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El coronel Larrabure, 'El Vasco', inmortalizado en el libro 'Canto a la Patria', escrito por su hijo Arturo, que afirma que la obra lo ayudó a reencontrarse con su padre (en La Voz del Pueblo)

23/12/2005

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Tres Arroyos, Argentina. El militar fue asesinado por las fuerzas del ERP el 19 de agosto de 1975, luego de 372 días de cautiverio. Dicen que murió cantando el Himno Nacional. De ahí el nombre de esta publicación que su hijo Arturo decidió escribir en su homenaje.
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Esa tarde del 11 de agosto de 1974 Arturo Cirilo, de 14 años, se lució como nunca en la canchita de fútbol de la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos de Villa María: es que el mayor Argentino del Valle Larrabure, su padre, había ido a verlo jugar y el adolescente quería que se sintiera orgulloso.

Esa misma noche el militar y su esposa --María Susana de San Martín, para todos Marisú-- tenían una cena en la fábrica, con buena parte del personal. Larrabure tomó del brazo a su mujer y salió de la casa de familia, situada en la misma fábrica, no sin antes decir que "se iba la parejita más linda de la noche". Arturo le preguntó si más tarde podría darse una vuelta por la fiesta. Su padre dijo que sí, salió de la casa y jamás volvieron a verse.
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Porque se quedó dormido, esa noche. Porque despertó sobre la madrugada, aterrorizado, al escuchar gritos y disparos de metralla que proveían de la fábrica. Estaba solo: su hermana María Susana había ido a la ciudad, a bailar con unos amigos.

Esperó hasta que los disparos acallaron, y luego siguió esperando, en medio del silencio y la oscuridad, por más de una hora, hasta que con su madre llegó la noticia: el mayor Larrabure había sido secuestrado por el ERP.
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Lo mantuvieron prisionero 372 días --el secuestro más extenso de nuestra historia-- en un nicho excavado en la tierra, debajo de una casa, en Rosario. Vivió nueve meses y medio en condiciones infrahumanas, en los cuales perdió 40 kilos. Su cadáver apareció en un descampado, el 23 de agosto de 1975, con signos evidentes de estrangulamiento, golpes y "picanas eléctricas". Tenía 42 años.

El libro, una catarsis

A Arturo Cirilo --que hoy día tiene tres años más que su padre al morir-- le costó dos largos y dolorosos años escribir su libro "Un canto a la patria", que cuenta la historia de Argentino del Valle Larrabure desde todas sus facetas. En 480 páginas, y a través de 180 ilustraciones, el lector puede literalmente zambullirse en la singular vida de este hombre que, además de militar, fue un destacado ingeniero, científico, padre, esposo, hijo y poeta.

Y, si bien aún le causa dolor contar la terrible experiencia vivida por su familia, sostiene que "este proyecto me posibilitó encontrarme con mi padre: mientras avanzaba en mi libro, en la búsqueda de información, y escuchaba anécdotas, todo eso me permitía conocer al hombre que no había conocido, con apenas 15 años. Ahora puedo decir que estoy en paz, y que de esta búsqueda salí fortalecido".

Habla pausado, sin prisas, toma entre sus manos el producto de tanto esfuerzo --físico, económico pero sobre todo espiritual y sentimental-- y asegura que no guarda odios ni rencores, pero sí seguirá reclamando hasta el cansancio "que haya memoria para todos", "que se cuente la historia completa", "que los derechos humanos alcancen a unos y a otros".

Busca, con esta publicación, "abrir el corazón, como un camino de esperanza, de búsqueda, de encuentro, de reconciliación para todos los argentinos. No vamos aún hacia ese proceso, se cuenta sólo una parte de la historia, y los jóvenes deben saberla completa".

Un relato minucioso

Contar la vida, secuestro y muerte de Larrabure,y enmarcarlo en la compleja situación político social que sumía a la Argentina en la década del '70 no fue tarea fácil. Mucho menos debido a que el escritor decidió darle un marco documental y concienzudo, con una base histórica sólida y un permanente pantallazo a los acontecimientos que por aquel tiempo azotaban a una Argentina sumida en la violencia y en la lucha armada. De hecho, el libro ha sido calificado como histórico por sus editores, para orgullo de su autor. "No me detengo mucho en su biografía pero sí cuento detalles de su niñez, su adolescencia. Incluyo fotos de su infancia, de cuando se recibió en el Colegio Militar, cuando se casó con mi madre... Traté de plasmar al hombre, íntegro, no sólo el militar", sostuvo.

El mensaje heredado

Larrabure escribió el libro "para que no mancillen" la figura de su padre, y también para que el mensaje recurrente del militar capturado no sea olvidado. "Hablaba de amor, de perdón, nos pidió todo el tiempo que no odiáramos a nadie, que fuéramos fuertes, que tuviéramos fe. Ese fue su testamento, y de alguna forma preservó nuestras almas del odio que, sin sus palabras, seguramente nos hubiera carcomido", confiesa.

El mayor Argentino del Valle Larrabure ascendió a teniente coronel estando en cautiverio, y se convirtió en el único caso hasta la fecha registrado en este país. Posmortem, además, se lo elevó al grado de coronel.

¿Por qué lo mataron?

Pocos días después del secuestro los guerrilleros pidieron la libertad de cinco de sus integrantes presos, a cambio de Larrabure. El Ejército no negoció.

