Sabrina Otegui / Pergamino, Argentina. El 2 de abril de 1982 y bajo la orden del presidente de facto Leopoldo Galtieri, tropas argentinas desembarcaron en las Malvinas "con el objetivo de recuperar la soberanía sobre de las islas". La guerra entre Argentina y Gran Bretaña duró 74 días y dejó en el país austral un saldo de 649 víctimas fatales, centenares de suicidios y más de un millar de heridos. Más de tres décadas pasaron de aquel trágico 82’ pero el recuerdo sigue intacto en quienes fueron testigos presenciales del horror.
Carlos Alberto Miguelena es hoy día vicelehendakari del Centro Vasco de Pergamino. Dirige las hornallas cuando el Lagun Onak arma su stand en ferias de colectividades, dicen que se guarda algún secreto a la hora de cocinar la mejor txistorra, si hay música se anima con un fandango. Carlos también es Ex Combatiente de Malvinas, uno de los 20.000 soldados que con apenas 20 años partieron al Atlántico Sur. Para él cada 2 de abril es el día del recuerdo y homenaje permanente a todos los Caídos en Malvinas. Es el día en que los jóvenes que participaron de la recuperación de las Malvinas sienten “orgullo patriótico, genuino y sincero”. Pero también el día “en que un gobierno argentino tomó la peor de las decisiones, pensando solamente en el beneficio personal, olvidándose de los ciudadanos y de la Nación”.
-¿Cómo fue que te tocó ser soldado en la Guerra de Malvinas?
En el año 1980 salí sorteado para hacer el servicio militar obligatorio. El número 997 me aseguró 14 meses de instrucción militar en la Armada Argentina. En junio de 1981 viajé a la Base Naval Puerto Belgrano, en el sur de la provincia de Buenos Aires. Luego fui elegido para hacer el curso de radiotelefonista en el C.I.A.O. (Centro de Instrucción y Adiestramiento en Operaciones) y en septiembre de 1981 llegué a mi último destino: el Portaaviones A.R.A. 25 de Mayo. Allí siguió el entrenamiento, hasta que el 26 de marzo de 1982 regresando a puerto luego de una semana de instrucción, se corrió el rumor de que algo estaba ocurriendo en el Sur. Nadie sabía qué. Nos estaban esperando para aprovisionar el buque con toneladas de alimentos y combustible, municiones y bombas. Se terminó de hacer la carga e inmediatamente zarpamos hacia el sur sin saber nada oficial. Llegamos a la altura de Río Gallegos y el 1 de abril, por la tarde, nuestro Segundo Comandante nos informó que se había decidido tomar las Islas. En la madrugada del 2 de abril, luego de terminar mi guardia de radiotelefonista, nos enteramos de que el desembarco se había producido a las 06:30 y que en la casa del gobernador ya flameaba la bandera argentina. Fue un momento de euforia y de alegría, propia de la reacción de un grupo de jóvenes que crecieron viendo y escuchando que “las Malvinas son argentinas”. Como dijo el Comandante de la Armada “Tenemos lo que es nuestro, lo que hace 150 años nos fuera quitado, y Uds. tienen el honor de haberlo realizado, Uds. pasarán a ser parte de la Historia”. Tan ciertas sus palabras, aunque la Historia todavía tenía que pasar por hechos que no iban a ser buenos para nuestros soldados y tampoco para nuestra Patria.
Así comenzó la Guerra de Malvinas. Se formaron dos grupos de buques de la Armada. Uno operando por el Norte de las Islas, encabezado por el Portaaviones 25 de Mayo, y otro que operaba por el Sur, encabezado por el Crucero A.R.A. General Belgrano. Ambos buques de la época de la 2da. Guerra Mundial, con ninguno de los adelantos tecnológicos que tenían los británicos. Sus submarinos simplemente debían detectarnos y el resto era tener paciencia hasta tenernos a distancia de tiro. Eso fue lo que ocurrió con el Crucero General Belgrano el día 2 de mayo cuando yendo en retirada hacia el Sur de la Isla de Los Estados, recibe los impactos de dos torpedos y en menos de 2 horas se va al fondo del Atlántico, hundiendo también la posibilidad de negociación por la paz y mostrándonos a los argentinos que estábamos en una guerra en la cual teníamos carencias de armamento adecuado, logística, y lo peor, estrategia militar.
A pesar de esto seguimos navegando con nuestro buque hasta mediados de mayo, cuando deciden bajar los aviones caza A4-Q y Trackers dejando a nuestros compañeros en las Islas en una situación aún peor.
