estudio que permiten afirmar que, aunque el porcentaje de empresas que se crean en el País Vasco es menor que en otros lugares, dichas empresas presentan mayor solidez y capacidad de crecimiento y generación de empleo, e incluso que entre ellas hay un porcentaje mayor que en otros países de empresas capaces de crear otras empresas (fenómeno que se denomina intrapreneurship).

En suma, los vascos parecen más reacios que la media de regiones y países GEM a la hora de emprender nuevas actividades, fenómeno atribuible en gran medida a la «comodidad y complacencia» impregnada en la sociedad por el avanzado nivel de bienestar de nuestra economía; pero cuando dan el paso para ello, normalmente suelen hacerlo con proyectos más sólidos y con más capacidad de crecimiento. Obviamente, con objeto de favorecer mayores tasas de crecimiento y de renovación de nuestra estructura económico-empresarial, nuestras autoridades deberían tratar de impulsar el espíritu empresarial --mediante reformas del sistema educativo, políticas de suelo, medidas específicas para inmigrantes y mujeres, fórmulas de financiación adecuadas...--, de modo que aumente el porcentaje de la población que decide abordar la creación de una nueva actividad y se compense la debilidad que parece existir al respecto. Pero deberían asimismo tratar de mantener, e incluso aumentar, las ratios de supervivencia y crecimiento de los nuevos proyectos empresariales, con mecanismos de apoyo a tales iniciativas (incubadoras empresariales, mecanismos de mentoring...), de modo que el esfuerzo y enorme apuesta personal que los mismos implican no resulten baldíos.

(publicado el 05-06-2005 en El Diario Vasco)


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