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Mikel Ezkerro, Buenos Aires. Pertenecía a la histórica generación del exilio que arribó a Argentina entre 1938 y 1950 a consecuencia de la guerra de agresión que sufrió Euskadi, generación del exilio que ha dejado una huella imborrable en la existencia y el devenir de lo vasco en Argentina.

A esa condición de exiliado se le anteponía la de euskeldun --amó y cultivó el idioma vasco-- y la de fervoroso abertzale, militante del Partido Nacionalista Vasco, a lo que hay que añadir una actividad cultural en Argentina, polifacética y valiosísima, en especial en la década 1940-1950, riquísima en lo cuantitativo y cualitativo, que es donde el quehacer de Bingen adquiere un nivel muy difícil de superar.

Bingen Azarloza Urquiza nació en la localidad bizkaina de Zornotza-Amorebieta en 1921 en un hogar euskeldun, manteniendo su euskaldunidad a lo largo de su prolongada vida.

Contaba 15 años cuando estalló la guerra y vio sobrevolar los aviones de Hitler y Mussolini que, aliados a Franco, bombardeaban y ametrallaban la tierra vasca. Fui oyente en varias ocasiones de su desempeño como vigía desde la torre de una iglesia, avizorando el venir de la aviación totalitaria.

Después del genocidio de Gernika, llega al estado francés, donde participa como dantzari, en especial como aurreskulari, baile que ejecutaba con extrema habilidad y técnica.

En 1938 llega Bingen a Argentina y se integra de inmediato al Laurak Bat de Buenos Aires y al grupo de baile de Acción Vasca, participando en festivales benéficos organizados por Emakume Abertzale Batza en favor de los refugiados en Iparralde.

Comienza entonces a cultivar una veta humorístisca, como maestro de ceremonias, labor en la que nadie lo ha podido superar.

En 1940, otro exiliado y dantzari, integrante del famoso ballet Eresoinka, Satur Salegi, enseña en Buenos Aires a un grupo de jóvenes el baile del suletino, que no se había bailado anteriormente en Argentina. Además de Salegi integraban el grupo Bingen Azarloza, Néstor Basterretxea, Xabier López Mendizabal y Xabier Cunchillos.
 
En la década de 1940-1950 van surgiendo en Argentina nuevas euskal etxeas: Tandil, Mar del Plata, La Plata, Necochea, Villa María... La actividad llega hasta los alumnos del Colegio Euskal Echea de Lavallol. Son años en que la dedicación como dantzari de Bingen no se limita a a Buenos Aires, sino que viaja fines de semana a Necochea especialmente y a otros lugares para conformar o apuntalar los primeros grupos de danzas de esos centros.

Cuando el donostiarra Luis Mujica crea Saski Naski como espectáculo artístico de primer nivel donde se aúnan danza y teatro, Bingen será uno de sus integrantes, como también será otro famoso dantzari, José Mari Echevarria, residente por años en Mar del Plata.

En Saski Naski, Bingen será también el primer intérprete en Argentina del impactante baile de los arrantzales, Katxarranka.

En 1948 se radica en Mar del plata y su actividad cultural en el Denak Bat será superlativa. Profesor de danzas, coreuta, creador, director y artista de un grupo de teatro...

Desde su buen humor y su condición innata para la comunicación, Bingen usará sus talentos y llegará a ser un formidable difusor de la Cultura Vasca, más allá inclusive de los ámbitos de la comunidad argentino-vasca.

Allí donde vaya, será el insuperable maestro de ceremonias y animador de cuanta fiesta se lleve a cabo, Aberri Eguna, San Ignacio, San Miguel...

Su llegada y aceptación por el público era total e inmediata. Sin haber estudiado Públicas, las ejercía magistralmente, dentro y fuera de un Centro Vasco,

Soy testigo prersencial de lo que significaban en la década del 60 y aún después sus entradas al bar del Laurak Bat porteño y la oleada de alegría, humor y jolgorio que ello producía.

Las dos veces que fui a Mar del Plata a dar conferencias estuvo entre el auditorio, como siempre amable y brindando su apoyo a toda acción cultural vasquista, más aún si ésta estaba relacionada con el Euskera. Esta opinión personal es compartida por colegas argentinos y vascos que han hablado en el Denak Bat marplatense.

Casado con Maria del Carmen Corta, tuvieron cuatro hijos: Maite, María Isabel, Jon y José Martín, de quien recibí tan triste noticia.

Estoy convencido que allí donde esté Bingen, con humanismo, sano y contagioso amor y profundo vasquismo, organizará a los que están a su alrededor.

NOTA: En estas líneas nada nuevo aporto a quienes lo conocieron y trataron. Mis palabras van más bien dirigidas a quienes no lo conocieron, en especial a la juventud, porque lo vasco en Argentina necesita de personas como Bingen Azarloza Urquiza, a quien muy bien cuadra el pensamiento que en 1905 expresara Carlos Pellegrini, con su deseo de que en la sociedad argentina del mañana se reconozca al tronco euskaro no sólo por sus apellidos, sino sobre todo por las cualidades de este Pueblo.