Pello Zubiria / Donostia-San Sebastián. Carlos Gabilondo (Buenos Aires, 1950) y Norma Carrizo (Buenos Aires, 1950) vinieron hace unos días de Argentina para participar por primera vez en el Zinemaldia y asistir a la sección Zinemira. Se sienten conmovidos por el recibimiento que les han dispensado: "Estar aquí es emocionante", confiesa Carlos.
Has solido decir que la afición por ver películas y debatir sobre ellas te viene de la época de la dictadura.
Sí, así es. Creamos en Argentina un proyecto cinéfilo llamado cineclub debates de cine en 1982, cuando concluía la dictadura. Había aún películas prohibidas y el cineclub nos proporcionaba la oportunidad de debatir sobre títulos que no podían visionarse en ningún otro lugar. Duró alrededor de cuatro años y, de alguna manera, puede decirse que fue el antecedente de lo que hoy es el Cine Vasco Itinerante.
¿Cuándo surgió tu interés por el cine vasco?
Hace como diez años que tomé conciencia de la historia de la cultura vasca y hace alrededor de seis me di cuenta de que el cine vasco podía ser una vía importante para los vascos de la Diáspora para acercarnos más a nuestra cultura. De hecho es un medio de expresión que une diferentes formas de arte y que puede proporcionar a muchos vascos de la Diáspora información sobre sus ancestros, sus pueblos, etc. Lo iniciamos en Euskaltzaleak, el euskaltegi de Buenos Aires, con un ciclo mensual, que más tarde expandiríamos a otros pueblos y lugares de Argentina. Comenzamos contactando con diferentes euskal etxeas --hay más de un centenar en todo el país--, siempre como un proyecto del todo independiente y gratuito: no recibimos apoyo institucional, todo recae en nosotros, tenemos que preparar bien todo.
¿Cómo son las proyecciones?
Procuramos contextualizar cada película, no solo proyectarla: en cada sesión presentamos al director, proyectamos un corto de Kimuak y luego el film. Elegimos títulos que pensamos suscitarán el interés de la comunidad y, en la medida de lo posible, en euskera, con subtítulos, teniendo en cuenta que sobre todo a partir de 2005 se incrementó la producción de películas en euskera. También hemos pasado de proyectar en euskal etxeas a extender el programa a lugares e instituciones no vascas. Nos pareció una medida lógica e interesante, porque así llegamos a gentes y lugares que desconocen lo vasco o la realidad vasca. Y cuando me refiero a divulgar nuestra cultura, hablo de la cultura vasca, puesto que yo también me siento vasco. Como acompañamos las proyecciones con un debate, resulta un momento adecuado para opinar, comentar y compartir temas. Más alla de esto, nos gustaría ser una actividad que agite conciencias en las euskal etxeas.
¿Qué titulos habéis 'trabajado' este año?
Hemos dedicado este inicio de curso sobre todo a Zerutik sua dator (Llueve fuego), al ser este año el 80 aniversario del bombardeo de Gernika. El recuerdo del bombardeo está muy presente en el imaginario colectivo de los vascos en Argentina; los relatos y las vivencias que transmitieron nuestros padres y madres, las familias, los antepasados tocaron a muchas personas.
Miles de kilómetros darán para miles de historias.
Es cierto. Y muchas historias merecerían ser rescatadas. Me viene una a la memoria. Proyectábamos la película 'La buena nueva' de Helena Taberna en Chivilcoy, un pueblo a algo menos de doscientos kilómetros de Buenos Aires. La película cuenta la historia de un cura, Mariano Ayerra, que fue párroco de Alsasua (Navarra) entre 1936 y 1939. Ese cura, cuando finalizó la guerra, se fue a Sudamérica, y falleció en Argentina. Durante su estancia, el cura escribió un libro : "No me avergoncé del Evangelio (desde mi parroquia)". En Chivilcoy, estábamos viendo la película, cuando uno de los presentes se levantó y se fue a su casa. Al poco, llegó hasta nosotros y nos trajo una copia del libro dedicado por el propio Ayerra a un pariente suyo. Fue algo inesperado y emotivo.
Si pudieras hacer una película, ¿qué te gustaría contar?
El interés, el cariño y la admiración que existe entre los vascos de la Diáspora por lo vasco. Eso resulta muy evidente por ejemplo cuando se organiza en Buenos Aires la Fiesta Vasca. Resulta muy llamativo, se me ocurre, el esfuerzo que personas de más de sesenta años realizan por mantener sus euskal etxeas. Ponen dinero, y no poco, de sus propios bolsillos, en un contexto en que las ayudas del Gobierno Vasco se han reducido, los gastos son altos... Sería muy lindo contar las historias de la gente de la Diáspora, rescatar pueblo a pueblo las historias de personas que a lo largo de toda su vida han sido verdaderos soportes de la cultura vasca.
(publicado originalmente en Berria, tradución realizada en nuestra redacción)