diáspora y cultura vasca
19/07/2012
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Vitoria-Gasteiz. El Secretario General de Acción Exterior, Guillermo Echenique, ha elevado la propuesta de Resolución de adjudicación de las ayudas de extrema necesidad a personas miembros de las colectividades vascas en el exterior para el año 2012. Se recuerda que estas ayudas se tramitan a través de los centros vascos a que pertenecen o que están más cerca de las personas solicitantes, que han de hallarse en situación de necesidades asistenciales o en situación de extrema necesidad.
La Resolución sólo adquirirá fuerza legal cuando sea publicada en breve en el Boletín Oficial del País Vasco, pero quienes deseen consultar el listado provisional de personas beneficiarias pueden hacerlo en la web www.euskadi.net/euskaldunak, sección "Programas y Ayudas", aquí.
Si bien es cierto en Antioquia numerosos apellidos son vascos, las migraciones tienen mas de 200 años y realmente no existe una conciencia de lo vasco, más allá de los apellidos y el descubrimiento que desde lo cultural, hacen los intelectuales con base en los apellidos. Por esta razón la llamada Casa Vasca, es solo de dos familias de reciente migración, que supongo han asumido el trabajo de enseñar a los antioqueños acerca del origen vasco de sus ancestroslejanos. Muchos antioqueños piensan que su origen es judío o sefardita, pero esto es común en toda América, sin que entre nosotros existan hábitos y costumbres de vida israelitas. Nosotros somos resultado del mestizaje entre españoles de todas regiones, afrodescendientes y los indígenas americanos, que preexistían aquí antes de la invasión europea (descubrimiento) y que en 500 años ha diluido las culturas de origen, dando lugar a en nueva, que es latinoamericana, con matices regionales.
Jorge Urrea, 07/08/2012 23:19
Los privilegios de Vizcaya y la asunción de la soberanía institucional a propósito de los 200 años de Independencia. Un relato de cómo captar ayudas públicas en épocas de crisis
Jueves 19 de julio 2012, tarde calurosa en un pueblecito del Véneto italiano, las alertas del correo electrónico hacen su tarea, reaccionan al confluir las palabras claves: vasco y Antioquia. Abro el correo y leo las noticias esperando encontrar algo sobre la relación vasco-antioqueña, para publicar en los blog de los que formo parte y colaboro. En esta ocasión me llega un boletín oficial del Gobierno Vasco referente a la oficina de Acción Exterior, informando sobre subvenciones a vascos o sus descendientes en condición de EXTREMA NECESIDAD. Esta ayuda por primera vez era obtenida por una persona residente en Medellín, de nacionalidad colombiana y perteneciente a la Casa Vasca de Antioquia. Lo anterior me generó muchas sospechas, que quisiera hacerlas públicas, iniciando por relatar el proceso de fundación de esta institución.
La pérdida de la soberanía institucional y los derechos que otorga Vizcaya
Para empezar, debo confesar que por estas épocas he estado leyendo mucho sobre los procesos de independencia hispanoamericanos para realizar mi tesina sobre la independencia del Estado de Antioquia. Por esto, temo verme influenciado por aquellas lecturas y es probable que mezcle uno y otro tema al intentar hacer una simple denuncia de corrupción en épocas de crisis, diferente, por cierto, a la crisis que vivió España entre 1808-1826. Todo esto me lleva a pensar sin embargo, que hay cosas que pese al advenimiento de la modernidad no han cambiado. Quizás sea un tema de mentalidades, rezagos del antiguo régimen o como mencioné, un reflejo indeliberado que me hace mezclar uno y otro tema.
Uno de los aspectos claves de mi investigación es analizar cómo las independencias americanas, fueron un proceso de guerra civil que enfrentó a españoles americanos y europeos que se asumían como leales a la monarquía, contra otros de igual procedencia que entraron en rebeldía contra el sistema monárquico. Centrándome, en especial, en aquellos vascos y sus familias que en esta guerra fratricida entre patriotas y realistas en tierras antioqueñas, tomaron posición de uno u otro bando, para así observar el cambio cultural que sobrepuso la adopción de códigos modernos y el choque con los valores derivados de la tradición.
