Tras la entrada de Fidel Castro y sus barbudos en La Habana, en enero de 1959, los primeros expropiados fueron los partidarios del dictador Fulgencio Batista, después las propiedades estadounidenses y por último le tocó el turno a los otros que los comunistas consideraban ricos. Sus negocios fueron 'nacionalizados' en nombre de la revolución.
La isla de Cuba siempre fue objetivo y deseo de muchos emigrantes españoles, como los gallegos: la primera asociación gallega en Cuba se creó en el año 1871. Se calcula que unos 100 mil asturianos abandonaron el Principado de Asturias en la segunda mitad del siglo XIX y emigraron a América.
Todos los españoles iban en busca de trabajo, mejorar sus vidas, huir del servicio militar y de las guerras. Goletas, corbetas, bergantines, se hacían a la mar desde los puertos de Barcelona, Málaga,Cádiz, Santander, Gijón y La Coruña, entre otros. Iban en dirección a los puertos cubanos de La Habana o Matanzas. La travesía duraba de 40 a 50 días, si las condiciones de navegación eran buenas. De esos y otros puertos españoles, dos veces al mes salían distintos tipos de embarcaciones, llevando correspondencia, mercancías y pasajeros.
En1842 salió de Falmouth, Cornwall, Inglaterra un paquebote a vapor que hizo escala en La Coruña, Madeira, las Antillas y llegó hasta el Golfo de México. En1857 un buque de primera clase llamado Próspero salió del puerto de Bayona, Francia y surcó las aguas del Atlántico. Los pasajeros viajaban con gran comodidad y se les trató con decoro. Ese barco hizo la ruta de Montevideo y Buenos Aires.
Los vascos también tuvieron su presencia en Cuba. No era un grupo tan numeroso como el de los gallegos, asturianos y andaluces, pero cualitativamente superior. Principalmente se asentaron en La Habana y Cienfuegos y se dedicaron a la industria azucarera. Apellidos como Illarreta, Sotero, Escarza, Urioste, Arruebarrena y Barrayarza se hicieron conocidos en la isla.
Uno de los vascos más conocidos más conocido fue Agustín Goytisolo Lezarzaburu, bautizado el 17 de Julio de 1811 en Lekeitio, actualmente un municipio de la provincia de Vizcaya, País Vasco. Su padre procedía de Ea y su madre, Magdalena Lezarzaburu había nacido en Lekeitio. Agustín llegó a Cuba a los 19 años, buscando trabajo y formar una familia.
El 23 de Febrero de 1844, Goytisolo se casó con Estanislá Digat, cubana oriunda de Trinidad, hoy un municipio de la provincia Sancti Spiritus. Se estableció en Cienfuegos y tras años inciertos y duros, compró un ingenio azucarero llamado Simpatía. Comenzó a prosperar, compró nuevas fincas destinadas a la industria azucarera.
Agustín Goytisolo paricipaba en la vida social y en la élite política de la ciudad. Después de haber amasado una fortuna regresó a España y se estableció definitivamente en Barcelona, junto a su mujer, hijos, chofer y jardinero. Dejó los negocios al cuidado de su hijo Agustín Goytisolo Digat, pero no fue lo mismo. El Goytisolo emprendedor murió en Barcelona en marzo de 1886.
En los puertos cubanos era conocido José Andrés Galdiz, capitán del barco Isabel-Eleuterio. José Andrés hacía la ruta desde España, Trinidad y Cuba. Eran cuatro hermanos marinos oriundos de Ea. Uno de ellos, llamado Juan, se hizo famoso por ganar una apuesta en el puerto de La Habana a un catalán. El armador del barco se llamaba Ramón Solaegui, esto ocurría en diciembre de 1860.
En su novela Señas de identidad, el escritor Juan Goytisolo, menciona el antiguo esplendor de sus antepasados: "En todos los dormitorios de la casa, recibos de liquidaciones y balances bancarios que venían de La Habana, Nueva York y París". Eso fue antes de la guerra hispano-americana y la disgregación de la familia. De cuando había "una pomposa sala del consejo de administración, con una amplia mesa de trabajo, rodeada de sillones vacíos y el retrato de Alfonso XII".
