Mikel Magunazelaia. José Ortuzar Atxirika nació el 20 de marzo de 1898 en el caserío Urkieta de Forua, en el seno de una familia humilde. Era hijo de Antonio Ortuzar y Lorenza Atxirika y lo bautizaron en la parroquia de San Martín de Tours. En su juventud estudió para fraile durante varios años en el santuario de los franciscanos, en Arantzazu. Pero, posteriormente, abandonó esos estudios y se casó con Felisa Zubiaga, con quien tuvo cuatro hijos: Aurea (fallecida), Clara, y los también fallecidos Jon y Antonio.
José fue uno de los miembros más significativos del PNV de Forua durante la Segunda República. Antes de la Guerra Civil los jeltzales tenían una gran fuerza en la localidad, tanto en lo organizativo como en lo referente al apoyo social y electoral. Buen ejemplo de ello son los 70 afiliados del partido y de Emakume Abertzale Batza y la sede de todos ellos, el batzoki.
Su nombramiento como alcalde de Forua, tras las elecciones municipales del 23 de abril de 1933, condicionaría su vida. En estos comicios celebrados en el momento álgido de la Segunda República, el PNV se hizo con cinco concejales y unos 180 votos. Los electos jeltzales fueron Bonifacio Arrospide Omaetxebarria, León Usin Mintegia, Francisco Morgaetxebarria Idoiaga, León Madariaga Oar y José Ortuzar Atxirika. Gracias a sus estudios y a su preparación el último fue elegido para encabezar la corporación, aunque Bonifacio Arrospide le hubiera aventajado en dos votos. Los republicanos, con una organización de unos 20 miembros y dirigida desde Gernika-Lumo por Romualdo Elgezabal Apraiz, propietario de una cantera en Forua, obtuvieron cerca de 100 votos, logrando dos concejales: Manuel Idoiaga Madariaga (a quien mataron el 26 de abril de 1937 en el bombardeo de Gernika) y Hermenegildo Urrutia Etxebarria. La unión de las derechas, sin embargo, no logró acta alguna, al quedarse en unos 60 votos.
Como alcalde y representante de Forua, Ortuzar asistió el 6 de agosto al acto celebrado en Vitoria en favor del Estatuto Vasco. Según cuenta el vecino de Forua Pedro Agirre Irusta, que por aquel entonces tenía 10 años y jugaba en los entornos del bar, que regentaba su familia en el calero, de marcado carácter nacionalista, “José solía pasar por delante del bar andando para ir a trabajar desde su caserío Urkieta hasta el Ayuntamiento todas las mañanas, incluso los domingos. Trabajaba todos los días, no fallaba ni un día”. Recuerda también haber presenciado en el mismo bar reuniones y conversaciones del entonces alcalde José con otros dirigentes del partido nacionalista en las que no faltaba Santiago Pinaga. Pero aquella corta etapa terminó bruscamente con el estallido de la Guerra Civil, en 1936.
Acogida de refugiados
Muchos jóvenes del municipio fueron enviados a la pesadilla de los diversos frentes, cayendo y perdiendo la vida. Claro ejemplo de ello son los hermanos Anastasio y Félix Ibargüengoitia Pinaga, a los que la cruel guerra les arrebató la vida con tan sólo 19 y 22 años. Con el devenir de la contienda, las tropas de los franquistas estaban cada vez más cerca. Forua se convirtió en uno de los pueblos que acogieron cientos de refugiados expulsados y obligados a abandonar sus hogares, la gran mayoría mujeres y niños. Las autoridades locales pusieron a disposición de aquellas personas tan necesitadas todas las instalaciones posibles, entre ellos, el convento de los Padres Franciscanos, el hospital-asilo Calabria y varios caseríos. Pero la caída de Forua no era sino cuestión de tiempo. Para entonces, los alzados habían bombardeado sin discriminación alguna contra la población civil, arrasando totalmente pueblos enteros, fusilando sin piedad a cientos, entre ellos, al alcalde jeltzale de Estella Fortunato Agirre. Esa y otras noticias similares llegaron pronto a los pueblos repletos de refugiados que ya habían vivido el horror. Ortuzar se vio obligado a abandonar a sus hijos, su caserío, su pueblo y su patria, dejando atrás todo aquello que quería para emprender un viaje sin retorno, para irse a un exilio interminable. Junto a él partieron entre otros varios vecinos como Juana Beaskoetxea, presidenta de Emakume Abertzale Batza de la localidad y directiva del PNV, y Paulo Pinaga, párroco nacionalista de Gautegiz Arteaga que se refugió en Bélgica.
