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«Euskaldun eta amerikanuak» en Boise; Jaialdi llega a su fin; miles de personas se han acercado; para muchos ha sido un gigantesco reencuentro de amigos (en Gara)

01/08/2005

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Ainara Lertxundi/Boise. Miles de personas, unas 40.000 según estimaciones de los organizadores, han participado en esta edición del Jaialdi que ayer finalizó. Pese al calor y al sol de justicia, las campas del Western Idaho Fairgrounds se llenaron durante el fin de semana. La apertura del Jaialdi, celebrada el sábado, reunió a centenares de personas, entre ellas, el lehendakari de Lakua, Juan José Ibarretxe, y la delegación de su gobierno, el alcalde David Bieter o el secretario de Estado, Ben Ysursa. Nadie se quiso perder este inicio que contó con la participación de grupos de dantzaris, aizkolaris, harrijasotzailes y bertsolaris.

El pabellón ubicado en Fairgrounds fue el escenario por donde desfilaron grupos de dantzaris de Idaho (Caldwell´ko Eusko Dantzariak y Etxeko Gazteak), Boise (Boise´ko Gazteak, Txantxangorriak y Oinkari), Nevada (Battle Mountain Oberenak Dancers y Zenbat Gara), California (Dantzari Gazteak, Gauden Bat), Oregón (Beti Alai Dancers), Galdakao (Andra Mari)....

Antes de dar comienzo al festival, todos los presentes se levantaron y con la mano en el pecho y en actitud solemne entonaron el himno de Estados Unidos tanto en inglés como en euskara. Son las dos caras de Boise, un lugar donde lo euskaldun y lo estadounidense forman una inseparable simbiosis. Ejemplos de este mestizaje de culturas son palpables en cualquier rincón y ornamenta. En el conocido «Basque Block», por ejemplo, la ikurriña junto a la bandera norteamericana son el adorno principal. Y en muchas casas se pueden ver ambas enseñas. Un claro ejemplo de este sentimiento fue el homenaje que se le rindió a la ikurriña en Festara; junto a ella se encontraba la americana.

Volviendo al Jaialdi, Ibarretxe agradeció una vez más el trabajo realizado por los vascos en Estados Unidos y, en concreto, en Idaho. «Gracias a vuestros padres y a los padres de vuestros padres, hoy tenemos las puertas abiertas aquí». Y, como ha sido habitual en sus intervenciones durante esta visita, el lehendakari abogó por situar al euskara y a la cultura vasca «en la plaza del mundo» y a realizar una defensa de ambas porque «si no lo hacemos nosotros no lo hará nadie y cada día veo cómo desaparecen lenguas como la nuestra». A la par, incidió en la importancia de «enriquecerse» con la cultural universal. El tinte político a las intervenciones la puso David Bieter con un «Gora Euskadi askatuta» al final de su intervención.

Dantzaris y aizkolaris

Mientras unos hablaban, los dantzaris se preparaban para salir y exhibir un amplio repertorio de dantzas tradicionales, y los aizkolaris calentaban y dejaban listos los troncos que luego iban a cortar. Fuera del pabellón, el sol obligaba a buscar inmediatamente una sombra bajo los árboles o a comprar con urgencia una gorra. Algunos fueron previsores y se llevaron la crema de protección solar (cuanto más alta fuera mejor). Los organizadores también previeron esta elevada temperatura y colocaron ventiladores con agua en diversos puntos. Al acercarse, además de una ligera brisa uno recibía una especie de sirimiri.

Las campas estaban pobladas de diferentes txosnas, algunas de venta de ropa (camisetas con la palabra Jaialdi y otro tipo de recuerdos), otras de bebida y también de comida (bocadillos de chorizo y solomo con pimientos en pan de molde y las tan famosas croquetas). Pero, al igual que ocurre en los bares de Boise y en el propio «Basque Block», para poder beber alguna bebida alcohólica, como cerveza, era obligatorio enseñar el pasaporte para demostrar la mayoría de edad. Si superabas el límite de edad, te colocaban una pulserita de color.