En el libro se puede ver una foto del paquebote Flora, que fuera propiedad de la entonces próspera y rumbosa familia. También, borrosas postales de Cienfuegos, plazas desiertas, iglesias blancas y palmeras en los paseos. Una estación de ferrocarril y un variopinto grupo de guajiros, apostados en el tren de caña en el que podía leerse la inscripción: Mendiola y Montalvo. Las labores de la zafra azucarera ,la fábrica, los barracones y una plaza cuadrilonga despejada y limpia. Álvaro, el hidalgo pobre nacido en una provincia asturiana, astuto traficante, especulador de mirada cruel y altiva, delgados labios y torcido bigote en forma de manubrio.
O la imagen de la bisabuela resignada y muda, vestida de luto, esposa desengañada e infeliz. Suplantada en el lecho por las esclavas negras. Sin más refugio que la práctica melancólica de una religión consoladora y el cuidado de sus hijos conforme a las normas y preceptos de una moral tiránica, austera e inflexible. Esos hijos, cinco lustros después,obesos y calvos, prematuramente envejecidos y aplastados por el peso de sus enormes responsabilidades. Herederos de la fortuna ya que no del talento, virtuosos y egoístas, devotos y avaros. El abuelo Álvaro y la interminable procesión de tíos. La separación de la familia, las consecuencias de la guerra hispano-americana...
Ahí estaban, los nobles hijos de Vizcaya que no olvidaban a su patria amada y se esforzaban por tributarle recuerdos imperecederos, que colman de dicha a su país y apoyan la construcción del ferrocarril vizcaíno. Desde la rica y populosa La Habana hicieron entrega de 30 millones de reales y aún se esperaba más de ellos.
También había noticias terribles sobre dramas marinos. El bergantín Don Juan se dirigía a África, no sabemos sin con el objetivo de hacer el tráfico inmoral de negros. El barco iba pilotado por un plenciano llamado Goyarrola, el contramaestre se llamaba Goicoechea apodado Plata era de Olaveaga y otro joven que no sabemos su nombre. Algunos días después de haber salido de La Habana se sublevó la tripulación, asesinando al capitán Goyarrola y al contramaestre de la manera más salvaje que se puedan imaginar. En 1880, del puerto de Santander salía un vapor correo de línea regular, con destino a La Habana y Puerto Rico. Se llamaba Comillas y llevaba correspondencia, una carga con frutos coloniales, 132 pasajeros y 276 soldados, un confinado y cinco deportados.
Mención aparte merece la familia Castaño Capetillo.
Eran siete hermanos: Nicolás, el mayor, bautizado el 6 de diciembre de 1836; su hermano Patricio, tres años menor que él; las hermanas Reyes, Josefa, Juana María y Dolores y el benjamín José que nació el 8 de enero de 1856. El padre se llamaba Pablo Castaño y la madre Rosaura Capetillo. Los dos habían nacido en Sopuerta, hoy un municipio de la provincia de Vizcaya, País Vasco, él en 1808 y ella en 1817. El padre era un modesto labrador, con algo de tierra y desempeñó el cargo de comendador en su pueblo. Hasta el año 1653, el apellido Castaño se localizaba en Galdames, luego pasa a Bilbao, vuelve a Galdames y pasa definitivamente a Sopuerta. El apellido Capetillo tiene su casa solar en Balmaseda, en el barrio de Llantada, y también en Sopuerta.
Si damos crédito a la historia oral trasmitida de padres a hijos, no se sabe si fueron los dos dos hijos mayores, o primero Nicolás y luego Patricio, los que decidieron marcharse de su pueblo ante las buenas perspectivas de futuro en América. Ahorrando, pudieron comprar pasajes en un barco con destino a México, pero debido a una tormenta se desviaron a Cuba. Se cuenta que iban descalzos y llevaban las alpargatas en la espalda para que les duraran más.
La noticia de la llegada a Cuba es clara y está reflejada en la historia de ese país: Nicolas del Castaño y Capetillo llegó a Cienfuegos, Cuba, hacia 1849 o 1850. Solo y sin recomendaciones entró de dependiente en una bodega del señor Esteban Cacicedo nombrada La Diana. Blanco y gordo, Nicolás salía poco a la calle, pues los nativos se burlaban de él por su aspecto físico. Con esfuerzo y sacrificio, reunió un pequeño capital de 2 mil pesos, que le permitió convertirse en vendedor ambulante en la Sierra de Cumanayagua, al este de la Bahía de Cienfuegos. Se estableció en la Calzada Dolores y fundó una fábrica de velas y una pequeña tienda mixta. Pero todo lo perdió en un incendio que casi lo arruina.
