Burke, Virgina, EEUU. Esta madrugada, a las 2:35am hora local (las 8:35 en Euskadi) fallecía en Estados Unidos Francisco Fredrickson Lizarzaburu, a apenas ocho días de haber cumplido los 9 años. Fallecía en brazos de sus padres y arropado por su familia, tras ceder finalmente en una dura e injusta lucha contra un agresivo tipo de cáncer, el DIPG, que desde que le fue diagnosticado en mayo de 2023, cambió completamente su vida y la de quienes le rodeaban. Francisco era un niño, un niño que se hacía querer y, evocando algo que decía su abuelo Wilfredo hace unos días, fue "un guerrero que lo puso todo de su parte, al que le hacía ilusión estar en el próximo Jaialdi de Idaho" (y a su aitona haberle acompañado). Y es que mantuvo hasta el final su interés vital por todo lo que le rodeaba, con esa especial afición por el espacio, las naves y la historia.
Aunque ha habido en este año y medio altibajos y momentos incluso para cierto optimismo, el diágnóstico era el que era y el deterioro ha sido paulatino. En los últimos meses y en las últimas semanas la bajada fue cada vez más evidente, aunque el carácter de Francisco, su sonrisa y la paz, la naturalidad y las ganas de jugar, de vivir, de saber, de ser un niño más que irradiaba, también su coraje y corazón luchador, contagiaban y daban fuerzas a los suyos, que querían sentirse y mostrarse fuertes ante él y para él. Francisco ha sido una luz que ha iluminado a todo su entorno y deja una huella indeleble.
Preservar esa actitud y legado de humor, de jovialidad y de interés por la vida, de luchar y de hacer frente a los embates sin desfallecer, de interesarse por todos y por todo, de sacarle jugo a lo que tenemos es parte de la inspiración que ha estado presente en este dificil periodo y que nos transmite Francisco. Increible el gran esfuerzo por acompañarle que han desplegado sus padres, su familia, digno de todo reconocimiento y admiración. La pérdida de Francisco constituye un durísimo golpe —aunque era duro ya verle sufrir— que solo se atenúa algo o se transforma en algo positivo si esa actitud permanece en nosotros. No resulta fácil ahora mismo, pero Francisco se merece ese postrero homenaje, que su paso entre nosotros esté presente, que sea recordado, y lo sea con naturalidad, como él quería, porque (nos) aportó, porque (nos) alumbró, y porque puede ayudar a sus hermanos, a su familia y a otros con ello.
Conocemos a Wilfredo, al aitona de Francisco, y sabemos de la larga y tenaz lucha que lleva desde hace años contra su propio cáncer, persona que, según los médicos, "vive de prestado" (perdón por la crudeza). Frente a problemas y adversidades, no hay mejor actitud que encarar y hacer lo que está en las manos de uno/a y luchar. Por los objetivos, por los seres queridos, por todas las personas... La lucha es consustancial al ser humano. Esa tradición vasca que llega hasta Francisco tiene un proverbio que asevera "Hil arte, bizi", traducido libremente significa "hasta que te llegue el momento de la muerte, haz el favor de vivir, de sacar chispas a la vida". Wilfredo, familia, no desfallezcáis ahora, tomaros vuestro tiempo y luego retomad la energía y el ejemplo de Francisco y que no deje de ser nunca parte activa de vuestra vida. Francisco, gogoan zaitugu! (te recordamos). Un gran abrazo a sus padres Ryan y Laura; a sus hermanos Mariana (4 años), a los gemelos Mateo y Gabriel (1 año); y a toda la familia y amigos. [Perdón por el atrevimiento]