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Las primeras ikastolas de la Diáspora: 400 aniversario de la masacre de 1615 y glosarios vascos en Islandia (en Noticias de Gipuzkoa)

19/07/2015

Un grupo de trece marinos vascos se hallaba la noche del 5 de octubre de 1615 en una caseta de pescadores en Fjallaskagi, en el fiordo de Dýrafjörður, al noroeste de Islandia. Cinco de ellos velaban las txalupas mientras el resto dormía en el interior. Una partida de 50 hombres armados con hachas, cuchillos y estacas atacó por la noche, matando a los vigías. Acto seguido rodearon y asaltaron la caseta. Los nueve marinos del interior se defendieron durante horas, pero los asaltantes quebraron el techo.

Enlace: Noticias de Gipuzkoa

Xabier Irujo. Murieron todos. Posteriormente los agresores procedieron a trocear y a mutilar los cadáveres: arrancaron ojos, orejas y testículos de los cadáveres y abrieron los cuerpos en canal, extrayendo las vísceras de los mismos. Perforaron luego los troncos de los restos humanos y, atándolos entre sí con cuerdas, los arrojaron al mar. Los allí presentes se repartieron posteriormente el escaso botín. Tan solo un joven grumete de nombre Garcius logró escapar. Uno de los asaltantes, Bjarni Jónsson, contó lo ocurrido aquella noche al reverendo Grímsson y este último se lo relató a Jón Guðmundsson lærði (el sabio), quien lo puso por escrito: “Ahora que en Islandia era legal matar, llegó a ser algo fácil de hacer”. Las masacres se repitieron la noche del 13 de octubre, viernes, y la madrugada del día 14, con un saldo total de más de 32 marinos muertos.

A pesar de que la relación entre vascos e islandeses comenzó de forma tan sombría, en 1623 los balleneros reanudaron su industriosa actividad, abriendo un periodo de cien años de interacción comercial pero también social y cultural que arroja un saldo extremadamente positivo. Por ejemplo, en 1656 el pastor de la localidad donde habían trabajado aquellos balleneros en 1615 relató al obispo Brynjólfur Sveinsson que la población local estaba ocupada trabajando para los vascos, ya que estos, además de proporcionar carne y objetos útiles, especialmente objetos de madera, metal o tela, se convirtieron en una fuente de trabajo para los vecinos de las zonas por ellos visitadas.

Los anales del sheriff Magnús Magnússon incluyen la historia de un buque que naufragó en Bolungarvík en 1663. Sin posibilidad de volver a sus hogares, estos hombres se distribuyeron entre las granjas de la región, conviviendo con familias islandesas durante el invierno. Un documento escrito en Þingeyri (Dýrafjörður) el siguiente verano narra que uno de ellos, San Joan de Ansoa, había mantenido relaciones con una joven llamada Þórunn. Cuando el marino quiso abandonar la isla en primavera, ella lo acusó ante el juez de paz y Ansoa declaró que era ella la que lo quería seducir, y retener. Obviamente, San Joan no era un santo, como tampoco lo fue Kastero, el popular personaje de los versos de Etxahun.

Jón Guðmundsson lærði o Jón Ólafsson Indíafari, el que viajo a India, fueron algunos de los pioneros de la interacción vasco-islandesa. El primero nos legó su crónica periodística sobre los sucesos de 1615, que dedicaría a la memoria de sus compañeros vascos. El segundo trabó amistad en el curso de sus viajes transoceánicos con el ballenero vasco Jón Túlkur, llamado el intérprete porque hablaba bien islandés.

Fruto de la intensidad de las interacciones entre los balleneros y la población son los varios glosarios para facilitar la comunicación entre los miembros de ambos grupos. El lingüista Nicolaas Deen publicó en 1937 un estudio sobre los tres primeros glosarios, el segundo de los cuales, titulado Vocabula Biscaica, formaba parte de un manuscrito fechado en 1685, hace ahora 330 años. Recientemente, Shaun Hughes de la Universidad de Purdue encontró en la Houghton Library de Harvard un cuarto glosario de la misma época bajo el curioso título de nockrar Latjnu glosur, esto es, Ciertas glosas latinas.

Estos pequeños diccionarios no fueron escritos con fines comerciales, ya que apenas mencionan expresiones relacionadas con la caza de la ballena. En su conjunto constituyen un corpus de 859 palabras procedentes de variedades lingüísticas de Gipuzkoa, Lapurdi y Bizkaia, lugares de procedencia de los balleneros. Pero fueron escritos por islandeses, lo que sitúa su elaboración en los hogares de turba, semienterrados, característicos de la región. Compuestos a la luz de la lumbre, en la larga noche de seis meses del invierno islandés, dichos glosarios son el testimonio del interés que despertó en aquellas personas el aprendizaje de sus respectivas lenguas, euskera e islandés. Contienen muchas curiosidades, como por ejemplo una receta mágica para enamorar a las mujeres, incluida en el documento que conserva los glosarios.

Entre las expresiones incluidas en los mismos figuran frases hechas como “ungetorre sappelle gorre” (bienvenido boinaroja), expresiones poco ortodoxas como “gianzu caca” o “sickutta samaria” y locuciones curiosas como “mala gissona” (mal hombre o mala persona) y “kikomiciuca” (juego de niños que podríamos traducir como “la gallina ciega”). “Zatho enekin kanta” registró el autor islandés del cuarto glosario, y al vino tinto lo llamó “Navaria”, con denominación de origen.

Por ello, el pasado viernes se celebró en el Aquarium de Donostia el seminario internacional en conmemoración del 400º aniversario de la masacre de balleneros vascos ocurrida en Islandia en octubre de 1615. Pero también se celebraba el inicio de una larga interacción cultural entre las dos naciones, fruto de la cual fueron estas primeras ikastolas de la diáspora vasca creadas hace ahora cuatro siglos, a la luz de la aurora boreal.



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