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La ‘resurrección’ de los vascos perdedores de la guerra (en Deia)

17/03/2024

El grupo Pizkunde se convirtió en Caracas en un retoño coral del histórico y patriótico Eresoinka, al que con el tiempo acabaría sucediendo Veneuska

Enlace: Deia

Iban Gorriti. Eresoinka fue una masa coral mixta compuesta por 110 artistas vascos en el exilio, en la Euskadi del norte, en Sara, Lapurdi. Corría el calendario de 1937. Su director fue uno de los más destacados artistas vascos, Gabriel de Olaizaola, procedente de Eusko Abesbatza, de Donostia. No obstante, se crearon otros coros como el patriótico citado de referencia impulsado por el lehendakari Aguirre. Otro ejemplo que llegó a grabar también su repertorio fue Pizkunde, creado en el Centro Vasco de Caracas, de las cuerdas vocales de refugiados vascos asentados en la capital de Venezuela. Anton Garate fue su director.

En una segunda etapa, la batuta recayó en otro promotor de la agrupación como Paulin Urresti, personalidad vizcaina, nacido en Ondarroa, donde murió en 1993. Según informa el fondo Bernardo Estornés Lasa, fue exiliado tras la guerra de 1936-39 y destacó como promotor de actividades culturales y turísticas. Miembro de Eresoinka, formación en la que cantó como barítono, recorrió Europa con el coro, marchando a Venezuela al comenzar la Segunda Guerra Mundial. En aquel país fue uno de los más activos miembros de la colonia vasca, fundador de la Asociación Vasca de Socorros Mutuos y promotor de Pizkunde.

Según confirma Eresbil, Archivo Vasco de la Música que comenzó desde sus inicios en 1974 a recoger fondos y colecciones documentales relacionados con esta materia y sus protagonistas en Euskadi, fue el 28 de octubre de 1942 cuando el coro vasco Pizkunde, dirigido por Garate y acompañado por el txistulari Segundo Atxurra, hacía su estreno. “El concierto debió ser un éxito de público, pues se obtuvieron mil bolívares (moneda venezolana) de la época de beneficios”, ilustran. También en aquellos días, se fundaba el grupo Ekintzaleak, a diferencia del citado fuera de la disciplina del centro. Entre sus directivos, Jon de Oñatibia y Víctor Elguezabal. Su finalidad era la de difundir la cultura vasca: euskara, historia, música o danza.

“Dicen –afirma el exsenador Iñaki Anasagasti– que no ha habido mejor coro que Eresoinka, formado por indicación del lehendakari Aguirre tras la caída de Bilbao. Él consideró que los vascos debían mostrar al mundo la cara de un pueblo culto vencido por el nazi-fascismo y a tal efecto se creó el Eresoinka, que por pasarse todo el día ensayando tenía una perfección sublime”, pone en valor y detalla que asimismo nació de aquel impulso “el grupo de danzas Elai Alai y el equipo de fútbol Euzkadi”.

Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, algunos vascos consiguen refugiarse del franquismo en Iparralde y algunos de ellos, componentes de Eresoinka, llegan a Venezuela. En el país americano, aparte del Centro Vasco y la Asociación de Socorros mutuos, constituyen el coro Pizkunde, a modo de “resurrección” cultural de lo vivido y como identidad patriótica.

Según Pedro Arriaga, redactor de la publicación caraqueña Jazoera, Pizkunde nació en el lugar en el que el Centro Vasco tuvo su ubicación. Arrancaban trayectoria bajo la dirección del maestro Anton Garate y su primera presentación fuera del Centro Vasco se aplaudió en el Teatro Municipal, en ese momento el más importante de la ciudad.

El recordado estreno se llevó a cabo tras invitación cursada por la Asociación de Conciertos, bajo la presidencia del maestro Plaza. “Lograron un rotundo éxito y desde ese momento fue el foco de atención del público caraqueño hacia la calidad vocal del pueblo vasco, presentándose posteriormente en varios actos”.

Pizkunde destacó por su espíritu solidario, ofreciendo su repertorio a enfermos del Sanatorio Antituberculoso de El Algodonal o a los presos de la Cárcel Modelo en Catia, entre muchas otras intervenciones corales. En una segunda etapa, logró un enorme reconocimiento gracias a la interpretación de la Novena Sinfonía de Beethoven, bajo la batuta del maestro Galarza, interpretada por primera vez de viva voz en Caracas sus coros, o así mismo cuando entonaron el Aleluya de Haendel dirigidos en esta nueva época por Paulin Urresti, en un montaje teatral sobre la Pasión de Cristo, realizado en la plaza de toros llamada el Nuevo Circo caraqueño.

La ‘cantata criolla’

Pizkunde fue requerido para colaborar con eminencias del momento como Antonio José Estévez Aponte (Calabozo, 1916–Caracas, 1988), reconocido compositor, director de orquesta, clarinetista y oboísta. De su creatividad surgió la famosa Cantata criolla, para la que requirió al coro vasco Pizkunde para estrenarla. A juicio de Anasagasti, la Cantata criolla es un hito en la historia musical venezolana, “recibiendo el honor nuestro coro de comenzar los ensayos bajo la dirección de este maestro en nuestra Euzko Etxea del barrio residencial El Paraíso, acompañado del Orfeón Universitario de la Universidad central de Venezuela y algunos solistas”, estima. Fue tanto el prestigio del coro vasco de la diáspora que en un concurso cuya base era el Himno Nacional de Venezuela, por decisión del jurado quedó segundo, ante las airadas protestas del Maestro Estévez quien consideraba que solo podía dársele el primer lugar al Coro Pizkunde. “Cosas de la vida y del paso del tiempo, aquellos integrantes del coro fueron volviendo a Euzkadi o falleciendo pero dejaron grabado un disco que es toda una joya de coleccionista”, concluye.

El coro también estuvo presente en una interpretación histórica de la IX Sinfonía Coral de Beethoven. “El gran acontecimiento musical tendrá lugar a fines del presente mes”, informaba Martín de Ugalde en el periódico Elite del 4 de abril de 1950.

Las experiencias vividas dieron para incontables anécdotas. Quien fue presidente de Eusko Etxea de Caracas, Carlos Otaño, formó parte de Pizkunde, y dejó escritas varias. Entre ellas, Arriaga recuerda que, en una ocasión en 1957, fueron invitados a cantar a la alcaldía de Naguanagua, pueblo en el que celebraban la fiesta su patrona de igual nombre. El sacerdote local dio a conocer a la feligresía que la virgen era también la de Bilbao y pidió que interpretaran su himno. “Como nosotros no sabíamos el himno y ellos tampoco, cantamos el Agur Jaunak! El sacerdote, contento pensando que era el himno de la virgen y la feligresía lo mismo”, concluye.



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