-La guerra duró poco más de dos meses; y después hubo que volver…
La vuelta fue entre las sombras. Habíamos perdido. La guerra había terminado pero seguíamos siendo conscriptos, con lo cual lo más aconsejable era no hablar del tema. Pasaron muchos años en los que no se hablaba ni siquiera con la familia. Después las cosas fueron cambiando, y los Ex Combatientes comenzamos a reunirnos. Así fueron surgiendo los Centros de Ex Combatientes; esto nos permitió comenzar a hablar y a hablarle a la sociedad, lo que era necesario porque con el paso del tiempo, la guerra ya era cosa del pasado; mucha gente no la había vivido. La familia, el hecho de tener cónyuge e hijos fue muy importante para lograr abrirse a la sociedad.
Hoy soy presidente del Centro de Excombatientes Malvinas Pergamino, un Centro que agrupa a 14 excombatientes y que recuerda permanentemente a 2 Héroes Caídos de nuestra ciudad: Eduardo Tomás Silva en el hundimiento del Crucero Belgrano y Aldo Osmar Patrone, infante de marina, caído en el Monte Tumbledow, en Malvinas. En nuestro Centro hemos comprendido que lo fundamental es transmitir a las nuevas generaciones la verdad de lo ocurrido en Malvinas, es por eso que focalizamos nuestro trabajo en las escuelas, siempre con la consigna de recordar y homenajear a nuestros caídos pergaminenses y a los 649 que dieron sus vidas pensando que estaban haciendo lo correcto por algo que creían justo.
-En este momento, Presidente del Centro de Ex Combatientes de Pergamino y también del Centro Vasco…
Sí; mi lugar en el mundo, el lugar donde nací es Ortíz Basualdo, una estación del FFCC Bartolomé Mitre, a 18 km. de Pergamino. A fines de 1977 nos mudamos a la ciudad y en el 78 dos compañeras de la Escuela de Comercio, de apellido Arregui, me invitaron a conocer el Lagun Onak. Así comenzó mi relación con el Centro. Todavía tengo el gorrito marinero que días antes de partir al servicio militar me regalaron autografiado por todos los integrantes del cuerpo de baile Goizeko Izarra en una reunión de despedida que me hicieron. Además, debo decir que una de esas chicas Arregui, Ethel, luego se convirtió en mi esposa. Actualmente los dos somos muy activos en el Lagun Onak.
Creo que las personas que sienten algo por algo lo tienen que demostrar. Con palabras y con hechos. Soy un convencido de que si alguien se lo propone serán pocas las cosas que no podrá hacer. Y si hablamos de un grupo, las posibilidades se multiplican. Los vascos tenemos empuje, fortaleza, somos solidarios, alegres, tenemos capacidad de trabajo y de pensamiento. Tenemos que aprovechar todas esas condiciones para llevar adelante nuestras euskal etxeas y dejarles a nuestros txikis el camino marcado para que puedan seguir mejorándolo. Para mí, es como devolverle al Lagun Onak algo de lo recibido durante todo este tiempo y colaborar a mantener nuestras raíces y nuestra cultura.
-Hablás de los txikis y de los jóvenes… qué mensaje te gustaría trasmitirles en este día?
Mi mensaje para ellos será siempre ‘No a la guerra; sí a la paz’. Y es un mensaje válido para todos los espacios en los cuales los jóvenes están inmersos. Para que las diferencias que puedan tener en los grupos de trabajo, por ejemplo, de los Centros Vascos, las resuelvan mediante el diálogo o la discusión constructiva que les termine generando una opción superadora. A la edad de muchos de los jóvenes que hoy están en los Centros, nosotros estábamos en una guerra... Les digo también que den sin esperar nada a cambio. La solidaridad demostrada en el campo de batalla por muchos jóvenes soldados ha sido reconocida hasta por los propios ingleses. En el hundimiento del Crucero Belgrano, en lugar de tratar de ‘zafar’ tirándose a las balsas, los jóvenes marineros argentinos recorrieron el buque hasta donde pudieron, rescatando a muchos heridos. Les digo también que luchen por lo que creen. Que con respeto y educación presenten y discutan sus ideas, acepten si deben cambiar algo y estén alegres si algo que promovieron se pudo poner en práctica. En el frente de batalla muchos murieron sabiendo que las cosas se podían haber hecho de forma diferente pero nadie les dio la oportunidad de opinar. Aprovechen las posibilidades que se les presentan y sean agradecidos de la vida, de la vitalidad, tan necesaria para poder lograr los objetivos.