Sabrina Otegui/La Habana, Cuba. Radicado desde hace años en la capital cubana, Joseba Sarrionandia Uribelarrea (Iurreta, Bizkaia, 1958) es el titular del Lectorado de Lengua y Cultura Vasca de la Universidad de La Habana, inaugurado a principios del año pasado de la mano del Instituto Vasco Etxepare. En diálogo con EuskalKultura.com, el premio Euskadi de Literatura 2011 cuenta cómo es enseñar euskera en La Habana, reflexiona sobre el papel de la Diáspora y realiza en clave de humor una interesante reivindicación de la lectura: “Acuéstate con un buen libro…”, propone el escritor... El final de la frase, al final de esta entrevista. Jo ta ke, umorea lagun. Sin humor no somos nada.
-Das clase de lengua y cultura vasca en la Universidad de La Habana.
Mis alumnos son jóvenes de entre 19 y 21 años, de manera de ser un poco tropical, o sea, inteligentes y alegres. No tienen relación con el País Vasco; en principio no sabían nada del tema, así que se interesan a medida que lo conocen, supongo que porque van descubriendo cosas inesperadas. Doy clase a dos grupos de alumnos, de Segundo y Tercer año de Lingüística y Literatura, que estudian lengua y cultura vasca como asignatura optativa.
-Cuba es un país de larga huella vasca...
A Cuba vinieron muchos vascos a lo largo de la historia y, por lo que hacían, parece que venía el mejor de cada casa... Su presencia se notó bastante a lo largo del siglo XIX y tras la independencia, durante la República. Con la Revolución, las redes de asociacionismo cambiaron y los vascos no se reajustaron bien. Ahora hay empresarios, casados, refugiados, caídos aquí de casualidad, hay muchos vascos, pero no han tenido local donde juntarse… Pero no te voy a explicar las dificultades de auto-organización de los vascos, tendrías que convocar un Congreso Mundial para aclarar las cosas, ya se han celebrado un montón sin adelantar mucho...
-¿Te sientes desde aquí parte de la Diáspora y de Euskal Herria?
En La Habana o en Buenos Vientos somos parte del País Vasco tanto como los habitantes de Maule o de Durango. Algunos vascos andan como si llevaran la nación en el bolsillo, como finlandeses. En realidad, en Maule, la mayoría vive en Francia, al margen de la cultura vasca, y los durangueses viven también muy en España con El Correo y Telecinco, aunque voten a partidos independentistas. ¿Qué es una nación? En mi opinión, una nación es sobre todo un espacio de comunicación. Y los vascos estamos sometidos a una colonización cultural muy fuerte y muy prolongada en el propio territorio vasco. Se le da mucha importancia a la contienda política, si gana un partido o el otro, y se tiende a aceptar lo demás como más o menos normal. Pero esa supuesta normalidad, para nosotros como pueblo, es una anormalidad crónica . En mi opinión, apenas tenemos nación, porque nuestro espacio de comunicación es muy débil bajo poderes mediáticos tan absorventes como los de los espacios español y francés.
-¿Dijiste en Buenos Vientos?
Es el nombre que le puso a tu ciudad Bonifacio Lacha Aguirre, Haize Onetan: “Anduve de calle en calle por la ciudad de Buenos Vientos…” Era un organista que componía versos, nacido en Ubidea, llegó a Buenos Aires en 1904 y parece que murió cuatro o cinco años después por una dolencia respiratoria.
-¿Se puede contribuir desde la Diáspora a la lengua y la cultura vascas?
Los que vivimos lejos podemos hacer tanto como los de allí a favor de nuestra lengua y a favor de esa ciudadanía vasca imaginaria, porque la comunicabilidad de hoy pasa por encima de las distancias geográficas y las fronteras administrativas y estatales. Los vascos tenemos quehaceres históricos que hemos dejado pendientes. ¿Cómo los calificaba Hegel? Uno de esos pueblos condenados a quedar fuera de la historia, como los bretones, los polacos o los irlandeses. Völkerruinen llamaba Engels a los pueblos como el nuestro: pueblo en ruinas. También Unamuno, creyente en el evolucionismo social de Spencer, creía que el pueblo vasco, como pueblo-arruinado o pueblo-niño-incapaz-de-crecer, estaba condenado por la historia a disolverse en las naciones cultas y poderosas de España y Francia.
Pero resulta que muchos vascos decidieron hace tiempo regresar a la historia como tales. Esa restauración como pueblo moderno no es fácil y todavía andamos como fuera de juego, sin poder organizarnos como nación-estado, pero con dificultades incluso para organizarnos como espacio de comunicación, sin unos consensos políticos y culturales mínimos. El pueblo-niño del siglo XIX está como en la adolescencia, incapaz todavía de hacerse cargo de sí mismo, cargado de discapacidades y con todo por hacer.
En Euskal Herria no consensuamos la lengua literaria estándar hasta la segunda mitad del siglo XX, completamente rezagados. Deberíamos inventar un proyecto de país en estos comienzos del siglo XXI, un proyecto de pueblo-adulto, como el adolescente que asume qué hacer de su vida, y no me refiero a proclamar la independencia, sino a establecer unas bases como comunidad, superando la politiquería en que generalmente vivimos estancados, y avanzar en la solución de los problemas, se puede decir que prepolíticos, que tenemos como vascos.
-¿Imaginaste en algún momento que vascos de origen y no vascos estudiarían euskera en el mundo y que habría vascos-nuevos desde Australia hasta Argentina, desde Cuba hasta Japón?
El que los vascos elijamos continuar hablando nuestro idioma me parece natural. El que haya gente de otras culturas que se tome el trabajo de aprenderlo resulta una sorpresa bien agradable. Quizás sea que la lengua vasca y el mundo vasco tienen algo interesante que ofrecer al ser humano en el sentido de la diversidad.
Nos hicieron creer que las lenguas pequeñas, las lenguas de la montaña, iban a contracorriente del gran río de la Historia. La consigna republicana de egalité, que significa que a todos nos corresponden los mismos derechos, se interpretó para justificar que una cultura estableciera sobre las demás un dominio uniformizador. Pero yo creo que la gente siente que una cultura uniforme mundial impuesta mediante la fuerza y la supremacía no puede ser un contexto bueno para vivir… La libertad y la igualdad se vinculan con la diversidad y, en mi opinión, la fraternidad es también consecuencia de reconocer al otro como diferente y compartir las cosas.
-Este boletín se difunde en toda la diáspora vasca, ¿algún mensaje a los vascos del mundo? ¿Quizás para quienes aprenden euskera?
Es una llamada de socorro de editor pero, como la de los libros es una causa perdida que hay que reivindicar. Mira a ver si puedes poner este cartel: “Acuéstate con un buen libro... o con alguien que lo haya leído”.