En 1860, Nicolás ya un próspero comerciante de azúcar y forma sociedad con el asturiano Antonio Intriago Toraño y que se convirtió en la más importante de aquella época,dedicándose al comercio del menor y por mayor.
Un sobrino de Nicolás, hijo de su hermano Patricio, se casó con Adela Intriago, la hija del asturiano. Así se estrecharon los lazos familiares y económicos entre las dos familias, reforzándolos extraordinariamente.
El 9 de junio de 1877 se formó la razón social Castaño e Intriago S. y C., que existía desde el año 1863, pero ahora de una forma ya oficial. Para la importación y exportación hacen grandes inversiones en la industria azucarera, compran el ingenio Silverita en Padre Casas y el central Dos Amigos en Manzanillo.
La casa matriz y la sede de los negocios radicaba en la calle Santa Clara esquina Santa Isabel, en Cienfuegos, desde donde se manejaban los hilos comerciales y financieros. Fueron evolucionando y desarrollando nuevos negocios. En 1882 forma parte de la sociedad en comandita Cardona, Hartasánchez y Compañía. La sociedad formada pertenecía a Castaño e Intriago y tenía un capital social de 175 mil pesos de oro y 119 mil pesos.
Gabriel Cardona Goñalones era de origen catalán y su capital de 22 mil pesos. Los otros dos socios eran asturianos: Manuel Hartasánchez Romano y Vicente Fernández Toraño. La sociedad Castaño e Intriago invirtió con fuerza en la industria azucarera. También tenían partición en otros lugares de la isla,relacionados con la producción de azúcar.
El socio Antonio Intriago muere el 27 de mayo de 1886 y la sociedad se disuelve el 26 de mayo de 1890. La empresa llegó a tener un capital social de un millón 400 mil pesos de oro. Hubo una división de los bienes por parte de los herederos del asturiano y del vasco Nicolás Castaño Capetillo, entre otros, fincas urbanas en Cuba y Madrid; fincas rústicas; participaciones en ingenios azucareros; créditos a cobrar; barcos y representaciones en empresas de vapores. También poseían una venta de materiales de construcción y un almacén de madera y aserradero que desde 1860 los llevaba su hermano Patricio, quien en todos los negocios, permanecía en un segundo plano, un poco a la sombra de los negocios de su hermano Nicolás.
Otra de las empresas en las que participó Nicolás Castaño Capetillo fue la del alumbrado de Cienfuegos, que fuera financiado por Augusto Font, firmando el acuerdo el 13 de junio de 1890. En 1903 el central San Agustín fue adquirido por Nicolás Castaño para liquidar las deudas de la familia Goytisolo. Era una de las fincas más importantes de la época y estaba ubicada en Santa Isabel de las Lajas.
El central Andreita tenía vías férreas, locomotoras y producía millones de arrobas de caña. En el Constancia, uno de los centrales azucareros más grandes del mundo, Nicolás estaba asociado con los hermanos Apesteguía. Posteriormente pasó a manos de los americanos y pasó a llamarse Constancia Sugar Company. Por sus movimientos y relaciones financieras con las más importantes firmas nacionales y extranjeras, a Castaño se le llegó a considerar el 'príncipe de las letras bancarias'.
Antes de la primera guerra mundial, Nicolás Castaño hizo gran acopio de azúcar mientras su hermano Patricio lo hacía de manteca. Desde Cuba salían barcos al viejo continente con miles de sacos donde se leía "Castaño". El cataclismo azucarero de 1920 no les afectó: su fortuna salió intacta. El ilimitado crédito de don Nicolás fue un manto protector para muchas personas. Mantuvo relaciones con toda la élite comercial de la época: Intriago, Acisclo del Valle, el catalán Gabriel Cardona, el navarro Domingo Nazábal y los santanderinos Esteban Cacicedo y Laureano Falla. Las uniones matrimoniales con los Cacicedo, Falla, Gutiérrez, Nazábal, propiciaron la creación del clan más fuerte de Cuba en los albores del siglo XX.
