Cabe destacar la estrecha relación que durante muchos años mantuvo con el Museo Marítimo Vasco, siendo miembro de su equipo de asesores científicos. Pero la sombra de Shelma es mucho más alargada. Sus aportaciones brillarán por siempre entre aquellos pocos historiadores que impulsaron la recuperación de la historia marítima vasca del negacionismo y olvido en la que se encontraba relegada.
En aquellos años finales de la dictadura franquista e iniciales de la Transición la historia marítima vasca llevaba muchos años enmarcada en el ámbito de lo local. Desde el siglo XIX la historia era una rama del conocimiento vinculada a los estados nacionales, una disciplina creada para justificar y dar a conocer su carácter político e histórico. Mientras en otros países democráticos de Europa la ciencia histórica ponía su foco en la investigación y reivindicación de los restantes sujetos y causas históricas, en España ese cometido fue interrumpido por la Dictadura. En adelante, durante muchos años, la única historia, la única verdaderamente importante, sería la que analizaba el origen y evolución de aquella nación imperial llamada España. Todo lo demás, en el mejor de los casos, era considerado como una pequeña historia local, o provincial, y en otros un relato que debía ser relegado y olvidado.
En consecuencia, en aquellos años oscuros muchos vascos consideraban que habitaban un territorio carente de historia. Son muy significativas las palabras del lehendakari José Antonio Agirre recogidas en su libro De Guernica a Nueva york, pasando por Berlín: "...todas las naciones del globo conservan cuidadosamente en sus desvanes montones de cosas viejas –algunas de ellas antigüedades valiosas, pero en general pedazos de escombro- a las que llaman orgullosamente su historia. Los vascos somos pobres en esta clase de posesiones. Se ha dicho que nuestro pueblo, como las mujeres honradas, carece de historia. Yo más bien diría que el pueblo vasco, como los hombres honrados, no aparece en los papeles hasta tanto alguien intente algo malo contra él. Carecemos de historia en el sentido de que nunca nos lanzamos a empresas imperialistas...".
Este es el contexto en el que llegó Selma al País Vasco y procedió a revisar sus arrinconados fondos documentales con una profundidad desconocida y a investigar con un rigor científico inusual la fundamental aportación de los balleneros y bacaladeros a la historia de Norte América desde principios del siglo XVI y, por extensión, de todo el mundo. Su llegada fue un hecho revolucionario para los interesados en la historia vasca y, en general, para muchos filo vascos. Aquella elegante y docta dama, dedicada a revisar y reivindicar la, hasta entonces escasamente apreciada, historia marítima vasca, a defender la riqueza de nuestros archivos y a exponer pueblo a pueblo que nuestra historia marítima era de importancia universal, creó, primero, extrañeza, y, después, interés y orgullo.
En suma, tenemos mucho que agradecer a Selma Huxley. El interés que, junto con otros historiadores suscitó por la historia marítima vasca, fue una de las principales causas que contribuyeron a la creación en años posteriores de instituciones como el Museo Marítimo Vasco (antes Museo Naval) y Albaola. Cabe destacar que gracias a las investigaciones emprendidas por Shelma Huxley se descubrió en Red Bay y se identificó como tal la nao ballenera vasca San Juan que naufragó en 1565. En consecuencia, Red Bay fue designada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y la nao San Juan es el símbolo del patrimonio subacuático mundial. La construcción de la réplica de la nao San Juan en Albaola cuenta, también, con el reconocimiento de la UNESCO y hoy en día constituye uno de los más importantes proyectos de patrimonio marítimo que se están acometiendo a nivel mundial.
Gracia por todo Selma. Descanse en paz.
Las/los trabajadores del Euskal itsas Museoa