Cuando Moisés Elías tenía 24 años decidió viajar a Ibiza para ir a visitar a su tía. El objetivo era quedarse una semana, pero a los pocos días de haber llegado le ofrecieron un trabajo como lavacopas en un restaurante. Allí se enamoró de la comida y se maravilló con los chefs y los cocineros, tanto que decidió estudiar gastronomía. En España se quedó por 20 años, formó una familia y terminó como jefe de cocina de algunos restaurantes top de la isla. Pero como la vida es un ciclo, Moisés volvió a su Necochea natal, dejó el glamour por la sencillez y ahora atiende y cocina sus platos mediterráneos frente al Océano Atlántico.
“Era joven, toda mi vida por delante, nada que perder y una tía que vivía en Ibiza y que me podía recibir. ¿Qué iba a hacer?”, dice Moisés, para no dejar dudas de que aquella elección era la mejor para aquel momento. Sin trabajo estable en Necochea, decidió partir. En principio con la idea de que fuera una semana, para conocer la isla paradisíaca española, pero al final se quedó por 20 años.
“A los pocos días de estar allí me ofrecieron trabajo como lavacopas en un restaurante y acepté. Me servía para tener algo de plata y poder quedarme algunos días más ahí. Pero con el tiempo me fui dando cuenta que me encantaba ver a los chefs cómo preparaban los platos, cómo los decoraban, eran artistas de la cocina. Fui mirando y aprendiendo y también fui creciendo hasta darme cuenta que lo que yo quería era eso, cocinar”, cuenta.
Mientras siguió lavando copas y secando platos, Moisés comenzó a estudiar para chef. Los veranos –cuenta- los trabajaba a full y en los inviernos aprovechaba para estudiar y continuar con la carrera: “Pasé de lavacopas a ayudante de cocina, después segundo cocinero hasta que al final logré quedar a cargo de la cocina, ese era mi objetivo”, narra y aclara: “Es que uno cree que Ibiza es toda joda y fiesta, pero también hay otra parte de la isla que es muy cultural, y es ahí donde intervienen los restaurantes. Muchos viajan hasta allí para probar nuevos sabores”.
Pasó el tiempo, 20 años, conoció a su mujer y tuvo un hijo, Bruno, que ahora tiene 12 años y que es algo así como un crítico gastronómico de lo que prepara su papá y también de los restaurantes que conoce por el mundo: “La tiene re clara y me encanta que le guste la comida tanto como a mí”, dice el padre. Pero la vida es un ciclo y –como dice una canción- el final es en dónde partí. Por eso Moisés decidió hace tres años dejarlo todo en Ibiza: vendió el auto, la moto, regaló las ollas y los platos, dejó el departamento y volvió a su Necochea natal.
“Quería traer acá todo lo que había aprendido allá. Cuando llegamos empezamos de cero, hasta que me ofrecieron la cantina del Centro Vasco. Un lugar ideal para elaborar lo que yo quería dar a conocer: la comida mediterránea, con productos que tiene nuestro mar y que no son muy conocidos ni utilizados, como la burriqueta, la trilla o el pez limón”, enumera.
El Centro Vasco también tiene un ciclo de espectáculos (la semana pasada Edda Bustamante llevó su unipersonal y el miércoles se presentarán Willy Crook y los Funky Torinos) y ahí el chef adapta su propuesta gastronómica a la cena show, por ejemplo, con pintxos vascos. Pero en el menú Moisés quiere destacar los platos que aprendió en Ibiza, como la parrillada de pescados y mariscos sobre una cama de papas españolas, típico de la isla. Tampoco falta la clásica paella.
Y si se habla del postre, ahí también hay show: el chef elige la Tarta Noruega, creada por un físico que descubrió la forma para que un helado se caliente y no se derrita. “Claro, el hombre descubrió que si al helado se le coloca una clara de huevo por encima y luego se lo calienta con fuego, no se derrite, porque impide el paso del calor. Nosotros le agregamos un bizcocho abajo y lo prendemos fuego delante de los comensales, que se sorprenden”, dice Moisés, que vivió en Ibiza, cocinó para megamillonarios y que ahora recrea lo mismo, pero en la sencillez de Necochea.