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«‘Kantu bat gara’ ha conectado con la carga emocional de este pueblo». Video de la intervención de Jon Maia en Anoeta (en Gara)

12/03/2016

Se dice que las canciones, a lo largo de la historia, actúan como barómetro de la sociología sentimental de cada época. Se podría decir que el barómetro del acto político que se celebró en el Velódromo de Anoeta el pasado sábado marcó una ola de intensidad extraordinaria en el momento en que Jon Maia consiguió resumir el sentimiento de un pueblo a través de sus canciones, en un texto recitado.

Enlace: Gara

Mertxe Aizpurua. Los organizadores del acto le habían pedido un texto; el tema y el modo lo dejaron a su elección. «Suele pasar que cuanto más libre lo tienes, más difícil se te hace», explica, al tiempo que admite que el contexto era también especial. La salida de un dirigente político como Otegi, la vigilancia extrema –«no son buenos tiempos para la palabra y la libertad de expresión»— y la enorme expectación mediática suscitada en torno al acto obligaban, de alguna forma, a Jon Maia a hacer «algo especial», y asegura que esa presión hizo que, en un principio, no le resultara fácil dar con la idea.

A la hora de explicar la razón por la que su recital poético conectó con el Velódromo y que posteriormente el vídeo haya sido reproducido masivamente en las redes sociales, Maia cita varios factores. La carga emocional acumulada en este país es uno de ellos. «Hemos vivido muchas décadas a flor de piel, décadas de mucha intensidad emocional –declara–. Creo que conecta con eso. Algo que también conlleva que las canciones que se crean sobre ese suelo posean también una carga especial, fuera de lo normal».

El bertsolari habla de las capacidades que guardan las canciones. «Cada canción conecta en el interior de cada persona con un momento, una época, una vivencia, un recuerdo, una cara y una situacion. Con lo individual y también con lo colectivo. Cada mención que se hace en el texto a una esas canciones toca una tecla emocional en nosotros».

Un momento especial

Alude al simbolismo del Velódromo de Anoeta y al actual contexto histórico. «Estamos viviendo una larga inflexión, como sociedad y como país. No somos lo que éramos, ni tampoco lo que seremos», sentencia. «Estamos a las puertas de algo grande, pero está en nuestras manos darle forma y recorrido», cree. Por todo ello, vislumbraba que tenía «un buen marco y un buen momento para un poema como éste, para dar una especie de mirada retrospectiva, recordándonos lo que somos y hasta dónde hemos llegado». Y era un buen momento también, añade, «para ponernos en valor, sacar el orgullo: Después de miles, cientos de años y batallas, ‘hemen gaude’», resume.

Y es que Jon Maia visualiza la supervivencia de la cultura vasca, en su sentido más amplio, como algo intangible, «un espíritu, un sentimiento, una llama que llega desde miles de años sin apagarse». Ahí es donde funde la idea y la metáfora: «Una canción es algo que pasa por los siglos y por las generaciones, sin que pueda apresarse, ni matar, ni callar, ni encerrar porque es algo etéreo, intangible, algo que se lleva en el interior de cada uno, y a la vez es colectivo. Una canción o el secreto de nuestra supervivencia. De ahí viene la idea ‘Kantu bat gara’, de que somos una canción. No se me ocurre una forma mejor de explicarlo».

Sin ensayo ni pruebas

El texto fue concebido para ser leído en directo y ante un público muy numeroso. El acompañamiento de gitarra previsto se cayó y, a falta de una hora de iniciarse el acto, tuvo que improvisar. En el mismo recinto rescató por ordenador la música de Pello Ramírez, a quien le une una conexión que califica de especial. «Pello tiene un talento descomunal, su música es increíblemente evocadora y solo tuve que dejarme llevar por la melodía. Salí al escenario y, sin ningún tipo de ensayo ni prueba, su fuerza me empujó y me llevó casi ocho minutos en volandas».

Un texto que trasciende

Sorprendió rápidamente al público por la forma y por el contenido, pero Jon Maia no fue consciente del impacto hasta horas después. «Cuando haces algo tan especial siempre tienes miedo a que fracase o a que no funcione. Además, no pude ni tantearlo, apenas contrastarlo. Me di cuenta del efecto que tuvo después de terminar el acto, con llamadas de la gente y mensajes que no paraban de llegar. Los días siguientes han sido una avalancha. Creo que ha trascendido el ámbito del Velódromo y el del colectivo ante el que actué», resume.

La reacción suscitada le ha alegrado profundamente porque, señala, «es una satisfacción poder hacer algo que valga o ayude a mucha gente, superando barreras ideológicas. He recibido multitud de mensajes, muchos muy emocionantes, desde diversos ámbitos y todos muy de verdad, muy sentidos. No debemos olvidar que estamos en un contexto de dolor, de muertes, de presos, de torturas, de frustraciones... y que la carga emocional es muy intensa».

