Begoña Miñaur / Donostia-San Sebastián. El dantzari e instructor de dantza añorgatarra Gari Otamendi ha vuelto recientemente de las islas Saint Pierre y Miquelon, donde ha estado invitado por la euskal etxea local, el Zazpiak Bat. Otamendi conoce estrechamente el mundo de la dantza en la Diáspora, y tiene mucho que decir sobre la aportación de los vascos del mundo a la dantza y a la cultura vasca.
-¿Cuándo has estado en Saint Pierre y Miquelon y qué talleres has impartido allí?
Estuve desde el 15 de abril al 1 de mayo en Saint Pierre. Di dos talleres: por un lado a niños de entre 6 y 10 años, en total tuve unos 20; y por otro, a adultos. En el curso había antiguos miembros del grupo de dantza local, Orok Bat, y gente de la zona; la mayoría vascos, pero también había una pareja de instructores de baile de origen bretón.
El objetivo principal es que la dantza tuviera continuidad en Saint Pierre después de mi estancia de dos semanas. En ese sentido, intente que los txikis se divirtieran, y a los mayores, enseñarles nuevos bailes, pero también hacer que recordaran los que ya sabían de antes. También traté de enseñar sistemas de dantza y modelos de instrucción, de cara a esa transmisión y continuidad.
El último día hicimos una demostración con los niños y los mayores tienen muchos retos en el futuro. En junio se cumplirán 200 años desde que Saint Pierre y Miquelon está en manos francesas, y los vascos quieren tener una presencia destacada en esas celebraciones, con exhibiciones de euskal dantza y pelota.
-No es la primera vez que viajas a Saint Pierre y Miquelon. ¿Cómo fue tu primer contacto?
Estuvimos en agosto de 2015, en la Semana Vasca, con el grupo de dantza Errebal. No pudimos llevar a los dantzaris habituales y contactamos con la acordeonista Maider Martineau, el violinista Raphael Tristan y la panderojole Arantzazu Muñoa. Yo toco un instrumento llamado "arrabita" (rabel), pero sobre todo soy dantzari e instructor de dantza, por lo que les propusimos dar unas clases, y así lo hicimos. Fue una experiencia enriquecedora, porque nos sirvió para estrechar nuestra relación con la gente de Saint Pierre. Además, creo que con nuestra pequeña aportación contribuimos a recuperar la afición a la dantza.
-¿Te sorprendió encontrar la cultura vasca viva en esos parajes?
No me sorprendió para nada. Desde niño he tenido conocimiento de Sain Pierre, porque nuestra madre vivió allí durante tres años, ayudando a los pescadores vascos en las épocas de pesca. Lo que sí me sorprendió es que los vascos llevan muchas generaciones asentados allí, y por ese lado, es destacable el que la cultura vasca se mantenga tan viva.
-Tienes mucha relación con la Diáspora vasca, has bailado con los dantzaris de Oinkari... ¿Cómo surgió esa relación con los dantzaris de la Diáspora?
En 1995, con 15 años, fui al Jaialdi de Boise con el grupo Arkaitz de Añorga. Tuvimos una relación muy estrecha con el grupo Oinkari. Después unos de ellos vinieron a Euskal Herria y durante el año ensayaron y bailaron con nosotroas. En el 2000 volvimos al Jaialdi, y del mismo modo, siempre que los de Oinkari han estado en Euskal Herria han pasado por Añorga.
También fui monitor en el Udaleku de NABO, en 2004 en Boise y en 2006 en Elko. Resumiendo, más de 20 años de idas y venidas y estrecha relación, sobre todo con los vascos de Boise. También he estado en Australia, en 2005, en la Euskal Etxea de Townsville.
No he estado nunca en Sudamérica, pero sí tengo relación con algunos vascos de allí, por las clases que di en el Gaztemundu de 2002. Algunos volcieron en 2014 y menuda juerga nos pegamos. ¡Que sería de esta relación sin fiestas! De todos modos, tengo que decir que la perspectiva que tengo hoy en día de la cultura vasca no estaría completa sin el punto de vista que me ha dado mi relación con la Diáspora. [Un artículo del propio Otamendi, en euskera, aquí]
-¿Cómo ves el mundo de la dantza en la Diáspora?
Desde mi punto de vista, es muy interesante reparar en la función de la dantza en la Diáspora. En la medida en que la danza es un lenguaje, es un instrumento de transmisión y cohesión fundamental en las comunidades vascas de la Diáspora. Recuerdo que cuando bailamos en Jaialdi, el público nos estimaba muchísimo, y que le otorgaban mucho prestigio a la dantza. Aunque resulte paradójico, todo eso era nuevo para nosotros. Estábamos acostumbrados a cumplir el rol de la hermana pobre, y de repente, estábamos en el mismo centro de la fiesta, bailando ante tres mil personas.
Por ese lado, creo que los vascos de la Diáspora nos aportan tanto como nosotros podemos aportarles a ellos. Aun sin territorio y sin la lengua, han contruido su identidad, a través de la danza. Eso tiene un valor incalculable. Y por supuesto, no ocurre por casualidad. Expertos como Lisa Corcostegui son el exponente de ello.
-¿Alguna propuesta para promover el intercambio entre los dantzaris de la Diáspora y de Euskal Herria?
Hoy en día, gracias a internet, es muy fácil compartir materiales. Al mismo tiempo, no es fácil gestionar el aluvión de información que nos llega. Por ese lado, creo que lo mejor es la relación directa, con estancias como la que he realizado en Saint Pierre. Es imprescindible conocer desde dentro cada comunidad para entender las características socioculturales de cada lugar y porder aportar en base a ello.
Creo que es muy importante no olvidar que la cultura vasca está extendida en muchos estados, con todo lo que ello significa. Unido a ello, creo que para que las acciones futuras den frutos de calidad, ya es hora de que pogamos la meta en la autonomía de la Diáspora. Dejando a un lado los partenalismos, es hora de poner sobre la mesa lo que nos ha enseñado la Diáspora.
En la medida en la que han logrado mantener y difundi la cultura y la comunidad vasca durante varias generaciones, creo que debemos reconocer a la Octava Provincia, más allá del mero nombre, su entidad. Al fin y al cabo, todos somos miembros de una nación sin estado, ¿no? Si impulsaramos las relaciones simétricas, tendríamos un modelo win + win, ese que tanto gusta en Estados Unidos.