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'Debemos superar las políticas basadas en el mito de la identidad'. El antropólogo y director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada aboga por 'la disolución de la cultura del enemigo' (en El Diario Vasco)

13/02/2004

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Por Alberto Surio. El antropólogo guipuzcoano Joseba Zulaika es el director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada que esta semana ha visitado el consejero de Justicia y Empleo, Joseba Azkarraga, en una gira por la diáspora vasca de los Estados Unidos. Zulaika, que desde 1990 reside en Reno, sigue con atención y con la perspectiva de la distancia la evolución de la situación vasca.

En una ciudad como Reno, dedicada al juego de azar, ¿se puede investigar?

Por supuesto, alguien dice que en Reno se puede sólo estudiar o jugar. A mí me encanta su luminosidad y el paisaje porque la ciudad como tal no existe según los parámetros europeos. Aquí tenemos nuestro pequeño txoko, el Centro de Estudios Vascos, que quiere seguir siendo un lugar de información sobre lo vasco y de intercambio de ideas de un país tan complejo y tan contradictorio, con presencia de nacionalistas y de no nacionalistas. Es un pequeño tanque de ideas para recoger la mejor investigación y promover nuevas formas de entender lo vasco.

¿Cuál es la imagen de lo vasco en Estados Unidos?

Existe una imagen muy estereotipada como un pueblo antiguo e interesante, asociado a los pastores. También es verdad que el discurso antiterrorista tras el 11 de septiembre condiciona nuestra imagen a la persistencia de ETA. El discurso sobre el terrorismo y la guerra contra el terror se ha simplificado, lo que afecta a reivindicaciones de carácter nacional, obviando la complejidad de los problemas.

¿Hasta qué punto la diáspora no sigue siendo un mundo demasiado marcado por el sentimiento y la idealización de Euskadi?

Los americanos vascos básicamente viven en la ciudad americana, con la televisión americana, la economía, los coches... son los americanos normales. Incluso con un comportamiento político similar entre republicanos y demócratas. Su visión de lo vasco y de la cultura vasca tiende a ser un enfoque romántico, intimista, muy esquematizada en torno a Franco y la ETA del proceso de Burgos. Persiste una visión simplista y trasnochada de lo vasco, se viven los recuerdos de los padres y de la infancia. Es un País Vasco sentimentalizado, dramatizado e idealizado, a la vez compatible con un patriotismo americano incuestionable.

¿Doble identidad?

Se añade a la bandera americana, que es la bandera del imperio y del poder, la ikurriña que representa el idealismo sentimental, políticamente no realista. Los vascos americanos son incapaces de entender la complejidad de lo que está sucediendo.

¿Y cómo cree que esa diáspora está recibiendo, por ejemplo, la propuesta de Ibarretxe? ¿Cómo la ve usted?

La gente aquí no se entera para nada en qué consiste el plan Ibarretxe. Básicamente no se entiende qué tipo de problemática puede provocar en el contexto español y en el europeo. Desde aquí no somos capaces de entender esas consecuencias. Incluso el vocabulario tiene interpretaciones tan diversas. Yo no estoy demasiado informado. Visto desde aquí destacaría la aberración de ETA, que es el desastre más increíble. Sería surrealista si no fuera una realidad tan dramática. Las grandes batallas políticas que se libran allí quedan en un segundo plano muy secundario viendo los vertiginosos cambios que se están produciendo en el mundo, los grandes movimientos que se están registrando, desde la guerra de Irak al rearme del imperialismo norteamericano, la casi disolución de los estados nacionales. Que eso provoque tanto antagonismo se percibe como muy hiperbólico. Mi nacionalismo es culturalista, nunca he sido nacionalista político. Desde aquí no se percibe con las consecuencias trágicas que desde allí se sufren.

RAÍCES ANTROPOLÓGICAS

En sus libros Violencia vasca: metáfora o sacramento y El final del enemigo reflexiona sobre las raíces antropológicas de terrorismo. ¿Se están superando?

Creo que hoy en día somos mucho más conscientes de que no podemos recurrir a una política sobre la identidad. Por eso no me ha gustado que el consejero Azkarraga, en su defensa del plan Ibarretxe, haya comenzado basándose en una defensa de la identidad milenaria que a mi juicio está ya desfasada. La identidad tiene un plus pero aquí es donde más se nota la mezcla. O estás casado con un portorriqueño, o una italiana, o tu hija se va a San Sebastián o a Chile. Las identidades ya no son aquella torre inexpugnable. Recurrir a raíces étnicas o de identidad intocable o de mito debe superarse para crear un País Vasco moderno, de convivencia, para todos, plural, progresista, que tiene una población no mayor a la de la ciudad de Los Ángeles. Las raíces antropológicas que veíamos hace tres décadas hoy las problematizamos mucho más.

Y la 'abolición de la cultura del enemigo' ¿Cómo es posible?

Abogar por la disolución de la cultura del enemigo es abogar por una nueva política con una democracia más profunda, es una cultura nueva a la que debemos acostumbrarnos. Es una utopía.

(publicado el 13-02-2004 en El Diario Vasco)


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