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«Verano del 36, memorias de un gudari» será el primero de los libros póstumos del recién fallecido donostiarra neoyorquino Mario Salegi que publicará Txalaparta (en Gara)

14/05/2005

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M.A./Donostia. El centro Koldo Mitxelena de Donostia fue escenario ayer de la presentación de «Verano del 36, memorias de un gudari», el primero de los libros póstumos que Txalaparta publicará del donostiarra Mario Salegi, fallecido el 22 de abril en Nueva York a los 87 años de edad. «Verano del 36» es un relato en primera persona de lo acontecido en Donostia desde la víspera del alzamiento fascista hasta la rendición de los militares sublevados en el cuartel de Loiola. Al igual que sucedió el sábado en Aralar, donde las cenizas de Salegi fueron aventadas, la viuda del escritor, Mirian Nurberg, estuvo ayer arropada por amigos y familiares.

“Verano del 36” es un relato de lo acontecido en Donostia desde la víspera del alzamiento fascista hasta que, unos días después, los militares sublevados en Loiola se rindieron a las fuerzas leales a la República, jornadas en las que se produjeron sucesos sangrientos, como los asaltos al Casino, donde se habían hecho fuertes los rebeldes, en medio de la angustia de la población ante el avance de los requetés hacia Irun.

Es ­después de “Morir en Irun” y “Operación Carlomagno”­ el tercer libro en el que Salegi, además de el autor, es el protagonista, pues el relato está basado en sus propias vivencias. «Yo creo que Mario aguantó al final más de lo que esperábamos porque tenía la ilusión de ver en la calle este libro, que dejó sólo a falta de la última corrección. Desgraciadamente, no lo consiguió», indicó ayer Iñaki Egaña, editor y biógrafo del histórico militante vasco.

“Verano del 36” está a caballo entre la crónica y la novela. «El objetivo de Mario es dar testimonio de lo vivido y lo hace de manera directa, sin complicaciones estilísticas; más que un literato, era un periodista. Para recrear las situaciones, recurre constantemente a los diálogos, y eso contribuye a ‘novelar’ el relato. Pero, crónica o novela, de lo que no cabe duda es de que son sus vivencias, son las ‘Memorias de un gudari’», subrayó Iñaki Egaña.

Entre los aspectos que el editor consideró reseñables del libro, quizá quepa destacar dos: el atípico «escenario ideológico» en el que se movía Mario Salegi y su trágica reflexión sobre la guerra.

En lo que al «escenario ideológico» respecta, Egaña recordó que, en 1936, Salegi acababa de abandonar las Juventudes Comunistas y se había acercado a Jagi-Jagi, organización que, aunque seguía la línea social de Eli Gallastegi, no dejaba de estar encuadrada en el PNV. «Si hoy pueden parecernos dos mundos muy diferentes, entonces eran irreconciliables, incluso había dudas sobre la actitud que el PNV tomaría ante el alzamiento», hizo notar Egaña. En aquellas circunstancias, Salegi se movía en una «cuadrilla» constituida tanto por camaradas comunistas y socialistas como por nacionalistas. «Esto da origen a situaciones paradójicas: ‘¡Me cago en Dios!’, exclama un miliciano, y, dos párrafos más adelante, un compañero abandona la trinchera para confesarse antes de entrar en combate. Como lector, estas paradojas convierten el libro en especialmente atractivo, porque, en general, las obras sobre la Guerra están escritas desde una óptica determinada. La de Mario también, pero él se mueve entre dos mundos, e incluso, con todo lo radical que era, habla con cariño de los carlistas».

En cuanto a la reflexión de Salegi sobre la guerra, el libro se hace eco de una posición suya conocida por quienes tuvieron ocasión de tratarlo. «Consideraba que aquella sangría, que se podía haber evitado, fue absolutamente inútil y que casi todos los grupos políticos terminaron traicionando sus ideales y a todos aquellos que combatieron por ellos».

Iñaki Egaña reafirmó el compromiso de Txalaparta de seguir publicando obras inéditas de Mario Salegi.


MIRIAN NURBERG: «Era vasco al 600%»

M.A./Donostia. «He perdido un gran amigo, un compañero, un amante y un amor. Es mucho para perder, pero estoy tan orgullosa de Mario que me compensa un poco pensar que ha tenido una vida tan productiva», declaró ayer la viuda del escritor, Mirian Nurberg.

«La primera pasión de Mario ­afirmó­ eran los vascos. Nunca hubiese identificado a los EEUU como su pueblo, porque su pueblo estaba aquí. Era tal su pasión que yo diría que Mario era vasco al 600%».

Nurberg dijo que, durante los 54 años que compartió con Salegi, éste nunca dejó de escribir. «Su productividad era enorme, y le admiro por ello, aunque sobre todo le admiro por su humanismo». Recordó que Salegi, «comunista en su juventud, aunque muy antisoviético, fue socialista siempre, siempre, siempre. Creía en el socialismo».

La necesidad compulsiva que sentía por escribir sobre sus vivencias se derivaba de una obligación moral autoimpuesta. «Tenía mucho que decir sobre su interpretación de lo que había pasado», declaró Nurberg. Se sentía obligado a dar testimonio para que la juventud no cometiera los mismo errores que, pensaba, había cometido la de su generación. Al respecto, en “Verano del 36” puede leerse un párrafo que no deja lugar a dudas: «Tratar de recordar estos días muchos años más tarde, nuestras emociones, nuestros sentimientos, no es una tarea nada agradable. No obstante, se lo debemos a la nueva generación de patriotas vascos que han mantenido en alto la bandera de la liberación del pueblo vasco».

Un «Vasco Universal» oficialmente olvidado

En el transcurso del acto de presentación de “Verano del 36”, Dodaka Salegi mostró su extrañeza por el hecho de que ninguna instancia oficial haya hecho pronunciamiento alguno sobre la muerte de su hermano Mario, quien, recordó, fue distinguido hace apenas un par de años como Vasco Universal, recibido en el Parlamento Vasco y agasajado por el lehendakari Juan José Ibarretxe.

(publicado el 14-05-2005 en Gara)


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