Nicolás Castaño Capetillo murió a los 90 años, el 27 de enero de 1926 en Cienfuegos. Su vida la dedicó al comercio y la industria, logrando extender sus negocios por la isla. Hasta el final de su existencia, fue un hombre modesto y trabajador que jamás perdió sus hábitos. Nunca quiso aceptar cargos ni honores de ninguna clases. Durante la guerra de la independencia de Cuba se mantuvo al margen. A los 60 años de edad, Nicolás se había casado en Cuba con Amparo Montalbán Hernández y de esa unión tuvieron seis hijos: Rosaura, Carmen, Josefa, Concha, Nicolás y Pablo que murió de sarampión con cuatro años.
La muerte de Nicolás no implicó el cierre de sus negocios. La familia heredó un importante patrimonio que su hijo Nicolás Castaño Montalbán y sus yernos lo acrecentaron hasta el año 1959. Con la llegada de Fidel Castro y la revolución cubana, la familia quedó en una situación económica delicada.
Patricio Castaño Capetillo falleció en Sopuerta, País Vasco, el 5 de noviembre de 1915. Le habían otorgado la Gran Cruz de la Orden Militar y era presidente honorario de la colonia española en Cienfuegos. Patricio se casó también con una cubana, Caridad Padilla, nacida en Cienfuegos en 1848 y con ella tuvo dos hijos, Adela y Nicolás
A finales de 1880 en el padrón municipal de Bilbao figuraban su mujer y los dos hijos, vivían en la calle Correo No. 4, 4to. piso. Habían llegado a Bilbao hacia el año 1876. Patricio había preparado con tiempo el regreso a su patria vasca, dejó a su hermano Nicolás en la isla y repatrió su capital a España. Fue condecorado por el ejército español por méritos en combate, prestó sus servicios en caballería durante los primeros años de la guerra de Cuba.
Patricio siempre tuvo una relación muy estrecha con Bilbao y en particular con Sopuerta, su pueblo natal. Mandó construir un edificio en el ensanche de Bilbao de hormigón armado, obra del arquitecto Federico Ugalde que se terminó en 1914, un año antes de morir. Fue un mecenas y benefactor de su pueblo, donó dinero para la torre de la iglesia de San Pedro de la Baluga en Sopuerta. Hombre religioso, entregaba donativos a la iglesia. Mantuvo una relación estrecha con el Vaticano, que le ofreció un título nobiliario que él rechazó.
Patricio Castaño Capetillo fue de los primeros automovilistas que hubo en Bilbao con "chaffeur", a principios del siglo XX. Tenía permiso para oficiar misa en su capilla privada de Sopuerta, su pueblo, al cual económicamente ayudó para la canalización del agua. Su hijo, Nicolás Castaño Padilla, estudió en la prestigiosa Universidad de Eton, en el Reino Unido, y por su agraciado aspecto le decían 'monono'. Su esposa, Adela Intriago, era muy jovencita cuando se casaron, ella venía de una adinerada familia, con muchos negocios y socios de los Castaño.
Adela falleció a la edad de 16 años, de fiebre tifoidea, después de dar a luz a una niña llamada María de las Mercedes Castaño Intriago y que fuera criada por Caridad Padilla, su abuela cubana, y una institutriz inglesa..
Nicolás Castaño Padilla se mantuvo viudo durante mucho tiempo, hasta que se casó con Matilde Montalvo. La boda celebrada en La Habana, no estuvo exenta de escándalo porque una ex-amante despechada, por celos, intentó asesinarle y una bala rozó la oreja de Nicolás. Después de su segundo matrimonio, siguió con los negocios familiares: comercio, importación y exportación, consignatario y carenero de buques, entre otros diserminados por toda Cuba.
Su hija, María de las Mercedes del Castaño Intriago, se casó con Agustín Maruri Guillo, un gran aficionado a la fotografía y que llegara a ser director del Club Fotográfico de Cuba. El matrimonio huyó de Cuba en 1959, poco después de Fidel Castro entrara en La Habana y antes de que el gobierno revolucionario tomara medidas drásticas, como impedir la salida del país a cualquier cubano. Incluso parejas de españoles con hijos nacidos en Cuba tuvieron serios problemas para sacar a los hijos de la isla. María de las Mercedes y Agustín se establecieron en Madrid y en 1965 deciden mudarse a Bilbao, a su casa de la calle Marqués del Puerto esquina Arbieto, y se hacen cargo de sus propiedades en Bilbao y Sopuerta.