Si a lo largo de la semana, en «Basque Block» había carteles advirtiendo «No alcohol beyond this point. Thank you/No alcohol a partir de aquí», el fin de semana ya fue imposible traspasar para fuera la puerta del establecimiento. En cuanto alguien ponía un pie en la calle, un agente de policía le ordenaba que regresara al interior.

Pese a todo, el buen ambiente y los bailes al ritmo del acordeón y la trikitixa no han faltado. Los saludos entre euskaldunes de todas las partes del mundo han sido frecuentes. Para muchos, el Jaialdi ha supuesto conocer a familiares de familiares, y una buena ocasión para ir recomponiendo el árbol genealógico.

El euskara vizcaino, en la mayoría de los casos, ha sido y es la principal vía de comunicación. Según datos del censo de los Estados Unidos del año 2000, Idaho es, tras California, el Estado con mayor presencia vasca: un total de 6.637 personas se han identificado como vascas.

Los primeros pobladores procedentes de Euskal Herria llegaron a Idaho tras el descubrimiento de las minas de plata de De Lamar en 1889 y Silver City en 1890. Con el tiempo, gran parte de los inmigrantes vascos asentados en la zona se vieron vinculados al ganado ovino y al pastoreo, aunque no se trataba de personas con conocimientos ni experiencia en el sector. Las condiciones de vida y de trabajo eran extremadamente difíciles. En 1902, un prohibición federal decretada por la presión que ejercían los rancheros (criadores de ganado vacuno) decretó que los pastores no podían acercarse a menos de dos millas de ningún núcleo urbano. El sistema de trashumancia los mantenía aislados de cualquier contacto humano durante meses, y sólo cuando bajaban en invierno a los pastos más bajos se alojaban en hoteles o pensiones de vascos, donde encontraban un ambiente familiar.

Acoger a la inmigracion vasca

Estas casas de huéspedes se crearon a los pocos años de la llegada de los primeros inmigrantes y, se puede decir, que jugaron un papel fundamental. Aparte de dar alojamiento, sirvieron de punto de encuentro y como «fábrica de matrimonios», ya que las sirvientas, en su mayoría provenientes de Euskal Herria para ayudar a sus familiares, terminaban casándose con huéspedes.

El peso de estos hoteles recaía en las mujeres que, cuando bajaban del montes después de largos meses, ayudaban a los pastores a realizar gestiones en bancos, ante el médico y también hacían labores de traductora. Muchas vascas, incluso, iban a estos establecimientos a dar a luz, ayudadas por estas mujeres, que jugaron un papel tan importante en la colectividad vasca.

Precisamente, en el contexto de este Jaialdi, se inauguró uno de esos hoteles llamado «Cyrus Jacobs/Uberuaga House». Su interior permanece tal y como estaba en 1864, fecha en la que fue construido. A principios de 1910, se convirtió en residencia de familias vascas. Primero lo habitaron los Galdos, luego los Bicandi y, finalmente, en 1917, José y Hermenegilda Uberuaga.

En el panel informativo situado a la entrada, se dice que esta casa ofrecía calor de hogar tanto para los pastores como para los recién llegados. Las visitas son cada 20 minutos y una pareja vestida con trajes de época (que recuerdan a Scarlett O’ Hara en “Lo que el viento se llevó”) muestran la belleza de su interior. El acto de apertura contó con la presencia del lehendakari y de David Bieter y de muchísimas personas. A la encargada de cortar la cinta, con los colores de la ikurriña, le costó un poquito cumplir con su misión ya que no acababa de arreglárselas con las tijeras de gran tamaño previstas para ello. Tras unos minutos de espera, las puertas se abrieron y los primeros en visitar este histórico hotel fueron los componentes de la delegación de Lakua.

Durante estos días se han podido vivir situaciones curiosas o, al menos, llamativas para los de fuera. Una de las costumbres en Boise es que las parejas de novios posen frente al Basque Center, donde habitualmente también se celebran bodas. Al preguntarles a una de las parejas de novios que ayer se casaron en Boise si eran euskaldunes, él respondió diciendo «My amama is from Gernika (Mi abuela es de Gernika)».

La edición de este Jaialdi ya ha tocado su fin y ahora, para muchos, toca el viaje de regreso a casa.

(publicado el 01-08-2005 en Gara)


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