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¿Es democrático el nacionalismo español? Los articulistas cuestionan la postura de quienes 'no aceptan el diálogo, ni la voluntad de la mayoría libremente expresada, ni consienten el debate en un parlamento' (en Diario de Noticias, de Pamplona)

28/01/2004

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[Por Jon Gurutz Olascoaga, Luis Bandrés, José Ignacio Ruiz de Larramendi, Lamberto Benito del Valle y Baleren Bakaikoa, profesores de la Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea]

Hace ya varios años, el conocido profesor Fernando Savater escribió en este mismo periódico un artículo que ha sido de referencia para el nacionalismo español titulado La prueba del algodón. Sucintamente su tesis consistía en que dado que el nacionalismo vasco defendía al igual que ETA la autodeterminación y que ETA era una manifestación extrema del nacionalismo, el llamado nacionalismo democrático no superaba la prueba del algodón, es decir, si se frotaba manchaba con sangre.

Esto supuso un punto de inflexión y un salto cualitativo muy importante en la forma de atacar al nacionalismo vasco. Hasta entonces sus aspiraciones eran legítimas si se defendían por vías políticas. A partir de aquí ya se empezaba a cuestionar la mayor, el nacionalismo vasco era intrínsicamente ilegítimo, aunque estuviese sustentado por una centenaria y ejemplar trayectoria democrática. De esta forma, y así de sencillo, se retrotraía a los tiempos de la dictadura, pero dándole una envoltura más pretendidamente científica.

Un filón así no podía pasar sin ser convenientemente explotado y enseguida le siguieron otros muchos, destacando en el campo llamemos intelectual el catedrático navarro Aurelio Arteta. Éste viene repitiendo incansablemente desde hace ya tiempo lo mismo, expresado de una forma u otra, en un contexto u otro, con un argumento u otro, pero siempre con la misma idea medular: el nacionalismo vasco es ilegítimo, sus ideas y aspiraciones son inmorales y todo ello unido también con furiosos ataques al euskera como parte importante de, para él, ese mundo. Quizás haya sido uno de los ideólogos de su paisano Miguel Sanz en su cruzada contra la presencia del euskera y los símbolos vascos en Navarra, y nos sirva a los ciudadanos vascos como advertencia de la que nos puede caer cuando esas ideas se unen al poder.

Poco tiempo pasó sin que estas continuas manifestaciones no diesen su fruto: el enemigo a batir por tanto ya no era ETA sino también y fundamentalmente el PNV y EA y, posteriormente, el para ellos pusilánime y filonacionalista IU. Así hemos llegado a la situación actual de criminalización del gobierno y Parlamento vasco, siendo habitual en muchos comentaristas y políticos la repetición machacona, goebbeliana, de que el tripartito ampara, defiende o es lo mismo que ETA. La falta de cordura y el mal perder por no conseguir ganar una sola elección, lleva a veces a estos extremos donde todo vale, aunque no sea cierto, para batir al oponente.

Pero creemos que ha llegado también el tiempo de hacer una reflexión en sentido inverso, es decir, si el comportamiento del nacionalismo español se ajusta o no a prácticas democráticas. Entendemos innecesario extendernos en la legitimidad de las diferentes opciones que se puedan plantear en este asunto, desde la pertenencia sin reservas a España hasta la completa independencia, de lo que se trata aquí es de analizar la calidad democrática de quienes se oponen a las tesis autodeterministas o incluso a un proyecto de reforma del Estatuto de un cierto calado.

Creemos que en este tema hay que hacer una gran división: por una parte, los que oponiéndose respetan la igualdad y el derecho de todos los ciudadanos a la hora de defender su proyecto y asumen con normalidad la voluntad de la mayoría. Es esta una actuación, no hace falta decirlo, democráticamente irreprochable. Pero existen también aquellos que no sólo se oponen a cualquier reivindicación nacionalista vasca, lo cual es muy legítimo, sino que no admiten el ámbito vasco de decisión, lo cual ya es más discutible, y es que ni tan siquiera admiten la posibilidad de debatir un proyecto en un Parlamento. Por no decir los que confían la unidad de la patria al ejército o los defensores de la última reforma del código penal, castigando con cárcel, en este caso al lehendakari, si convoca un referéndum.

Esta aberración jurídica y democrática, que ha sido contestada por 150 catedráticos y profesores de Derecho Penal españoles y una parte importante de la sociedad, ha sido lamentablemente recibida con alborozo, no sólo por parte del partido que la ha auspiciado, sino por numerosos políticos, comentaristas y colectivos del estilo del inefable Basta Ya o Plataforma por la Libertad. ¿Piensan de verdad todos estos radicales nacionalistas españoles en que les queda alguna legitimidad democrática y de que superarían limpiamente la prueba del algodón?

Parece claro que quien no respeta el diálogo no acepta la voluntad de la mayoría democráticamente manifestada en las urnas, no consiente que se pueda debatir en un parlamento y encima envía a la cárcel al adversario, no es un ejemplo de civilidad ni de comportamiento democrático, sino que se está deslizando, si no está ya totalmente inmerso o ha estado siempre, en un inquietante totalitarismo que quizás todavía esté aún lejos de pronunciar su última palabra.

(publicado el 28-01-2004 en el Diario de Noticias de Pamplona)


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