Ya en Bilbao, el matrimonio Maruri-Castaño con sus dos hijos, Rodolfo y Agustín, quien se había casado con Natalia Machado. Maruri intenta recomponer y arreglar el patrimonio familiar luego de muchos años fuera del País Vasco.
Doña Mercedes,señora de cabellos blancos de aspecto bondadoso y con un dulce acento cubano, murió en su casa de Bilbao a los 102 años, en la misma casa cuyos sótanos sirvieron de refugio durante la guerra civil.
José Castaño Capetillo, el más joven de los varones, también estuvo en Cuba con sus hermanos. De él se sabe muy poco. El clima cubano no le asentó a su salud y pronto se marchó a España. Perteneció a la Junta Consultiva del Círculo de la Unión Mercantil Hispano-Americana. Se casó con Facunda Cardona y Forgas y tuvieron un hijo llamado José. Facunda era hija del asturiano Cardona Hartasánchez, quien fuera industrial y comerciante en Cuba. José Castaño Capetillo murió el 21 de octubre de 1938 y un año después, el 20 de junio de 1939, falleció en Madrid su mujer, Facunda Cardona y Forgas.
Por su parte Reyes, Josefa y Dolores, las hermanas Castaño Capetillo, eran tres mujeres de "armas tomar" y muy "marimandonas". Cuando Patricio volvió de Cuba se trajo un criado negro llamado Rafael y vivía en su finca de Sopuerta. Un buen día, las hermanas quisieron darle un baño purificador, con la intención de 'blanquearlo'. Ante el nada placentero panorama nada el criado huyó despavorido. Las hermanas siempre estaban clamando contra él, le decían "Cubano haragán, que no trabajas". Se publicó un bando de búsqueda y captura: Se busca sirviente negro propiedad de la familia de Patricio Castaño.
El criado había nacido en La Habana en 1868, se llamaba Rafael Padilla, era hijo de esclavos, se quedó huérfano a la edad de 8 años y fue vendido como peón agrícola a la madre de un comerciante portugués. A los 14 años huyó de la casa y se dedicó a vivir de sus trapicheos. Se desconocen más detalles, pero entró a trabajar en la casa de don Patricio Castaño Capetillo, quien decidió adoptarlo y llevarlo con él a Bilbao.
El famoso clown inglés Tony Grice, alias Footit, lo descubre deambulando por las cercanías de la ría bilbaína. Tony solía viajar para actuar en las fiestas locales, con los circos Parish y Alegría, éste último propiedad de Micaela Alegría que en 1904 solía instalarse en la calle Rodriguez Arias. Quedó impresionado por su vigor físico y su arte como bailarín, lo contrató en su compañía y terminó trabajando con él de partenaire en algunos de sus números.
Rafael Padilla decidió ser conocido por el nombre artístico de Chocolat. Su número más famoso era montado en una mula salvaje que siempre acababa lanzándole fuera de la pista. En 1886 Foofit y Chocolat actuan juntos en el Circo Medrano de París, fundado por el payaso español Gerónimo Medrano. En 1899 los hermanos Lumiére recogen su actuación en una película. El triunfo le llega a Foofit y Chocolat a partir de 1906 en el Folies Bergère. A Chocolat lo había importalizado Toulousse-Lautrec en 1896, en un cuadro donde aparece bailando en el Irish Bar (más sobre Chocolat en el post publicado en este blog el jueves 20 de abril de 2017).
Texto y fotos tomados de El blog de César Estornés*
* El autor consultó documentos en la Hemeroteca Nacional de Madrid y en la Hemeroteca Diputación Foral de Bizkaia. También obtuvo información del artículo Ante la tumba de un clown, de E. Gómez Carrillo, publicado en ABC el 30 de octubre de 1921. Y en su blog dejó constancia de su agradecimiento a Agustín Maruri Machado por su desinteresada y generosa ayuda.
Leer también: La élite económica vasca en la región histórica de Cienfuegos1860-1898 y 50 años arruinados por Fidel Castro.