De estos vascos y familias declarados como súbditos del monarca español, varios se vinculan al rey pensando en los llamados “Fueros de Vizcaya”, una serie de prerrogativas y privilegios otorgados a los nacidos en sus comarcas, que se extendían a sus vástagos, cubriéndolos con estas preferencias.
Bajo esta perspectiva, aunque parezca increíble, la yuxtaposición de valores tradicionales en épocas modernas se presenta aún con frecuencia en América, pese a que el proceso de descolonización lleva ya poco más de 200 años. Es a esa cuestión a las que hago referencia, al observar que esta se oculta en sus formas arquetípicas o en sustratos de ideas ocultas, las cuales se hacen evidentes a través del conflicto.
Esta historia comienza unos 8 años atrás cuando intenté fundar una casa vasca en Antioquia, para ello, realice los estatutos e invité a algunas personas para que se sumaran a este proyecto. Por mala fortuna, allí coincidieron un grupo de individuos y familias con intereses no muy filantrópicos y culturales –como se supone se deben conformar este tipo de instituciones– sino personales y egoístas. Eran principalmente dos familias de peninsulares y metafóricamente hablando “súbditos del rey” –los Zulategi e Izaguirre–, quienes junto con sus vástagos, clientelas y amigos, fueron haciéndose del control de la institución. Todo comenzó al ellos legitimar su preeminencia afirmando que mi novia y yo, que no éramos vascos por no haber nacido allí, los habíamos reunido a ellos que sí eran vascos para poder formar la institución –lo narraban como si fuese este un designio de la providencia–. De esta forma, asumían una condición de naturaleza privilegiada que los hacía depositarios de la soberanía y control de la Casa Vasca. Yo, como buen criollo, orgulloso de haber nacido en Antioquia y nostálgico de mis ancestros vascos respondí citando al novelista Pierre Llandé: “Para ser un auténtico vasco se necesitan tres cosas: llevar un apellido sonoro que hable de su origen; hablar la lengua de los hijos de Aitor; y tener un tío en América y, de preferencia, panadero”, aunque de estas tres me salen las dos primeras, pues no recuerdo haber tenido tíos panaderos de profesión y mis ancestros vascos por parte paterna y materna han estado en América por lo menos desde el siglo XVIII.
Así que rememorando aquellas épocas coloniales en las que el derecho natural o de naturaleza, otorgaba privilegios a los nacidos en las muy nobles comarcas de Vizcaya, y más allá de hacer eco del conflicto entre criollos y peninsulares que se estaba presentando en esta institución; pensé en tolerar aquellos agravios y todas aquellas irregularidades que se presentaron, asumiendo –también por sentido pragmático– que lo más importante era cumplir el objetivo de crear una casa vasca en Antioquia. La primera casa vasca institucionalizada en Antioquia, pues si atendemos al carácter no formalizado, en mis investigaciones he rastreado la historia de grupos o tertulias familiares –que en mi opinión eran casas vascas–, donde se contaban relatos de los vascos, formadas en pleno proceso de las revoluciones hispanoamericanas y por tanto perseguidas por el bando de aficionados a la independencia.
En ese devenir de infortunios dentro de la Casa Vasca estuvimos vario tiempo, hasta que un día, finalmente –mí novia y yo– ya cansados decidimos renunciar. Nos fuimos desilusionados, pues se cumplió nuestro temor de que el proyecto por el que luchamos varios años atrás, había pasado a manos sórdidas e inescrupulosas, perdiendo así su rumbo, razón social y objetivos. Como añadidura a esto, al observar que las irregularidades se acrecentaban con el tiempo, realicé una denuncia oficial ante el Gobierno Vasco, poniéndolos al tanto de todas las irregularidades que se presentaban allí –de las cuales no voy a entrar en detalle, en tanto se encuentran consignadas en la denuncia–. Esto sucedió hace casi dos años atrás y aún sigo esperando su fallo, en épocas de independencia se hubiera demorado un poco más debido a la velocidad en que circulaba la información, pero hoy, superado este inconveniente espero llegue muy pronto.
