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«El arte incipiente vasco es rico, plural y muy potente»; El Aula de Cultura de la BBK en Bilbao acoge una exposición del artista navarro profesor de la UPV Angel Garraza (en Gara)

24/01/2006

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Bilbao, Bizkaia. El Aula de Cultura de la BBK (Elcano, 20, Bilbo) ha reunido la obra más representativa de las series que el navarro Angel Garraza ha creado en las últimas décadas. Es una oportunidad para revisar la trayectoria de uno de los escultores vascos que más expone fuera del país, profesor de varias generaciones de artistas en la Facultad de Leioa. Gran conocedor del arte incipiente de nuestra tierra, asegura que éste es «rico, plural y muy potente».

Angel Garraza (Allo, 1950) ha reunido para la ocasión algunas de sus obras más significativas producidas entre 1988 y 2006. La muestra arranca en el 88 porque fue el año en que Garraza mostró sus trabajos en este mismo espacio expositivo.

La exposición está compuesta por más de veinte piezas, todas ellas realizadas con barro. Distribuidas por el suelo y la pared, varias de ellas tienen un tamaño monumental, algunas son inéditas y muchas se exponen en Bilbo por primera vez. Ejemplo de lo que hacía hace veinte años es, por ejemplo, “Vía Láctea” (88), la de mayor tamaño de la exposición. Las últimas corresponden a la serie de la memoria, en la que el artista está trabajando actualmente. «Me interesa el tema de la memoria como pérdida, los mecanismos por los que olvidamos algunas cosas y retenemos otras», señala a Gara.

Con las primeras obras, el artista ya se identifica con el medio cerámico, material en el que están realizadas casi todas las piezas expuestas, excepto algunas de aluminio fundido. «En la muestra se puede ver cómo mi obra va evolucionando desde un discurso más formal hacia otro más poético y narrativo, que habla de los aspectos vitales del individuo», añade el autor. Sus obras, además, dicen mucho de la situación personal que atraviesa el artista en cada momento, aunque el espectador no lo percibirá tan claramente. «No son obras narrativas, más bien los sentimientos están ahí de manera soterrada y ambigua, aunque doy claves para entenderlas», asegura.

Garraza ha trabajado toda su vida intentando extraer todas las posibilidades al soporte cerámico. De hecho, ha desarrollado una intensa carrera de investigación y experimentación con el material, que ha sido muy valorada por la crítica internacional. «En las obras de los 80 se nota cómo aún está indagando caminos, pero en las que hace en los 90 ya se ve un proyecto muy definido ­apunta la comisaria de la muestra, Alicia Fernández­. Ahora mismo, es uno de los autores vascos que más expone en el exterior, dado el interés que su obra despierta en lugares como Japón». Actualmente, Garraza ­autor de la monumental obra “Sitios y lugares”, instalada en el Paseo de Abandoibarra de Bilbo­ expone su obra también en el Museo Ariana de Ginebra y prepara una muestra que será presentada en el Museum Gyeonggi-do de Corea del Sur.

Influencias como losas

Incluido en la generación de los ochenta, la influencia de Chillida y Oteiza en Garraza, como en sus compañeros, ha sido enorme. «Los siento como losas; por una parte, nos daban mucho empuje, nos dinamizaban, pero también hubo que liberarse de ellos e intentar salir adelante sin esa influencia que nos marcaba demasiado». Chillida y Oteiza representaban para esta escuela de escultores la «realidad del arte». «Todo lo demás que se hacía en el resto de España estaba a años luz. Aquello era muy fuerte para nosotros. Tuve mucha relación con Oteiza, una relación de amor y odio, claro. Fue muy importante para mí, una época muy bonita que ya quedó atrás».

Desde 1977, Garraza trabaja como profesor en la Facultad de Bellas Artes de la UPV y dedica todo su tiempo libre a la creación. «Al principio, lo de la docencia me creó conflictos; yo nunca había pensado dedicarme a la enseñanza, yo quería ser artista. Pero al poco de acabar la carrera me propusieron dar clases y me tentó porque enseñar es bonito. Aún así, hubo épocas en que pensé dejarlo, pero ahora, sin embargo, reconozco que me viene muy bien porque me saca del taller, que te acaba embruteciendo un poco, y me obliga a relacionarme. Y me encanta hablar con la gente joven. Me gusta la docencia; con los años, cada vez más».

Desde esa posición asegura que el arte incipiente vasco es «muy rico, plural y potente». Y recuerda que en la Facultad de Bellas Artes de Leioa estudian 1.600 personas. «Muy pocos se van a poder dedicar al arte, pero eso crea un caldo de cultivo y un ambiente. Además, está el Guggenheim, Bilbao Arte, hay muchas galerías... es un buen momento, porque se ve que cada vez la sociedad reclama más estos temas. Si lo comparas con lo que había hace unos años, cuando esto era una miseria...»

(publicado el 24-01-2006 en Gara)


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