Mientras tanto, el resto de vecinos que no pudo refugiarse en el extranjero, tuvo que sufrir las represalias del nuevo régimen instaurado a base de terror y derramar sangre. Tras haber tomado Forua, las nuevas autoridades franquistas encarcelaron y fusilaron a tres forutarras el 22 de julio de 1937. Juan José Basterretxea Arrospide (republicano), Serapio Urrutxua Aldekozea (EAJ-PNV) y Santiago Pinaga Foruria (EAJ-PNV) fueron asesinados en el cementerio de Derio. Decenas de gudaris y milicianos fueron apresados y obligados a trabajos forzados en batallones de trabajadores. Pero a las consecuencias directas de la contienda, es necesario sumarle el sufrimiento, el hambre y las injusticias que sufrió la sociedad civil en la no menos dura posguerra.
Carta desde Francia
Como muchos vascos, José comenzó una nueva vida en Francia. Sus familiares aún conservan con mimo una de las cartas escritas de su puño y letra en la que se puede apreciar un recorte considerable justo encima de las señas que adjunta en la misma, que seguramente fue eliminado por el miedo de los familiares a que lo localizasen. En esa carta, deteriorada por las consecuencias del tiempo, sin el fragmento recortado y enviada desde Mont de Marsan en 1938, les hacía saber que trabajaba de contable en una granja con miles de aves y daba las indicaciones oportunas de cara a la primera comunión de su hijo Antonio:
12 de Abril de 1938.
Felicia de Zubiaga;
Amada Felicia y familia, recibí tu afectuosa carta que me llenó de alegría tanto por las buenas noticias y muchas, como por el afecto con que me escribís. Pero lo que más me alegra es que Antonio haga la primera comunión. Yo no podré estar en la ansiada fiesta, pero aunque yo no esté en esa, me tendréis siempre junto a vosotros, haced cuenta que en poco tiempo volveremos a estar unidos todos nosotros, aunque no me encuentre cerca de casa. A Antonio le das mi enhorabuena y que comulgue, un buen beso con todo el cariño paternal.
Estas estampas me las ha regalado mi señor amo para recordatorio de la primera comunión de Antonio;por lo menos no me las quiere cobrar.
Sábete, Felicia, que estoy sirviendo a un buen señor amo, pero en otro pueblo y muy lejos de San Juan de Luz, y con Elisa me comunicaré por carta. Estoy en un palacio al cuidado de los pollos -Chitas- que hay lo menos como mil, sin contar las gallinas. Figúrate en donde me he metido. Estoy muy bien y mi compañero está también muy cerca de aquí. Las señas son como sigue:
[Fragmento recortado]
Recuerdos a todos los amigos y vecinos, unos besos a todos los hijos y tu Felicia, recibe el afecto más cariñoso de un marido que nunca te olvida,
José Ortuzar.
Por desgracia, Clara recibió la noticia de la muerte de su padre cuando estaba a punto de recibir idéntico sacramento y hubo de retrasar la correspondiente celebración. José murió el 21 de junio de 1940 en Mont de Marsan, aunque en un listado que se conserva en el Archivo de Sabino Arana Fundazioa se indique que apareció muerto en Armagnac (Gers) en marzo de 1945.
La guerra no solo dejó al caserío Urkieta de los Ortuzar sin José. Rodeados de ruinas y restos de la contienda, a Aurea y Jon les explotó una bomba, provocando posteriormente la muerte de la primera e hiriendo de gravedad al segundo, que tuvo que sufrir las secuelas de aquel trágico accidente el resto de su vida.
Por todo ello, el Ayuntamiento de Forua rendirá un merecido homenaje a José Ortuzar. El acto, tendrá lugar el 25 de marzo, a las 12.00 horas en el salón de plenos, en la que se inaugurará una placa conmemorativa en su honor.
En este trabajo en favor de la verdad, la justicia y la reparación ha sido clave el testimonio de un ilusionado Antonio Ortuzar, hijo menor de José que nos ha dejado hace poco. Sin su aportación hubiera sido imposible rescatar esta parte de la historia en la lucha por la dignidad de nuestro pueblo.