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Un antropólogo necesario

29/03/2003

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[por Anton Erkoreka, etnólogo; publicado el 29-03-2003 en Gara]

Este país necesita los etnógrafos, etnólogos y antropólogos como todos los seres vivos necesitan el aire o el agua. Son imprescindibles, nos permiten conocer y saber de dónde venimos, lo que somos y, por supuesto, hacia dónde vamos.

Las dos grandes figuras que más a fondo han estudiado nuestro pensamiento, nuestras costumbres y nuestra realidad, José Miguel Barandiaran y Julio Caro Baroja, nos dejaron en la última década del siglo XX, a una edad muy avanzada y dejando tras de sí una larga y fecunda obra que ha marcado la historia del siglo pasado a la misma altura que grandes políticos, artistas o empresarios. Tras ellos, una pléyade de investigadores distribuidos por toda Euskal Herria, como José María Satrústegui, Gerardo López de Guereñu, José María Jimeno Jurío y otros ya fallecidos y vivos, que han estudiado a fondo los temas y los territorios en los que vivían, como es el caso de la Navarra de lengua vasca, Alava o la Navarra media. Su labor perdurará tras su muerte porque sus obras publicadas son fiel testimonio de la época que les ha tocado vivir y un acta notarial de los modos de vida, costumbres, lengua e historia de su pueblo.

José María Satrústegui ha sido secretario de Euskaltzaindia y un activo militante e investigador del euskera en un territorio donde era preciso recuperar el prestigio y el orgullo de la lengua.

Ha sido, asimismo, un investigador escrupuloso y fiable en el campo de la etnografía y antropología, lo que se ha plasmado en un elevado número de publicaciones, como los estudios del campo de Valcarlos-Luzaide, Urdiain y toda la Barranca; sus investigaciones sobre mitología, con espléndidos libros como Ipuin miresgarriak (1980) o Mitos y creencias (1980); sobre el calendario popular, recuperando tradiciones fes- tivas y haciéndolas compresibles a nuestra época con libros como Solsticio de invierno (1974); temas «malditos», como la vida sexual en el mundo tradicional, plasmados en, para su momento, atrevidos libros como Euskaldunen sexu bideak (1975) o Comportamiento sexual de los vascos (1981), y otros muchos temas fijados en cientos de artículos en revistas especializadas y de divulgación que han tenido una amplia difusión.

Mención aparte merece una de sus obras que más influencia social ha tenido,Euskal izendegia (1ª edición en 1973), que recogió los nombres de personas documentados históricamente en el territorio de Vasconia y que han sido la guía imprescindible en nuestras maternidades para la elección de los nombres de niños y niñas recién nacidos. Muchos nombres de vírgenes y personajes medievales se han empezado a conocer y utilizar en nuestros días gracias a la labor de Satrústegui y otros investigadores que han marcado la onomástica de toda una generación.

La labor realizada por José María Satrústegui desde esos pequeños pueblos de Navarra donde nació y ejerció ha sido inmensa y va a perdurar en su particular Museo Etnográfico e Histórico que, con todo cariño, estaba preparando junto a la casa que vivía y donde había reunido su magnífica biblioteca. La colección de objetos que fue reuniendo a lo largo de su vida deben perdurar como un museo comarcal o a través de instituciones públicas o privadas que permitan pre- servar una obra imprescindible como la que Satrústegui realizó a lo largo de su vida.


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