"La víspera de San Ignacio, los jóvenes cenamos e hicimos gaupasa en la euskal etxea. A las siete de mañana llegó el resto de la gente y nos montamos en los coches y recorrimos las casas de las familias vascas, de una en una, tocando las bocinas, con música, despertando a los vecinos... En cada casa nos dieron algo de desayunar, y les bailamos. Es una fiesta muy bonita, pero para el mediodía terminamos agotados!", recuerda Eñaut Arretxe (foto Necochea EE)