Iban Gorriti / Bilbao. Prieto fue una mujer de referencia entre los vascos y españoles que residieron en Rusia en aquellos duros años de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. Ocupó el cargo de presidenta del Centro Español de Moscú. Además fue cofundadora y presidenta de Vasnigue, la agrupación de niños y niñas de la Guerra Civil en la Unión Soviética. Con su fallecimiento esta asociación desaparece. También fue miembro de la junta directiva de Archivo Guerra y Exilio (AGE), y desde 2019, de la Comisión de Honor. "Tenía 97 años y era una de las últimas resistentes", enfatiza la secretaria general de AGE, Dolores Cabra.
Juanita Prieto nació el 6 de noviembre de 1923 en La Reineta en una familia con tendencias políticas antagónicas. Su madre era comunista y por ello fue asesinada durante la Guerra Civil. Antes aquella mujer despidió a dos hijos –Juanita y Julián–, que partieron rumbo a la Unión Soviética, con parada en Francia. "Al recibirles con jamón y mortadela, Julián, de 7 años, no volvió a subir al barco y luego tuvo más fácil su regreso a España", valora Olga, hija de Juanita. Una tercera hermana de 3 años llamada Virginia se quedó en Bizkaia.
La entonces niña de 14 años –"dijeron que tenía 13 para que pudiera viajar"– llegó a Moscú. La joven conoció en el viaje a quien acabaría siendo su marido. Primero residieron en un orfanato con el resto de niños españoles. En el momento en el que Hitler apretó a los rusos, les enviaron a Uzbekistán y a Ucrania.
Mientras tanto, Juanita estudió Económicas obteniendo la nota máxima: todo sobresalientes. Su marido, el barakaldarra Rafael García, se especializó en pintura artística. "Como curiosidad, él ganaba más con sus cuadros que ella", recuerda Olga.
Una vez casados y con una hija, Olga, su siguiente destino fue Cuba. Ella, como traductora y economista; él, como traductor. Conocieron a Fidel Castro. "Guardaron muy buenos recuerdos de Cuba, pero mis padres decían que Fidel no se fiaba de nadie y salían a la calle para que no les escuchara hablar lo que decían".
Sin embargo, el sueño de Rafael siempre fue volver a casa, pero falleció a los 63 años de un infarto. Su viuda continuaba activa en sus puestos de organización política y ya afiliada al Partido Comunista Español, tras ser del Komsomol. La cosa iba poniéndose peor en Moscú y decidieron volver. Les llegó notificación de ir a un centro de retorno en Madrid, para niños y niñas de la guerra de todos los orígenes y destinos. "Mi madre pidió una vivienda en el País Vasco y se la dieron en Basauri. A continuación, vinimos con ella. Siempre hemos vivido juntos, por ello echo más en falta su presencia", se emociona Olga.
VIVIR PARA LOS DEMÁS
"Mi madre ha sido una mujer que ha vivido por los demás, que siempre ha estado preocupada por ayudar al resto, queriendo arreglar los problemas de los demás. Y lo pasaba mal si tenía que pedir algo para ella, cuando era inmejorable con cualquier trámite para otras", remarca Olga con la voz entrecortada.
El fallecimiento de Juanita ha supuesto un varapalo en AGE. La secretaria, Dolores Cabra, estima con cariño que "me pareció que la tendríamos con nosotros para siempre. Con su eterna sonrisa, su compromiso con la verdad, su altruismo y su generosidad. Siempre ayudando y comprendiendo la soledad de los niños y niñas de la guerra", arranca y va más allá en declaraciones a DEIA. "Se me ha ido Juanita, una amiga que siempre estuvo ahí, desde que la conocí en el Congreso que organizó AGE sobre el exilio en Madrid, en la Residencia de Estudiantes, en 1998. Fue siempre un gran apoyo para la ingente tarea que emprendíamos con el reconocimiento de los niños y niñas de la guerra. Me voy quedando sola al lado de la segunda generación. ¡Con toda la memoria que me transmitieron! ¡Qué tristeza y qué gran responsabilidad!", concluye.