Como captar ayudas públicas en tiempos de crisis
En las crisis independentistas americanas tanto españoles del pilar americano como del peninsular, se asumían como súbditos del rey o rechazaban su autoridad y soberanía, militando o cooperando en uno de los dos bandos. En el caso de los realistas es curioso que en la provincia del Cauca, un religioso de apellido Rentería, criollo nacido en América, se declarará súbdito y vasallo fiel al rey Fernando VII, alegando que su abuelo paterno era originario del señorío de Vizcaya. Esta es una de esas pocas ocasiones en donde los investigadores podemos observar cómo se movían los procesos de identidad, de sujetos que aun que nacidos en América se sentían originarios y vinculados a alguno de los Reinos de España. Quizás motivados por que esto significaba acceder a ciertos beneficios o aportaban estatus y privilegios, pero tal vez también intervendrían los sentimientos de pertenencia, las raíces e identidades generadas durante estos procesos de hibridación y aculturación.
Para ello, había que demostrar la muy noble condición y vinculación con los Reinos peninsulares, a través de unos documentos llamados certificados o probanzas de hidalguía, que contenían una complicada investigación genealógica y declaración de testigos sobre la calidad del solicitante y su familia. Por fortuna, los tiempos han cambiado y a nadie se le ocurriría portar un certificado de hidalguía para acceder a alguna prerrogativa, cargo o beneficio. Aunque, si analizamos con detenimiento, aún hoy después de poco más de 200 años, en algunas instituciones como las llamadas casas vascas se puede presentar situaciones similares. Una vez más retomo mi experiencia personal con este tipo de instituciones, donde pude observar que la serie de beneficios de los cuales democráticamente deben gozar sus afiliados, son otorgados con base en criterios clientelares y de linaje, poniendo en evidencia de nuevo el conflicto entre modernidad y antiguo régimen.
Experiencias como estas, también he tenido la oportunidad de apreciarlas a través de los relatos por parte de varios jóvenes pertenecientes a diversas casas vascas en otros puntos de América, quienes también expresan sentirse inconformes por que sus casas vascas son controladas por algunas familias y sus privilegios son repartidos a sus clientelas más cercanas, como si no hubieran sido suficiente doscientos años para erradicar estas prácticas arcaicas y antidemocráticas.
Un ejemplo claro de lo anterior es el accionar de la Casa Vasca de Antioquia Luis Zulategi, un actuar reticular, clientelar y según mi parecer colonial y de antiguo régimen. Este tipo de prácticas se hace explicitó en el correo que mencione al inició de este escrito, por el cual me entere sobre la más reciente subvención otorgada por el Gobierno Vasco referente a la condición de extrema necesidad de uno de los asociados de esta institución. El beneficiario de esta ayuda responde al nombre de Jorge Bilbao González, quien para acreditar esta situación de extrema carencia económica, se supone, tuvo que cumplir los siguientes requisitos:
a) Acreditar la pertenencia a la colectividad vasca, definida en el artículo 3 de la Ley 8/1994, de 27 de mayo.
b) Residir en el extranjero.
c) Carecer de bienes e ingresos que permitan hacer frente a necesidades asistenciales o a situaciones de extrema necesidad. A estos efectos se computará todo tipo de rentas percibidas por la unidad familiar incluso las ayudas, públicas o privadas, de naturaleza semejante a ésta. Estos ingresos no podrán superar el importe de la Renta Básica vigente en la Comunidad Autónoma del País Vasco a la fecha de la convocatoria de las ayudas.
d) Residir en domicilios particulares y no pertenecer a organizaciones, comunidades, instituciones que por sus reglas o estatutos estén obligados a prestarles asistencia.
En mi paso por la casa vasca de Antioquia tuve la oportunidad de conocer a esta persona, por esta razón, al ver su nombre en dicho comunicado, quede perplejo. Según la información que dispongo el citado señor no cumple el más importante de los requisitos mencionados “Carecer de bienes e ingresos que permitan hacer frente a necesidades asistenciales o a situaciones de extrema necesidad.” Debo aclarar, que nadie –y menos en estas épocas de crisis– está exento de un infortunio económico, ni siquiera el más rico se libra de un día a otro perderlo todo. No obstante, para combatir posibles fraudes apadrinados por instituciones que actúa como si fueran del siglo XVIII, pienso que una investigación exhaustiva del patrimonio familiar de los beneficiarios a estas ayudas despejaría cualquier duda al respecto.
