Joseba Etxarri. Nacido en Gernika, aunque "más busturiarra que otra cosa", Boni Guenetxea es en realidad, desde que en 1968 pisara por primera vez los frontones de Florida, un vasco floridano. La pelota le trajo a Estados Unidos, país en el que formó familia y en el que crió a sus hijos, y tras la huelga de pelotaris de 1988 y el inicio del declive de este deporte que una vez fuera icónico de esta zona de EEUU, encauzó sus pasos hacia los servicios culinarios y de catering, compitiendo con su empresa Paella Party y su famosa paella como arma --que elabora en fiestas, bodas, recepciones y casas de clientes--, con la conocida barbacoa estadounidense. No le va nada mal y entre sus empleados cuenta con otros vascos expelotaris. A sus 62 años, Boni es hoy un referente vasco en Florida y persona comprometida con los valores y la herencia cultural que recibió en Euskadi y que él cultiva y aporta a su entorno americano.
El domingo celebrásteis el Miamiko Jaialdi 2016, en inglés Miami's First Annual Basque Rural Sports Picnic...
-Nos reunimos 140 adultos y una veintena de niños y disfrutamos de una buena jornada alrededor de los herri kirolak. Resultó un éxito y he de agradecer a los aizkolaris que vinieron tanto desde el Noreste del país como desde California su participación, así como a todos los voluntarios que colaboraron. Tuvimos aizkolaris, txingas, sokatira y demostración de levantamiento de piedra. También un campeonato de mus y otro de paella. Nos salió un buen día, aunque al caer la tarde hacía ya bastante fresco. Hubiéramos reunido más gente, pero cuando fijamos el día no sabíamos que iba a coincidir con el domingo de la Superbowl, que es el acontecimiento que más espectadores reúne en EEUU, y seguramente en el mundo, frente al televisor.
Te tocó levantarte a las cuatro y acostarte a medianoche, y volver al día siguiente a limpiar...
-La labor voluntaria es algo inherente a las euskal etxeak. Uno hace las cosas porque cree que debe hacerlas. Déjame aprovechar la ocasión para agradecer su trabajo a nuestros voluntarios en general, y en particular a Conchi y Armando, Magu y Ernesto, a mi esposa Sara y mi hijo Daniel, a Miren y a los siete empleados de nuestro negocio de catering que madrugaron y contribuyeron a que toda saliera como esperábamos; también a la familia Angulo, siempre dispuesta a acoger nuestros eventos en su bella propiedad junto al lago...
Euskal Etxea de Miami surge ligada a la pelota. Nada que ver la situación actual con la de los 70 u 80.
-En Florida llegó a haber once frontones y hoy día solo quedan Miami y Dania, podemos mencionar Fort Pierce y anecdóticamente Ocala, porque juegan algún partido aficionado solo por mantener la licencia. El mundo del juego y de las apuestas se ha comido al Jai Alai. Hoy la gente prefiere apostar a otras cosas, a lo que sea. El propio Dania Jai-Alai acaba de cambiar su nombre a Dania Beach Casino. La cuestión está a debate en la Legislatura (el parlamento del Estado) y si no es esta vez, creo que en algún otro momento, tarde o temprano, el Estado permitirá a las empresas de juego deshacerse de los frontones. Yo conocí los años dorados del Jai Alai en Estados Unidos y me da mucha pena; la pelota es algo que llevo muy dentro.
Bonigüen era tu nombre como pelotari. ¿Cómo era aquella vida?
-Fueron unos años preciosos. Cierto es que éramos jóvenes. Los frontones se llenaban y la gente te reconocía. No ganábamos como atletas profesionales americanos, pero el que tenía vista podía ahorrar e invertir y preparar su futuro. ¿La vida? Más bien nocturna. Nos levantábamos a las 10 u 11 de la mañana, íbamos a la playa a hacer piernas, jugábamos los partidos y salíamos del frontón a medianoche para ir luego a tomar un trago con las fans y volver a casa a las tres o cuatro, eso los formales.
Los pelotaris de Tampa abrieron la primera euskal etxea de Florida.
-Un pelotari lesionado de Tampa vino a Miami y lo comentó. Yo siempre había querido formar algo así, lo hablamos, encontré un local que luego modificamos y así, entre unos cuantos, en el 86 formamos el Toki Ona, con cabida para pelotaris, familias, niños... Al poco otro grupo formó el Txoko Alai, en plan sociedad solo para hombres. Más tarde nos uniríamos para formar una sola euskal etxea en Miami; con el tiempo la de Tampa desapareció.
¿Qué te lleva a seguir con ese ánimo al pie del cañón?
-No lo sé, pero así es como es. El mundo del Jai-Alai no es ni la sombra de lo que fue. Pero creo que debemos seguir teniendo la referencia y la motivaciópn que proporciona el club para juntarnos y vernos. Por otro lado,desde aquí ayudamos a jóvenes que vienen de Euskadi y nos piden consejo, hemos solido tener clases de euskera, celebramos encuentros y fiestas como Aberri Eguna, San Ignacio... Es algo que llevas dentro y que no quieres perder, aunque está claro que nos haría falta un mayor compromiso y que cuantos más seamos y más apoyo tengamos mejor. Desde aquí invito a los vascos que visitan Florida o que viven aquí y no nos conocen a que nos contacten. Nuestro próximo encuentro será en marzo, por Aberri Eguna.