Por eso comenzaron a hablarle de política, primero, y luego a ofrecerle abiertamente que se uniera a las filas del ERP a cambio de su liberación. Pero el militar no aceptó, a pesar de que sabía que su negativa podría significar la muerte. "Pesó mucho más el militar, al final, porque a la hora de elegir, el eligió no claudicar, no desertar, no traicionar a su ejército ni a su bandera. Cuando le hacen ese ofrecimiento, él se niega aún sabiendo que la alternativa implícita era la muerte."

Las cartas y el diario

Argentino del Valle Larrabure escribió siete cartas a su familia, o al menos ese es el total de misivas que llegaron a la casa de Arturo, Susana y Marisú. Ellos le contestaban, a su vez, por medio de solicitadas en distintos diarios, que Larrabure leía cuando los captores así lo decidían.

Organizado y metódico, aún en las condiciones en las que se encontraba no olvidaba detalle. Enviaba mensajes de esperanza y de amor a su familia, e instaba al perdón y la fe, en papeles en cuyo margen izquierdo resaltaba el membrete de la organización guerrillera. "El perdón es el mensaje permanente de papá. Cuando él sabe que no va a salir con vida, comienza a enviarnos ese mensaje. Es casi un testamento que a nosotros nos marcó".

En determinado momento, Larrabure comienza a escribir su diario, donde detalló --hasta el momento en el que se lo quitaron-- su vida en cautiverio. Arturo sostiene que su padre decidió dejar escritas sus vivencias "cuando se da cuenta de que no va a salir con vida. Fiel a sus principios, creyó que debía dejar un mensaje a todos nosotros: al ejército, a mi madre, a Dios, a sus hijos, a los dirigentes, a todo el pueblo argentino".

El 3 de enero de 1975 se lo arrebataron, y no volvió a aparecer hasta 1977, cuando la revista Gente se lo compró a un guerrillero, para publicarlo. El 18 de junio le llegó a la familia una foto como prueba de vida: la delgadez del prisionero era extrema y su rostro reflejaba la tortura y el encierro. El 12 de julio llegó la última carta. Y, cuarenta días después, el cadáver del militar apareció en un descampado envuelto en una sábana y una frazada.

Para todos, 'Vasco'

El séptimo hijo de Cirilo Larrabure y Carmen Conde (Clarita) nació el 6 de junio de 1932 en San Miguel de Tucumán en el seno de una familia de clase media. Le llamaban Quintino, y ya de grande, Vasco.

Aún sin antecedentes militares en su familia, siempre quiso ser soldado, desde pequeño. Y también siempre le gustó enseñar: comenzó a hacerlo en su barrio, con amigos y vecinos. Autodidacta, muy buen alumno, leía mucho y desde siempre le gustó escribir.

En el año 1950 ingresó en el Colegio Militar, en Infantería; egresó 3 años después como subteniente, para ser asignado al Regimiento de Infantería 19 de San Miguel de Tucumán.

En 1954 fue trasladado a Buenos Aires y el 8 de diciembre de 1955 se casó con el amor de su vida, María Susana de San Martín (Marisú). El 15 de octubre de 1956 nació María Susana y el 26 de junio de 1959, Arturo.

En 1960 ingresó a la Escuela Superior Técnica, donde se recibió de Oficial Ingeniero Militar cinco años después. Su primer destino como ingeniero fue la Fábrica Militar de Tolueno Sintético de Campana.

En diciembre de 1969 fue designado como subdirector de la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos de la localidad cordobesa de Villa María, donde ascendió a mayor y permaneció hasta noviembre de 1971.

A principios de 1972 la familia Larrabure emigró a Brasil, donde el militar obtendría su Master en Química. Al volver a la Argentina, en enero de 1974, eligió nuevamente su fábrica de Villa María.

Amaba la poesía, escribía estupendamente. Los testimonios de compañeros de armas, amigos y conocidos coinciden en que le sobraban virtudes.

Sus restos descansan en el Panteón de la Sociedad de Socorros Mutuos del cementerio de la Chacarita. Durante los 30 años transcurridos desde su muerte el Ejército y algunos sectores de la política lo han colmado de homenajes: arterias llevan su nombre en Campana, Villa María y Tafí Viejo (Tucumán); en 1995 se descubrió el busto en la Plaza Mitre, de la capital federal; y su promoción del Colegio Militar, la 82º, lleva el nombre de Coronel Argentino del Valle Larrabure.

El Ejército no lo olvida y cada año le rinde su homenaje.


"A Dios, que con tu sabiduría omnipotente has determinado este derrotero de calvario, a Ti te invoco permanentemente para que me des fuerzas.

A ti, mi muy amada esposa, para que sobrepongas tu abatido espíritu por la fe en Dios.

A mis hijos, para que sepan perdonar.

Al Ejército Argentino, para que mantenga orgulloso los colores patrios.

Al pueblo argentino, dirigentes o dirigidos, para que toda la sangre derramada conmueva a la reflexión para dilucidar que somos hombres capaces de hacer nuestro destino sin ideas y formas de vida foráneas y ajenas.

A mi tierra argentina, ubérrima y acogedora, hoy escenario de luchas fraticidas. Para que cobije mi cuerpo y me dé paz".

Coronel Argentino del Valle Larrabure, de su diario escrito en cautiverio, 1974.

(23-12-2005 en La Voz del Pueblo de Tres Arroyos, Argentina)


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