Aportó para el sumario en el referido caso del señor Jorge Bilbao que cuando se presentó en la mencionada casa vasca, se mostró como una persona de clase alta, que alardeaba de su patrimonio representado en casas, un local comercial en arriendo y demás bienes familiares; además de ser representante de ventas y asesor de una multinacional textilera con cede en Guatemala. Todo lo anterior, junto a otras experiencias vividas con el mismo señor en la casa vasca citada y que debieron de estar consignadas en las actas que yo precedí cuando era secretario de esta institución, me hacen desconfiar de esta condición de extrema necesidad que intenta acreditar en complicidad de la casa vasca de Antioquia.
A parte de esto, me viene a la mente una inquietud sobre quienes pueden ser los beneficiados de estas ayudas del gobierno vasco, referente a que se entiende por ciudadano vasco en el exterior. Al respecto recuerdo que en una ocasión Jorge Bilbao afirmó que su abuelo era vasco, al interrogarlo dijo no saber ni donde nació, ni donde vivió, ni aportó ningún dato que hubieran sido de interés en mi investigación sobre los vascos en Antioquia desde finales del siglo XIX, por lo cual, fue descartado de la investigación. Añado además que los Bilbao, familia de donde seguramente proviene éste, hacen presencia desde el siglo XVIII en territorio colombiano.
Me pregunto si para ser parte de estas ayudas hay que acreditar ser descendiente vasco y cuál sería el grado, digamos “de consanguinidad”, no quisiera con esto compararlo con uno de aquellos certificados de hidalguía. Lo digo, simplemente porque en Antioquia los vascos hacen presencia desde el siglo XVI, desde entonces nos dejaron parte de su herencia, por esto, cuando me preguntan con curiosidad y extrañeza porque aprendo euskera, siempre respondo porque el euskera también es patrimonio de los antioqueños.
Supongo que de ampliarse la consanguinidad a generaciones más antiguas, miles y casi millones de antioqueños podrían ser beneficiarios de los programas del Gobierno Vasco con sólo afiliarse a la casa vasca –quizás por esto esta institución en Antioquia es controlada por dos familias que se perpetúan en las posiciones de poder, restringen el acceso a jóvenes, limitan sus actividades casi a una o dos por año y tienen una política de puertas cerradas al público, incluso a los oriundos de las provincias vascas–.
Por esta razón se suma a esta reflexión sobre las prácticas corruptas y clientelares de algunas casas vascas, el tema de la consanguinidad, sin duda un tema espinoso, dado que estaríamos de nuevo ante un conflicto entre la modernidad y el antiguo régimen, pues se otorgan prerrogativas, dadivas y beneficios a aquellos nacidos en las provincias históricas vascas, sus hijos y nietos. El resto, al parecer tienen una fecha de caducidad, situada en el mejor de los casos a partir de la tercera generación, por ello, no tendrían cabida coincidiendo con la visión de los Zulategui e Izaguirre que piensan en una diáspora vasca oligárquica, reticular y clientelar, como si en vano hubieran pasado estos más de 200 años.
En este contexto sólo queda preguntarnos ¿Cuándo se ejercerá un exhaustivo control de los recursos públicos destinados a las Casas Vascas para evitar posibles fraudes? La respuesta a esta pregunta parte de nosotros mismos, pues como en todo caso de corrupción y de traspaso de influencias lo que impera es la indiferencia o el silencio. No somos consientes que nosotros mismos podemos limitar el accionar de estas clientelas, cadenas o redes, asumiendo una actitud vigilante. Ejerciendo una ciudadanía activa, que vigile, controle y prevenga a todo nivel estos comportamientos ilícitos y antidemocráticos –permitidos en las sociedades de antiguo régimen–, que para nosotros hoy en teoría son prácticas retrogradas, ilícitas e injustas.
John Alejandro Ricaurte
Medellín, Colombia
John Alejandro Ricaurte, 04/08/2012 02:30
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