En este contexto, opina el bertsolari de Zumaia, «cualquier cosa es algo muy delicado. O es muy de verdad o no funciona. No hay sitio para frivolidades. Nosotros no somos así, esto no es un show, esto es la vida y la muerte, el miedo de verdad y la alegría sincera, el sueño y la pesadilla… todo muy junto, muy presente en nosotros. Mi vida y la de mucha gente esta totalmente ligada a ello desde la infancia. Para mí no es política, es vida. Dolor y felicidad».

A esa red de sentimientos engarzados, el público de Anoeta respondió con vibrantes aplausos a medida que Jon Maia avanzaba en su recital. Explica que se sintió envuelto por la atmósfera, y su alocución fue cogiendo ritmo, cadencia, intensidad y velocidad. «Lo hice muy de verdad –asegura–, sintiéndolo, no sé hacerlo de otra manera. Soy muy emocional, y creo que eso se transmitió y el público así lo recibía. Fue todo muy envolvente, y al mismo tiempo muy libre, creo que el caballo me llevaba a mí, más que yo al caballo. Algunas veces se crea la magia, así, sin ser uno muy consciente».

Una idea en seis líneas

No le llevó mucho trabajo escribir el texto. Hace tiempo que tiene en mente escribir un libro de poemas. Ha redactado cientos de ellos, pero nunca ha publicado ninguno, aparte de las canciones escritas a grupos y cantantes en los últimos 25 años, dispersas en discos.

Rescató del ordenador una antigua idea, esbozada en solo seis líneas, para unir canciones en torno a la historia del país y pensó que podía ser adecuado para el acto de Anoeta. No le costó rememorar las canciones: «Las llevo todas conmigo, algunas desde niño, aprendidas en cenas, comidas, con la cuadrilla de mis padres… Otras son las que hemos escuchado toda la vida en bares, otras son populares y están en la memoria colectiva, otras las he escrito yo… son la banda sonora de nuestra vida y la lucha por la supervivencia de este pueblo».

Ahora, a la vista del eco que ha cobrado su actuación, manifiesta sentir cierta pena por no haber incluido algunas otras, pero él no podía prever que sucediera de esta forma. Además, indica, «no se trataba de presentar una recopilación de canciones, sino de hacer una pieza artística, un mosaico o narración concreta de nuestra historia».

Preguntado sobre si las canciones le llevaron al acontecimiento o si fue al revés, si buscó la canción para el tema, responde que fue «una especie de caos organizado». «No tenía un guión evidente, lineal y previsible, por ejemplo, cronológicamente. Quería hacer algo que hablase de nosotros, en el sentido de pueblo y cultura».

Las líneas del texto que no corresponden a canciones son imágenes que Jon Maia lleva dentro. Así sucede cuando dice que en Ondarroa se le canta el ‘‘Boga Boga’’ a alguien que llevan preso. «Me lo contaron hace años y se me quedó grabado. También cuando digo que echan a la madre a bofetadas al suelo y lo enlazo con el texto de Sarrionandia/Laboa».

En ese recorrido recitado aparecen también Xabier Lete, Benito Lertxundi, Imanol, Antton Valverde, Pantxoa ta Peio… canciones que conoce desde niño y siempre le han acompañado. Y junto a ellos están Hertzainak, Kortatu, Negu Gorriak, Itoiz, Ken Zazpi, Berri Txarrak, Anari… «Son canciones que hablan de sueños, luchas, torturas y ausencias. Aquí –remarca Maia– ha habido y hay una gran crónica músico-literaria sobre la historia de este país, escrita por grandes letristas, escritores, poetas, bertsolaris... La historia no solo está escrita en libros».

Matalaz, principio y final

“Kantu bat gara” empieza y termina con la figura de Matalaz. Y Jon Maia tiene una razón para ese recuerdo de principio y final a quien cantara “Egun batez, jeikiko dira egiazko euskaldunak”. «Sus palabras tienen mucha fuerza. Cuando desea o sugiere que quizás algún día se levantará la gente de este pueblo… Empiezo con ese deseo que expresa antes de ser ejecutado, y que hoy en día es una canción, casi himno, de Benito Lertxundi. Y termino respondiéndole que sí, que su deseo se ha cumplido, que aquí estamos, vivos, levantados y cantando sus palabras mirando al futuro».

En su edición de mañana, domingo, GARA incluirá en sus páginas centrales del diario el texto “Kantu bat gara”, ese poema recitado, cosido con hilos de canciones, historia y sentimientos por Jon Maia y que ha despertado tantas emociones.

LO INTANGIBLE

«Una canción es algo que pasa por los siglos y por las generaciones sin que pueda apresarse, ni matar, ni callar, ni encerrar, porque es algo etéreo, intangible, que se lleva en el interior de cada uno y, a la vez, es colectivo»

EFECTO

«Me di cuenta del efecto que tuvo después de terminar el acto, con llamadas de la gente y mensajes que no paraban de llegar. Los días siguientes ha sido una avalancha. Creo que ha trascendido del Velódromo y el del colectivo ante el que actué»

HISTORIA

«Aquí ha habido y hay una gran crónica músico-literaria sobre la historia de este país, escrita por grandes letristas, escritores, poetas o bertsolaris. La historia no solo está escrita en los libros»



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