Borja Olaizola. Cerca de 60 millones de europeos cruzaron el Atlántico entre 1830 y 1930 en busca de una vida mejor en América. Una pequeña parte de ese contingente salió del País Vasco. «Aunque no hay estadísticas muy precisas, se calcula que unos 200.000 vascos participaron en esas migraciones», precisa el historiador durangués Jon Ander Ramos, estudioso del fenómeno y profesor de Historia de América Moderna y Contemporánea en la UPV/EHU. Ramos hablará esta tarde en el Koldo Mitxelena -19:30 horas, acceso libre- de la emigración guipuzcoana en una conferencia que se inscribe en el ciclo Paisajes Desconocidos de la Historia de Gipuzkoa.
La emigración guipuzcoana al otro lado del charco está presente desde el descubrimiento del nuevo mundo. La experiencia en la construcción de buques y la pericia en la navegación hicieron de los marinos guipuzcoanos piezas indispensables en el proceso colonizador emprendido por la Corona española. Como lo prueba la nómina de apellidos que ocuparon puestos en la incipiente administración del territorio americano, muchos de ellos se establecieron en un nuevo mundo que prometía un sinfín de oportunidades.
Tuvieron que pasar varios siglos, sin embargo, para que el proceso de emigración adquiriese dimensiones de fenómeno social. «Entre finales del siglo XIX y principios del XX se produce una avalancha masiva de migrantes desde Europa a América», puntualiza el historiador. España no es ajena al éxodo: entre 3,3 y 3,5 millones de compatriotas cruzaron el charco en ese periodo. El grueso de ese contingente partió de la cornisa cantábrica: Galicia, Asturias y, en menor medida, el País Vasco. «Con las comunicaciones de entonces desde el Cantábrico casi era más fácil coger un barco y llegar a América que trasladarse a Madrid», explica gráficamente Ramos. Del País Vasco salieron unos 200.000 emigrantes, la mayoría de ellos originarios de Bizkaia y Gipuzkoa.
La charla
Lugar: Koldo Mitxelena. 19:30.
Conferencia: 'En busca de El Dorado. Una aproximación a la emigración guipuzcoana a América'.
El Goierri fue una de las comarcas en las que la atracción de América tuvo mayor influencia. «La figura del indiano que regresa tras hacer fortuna se instaló con fuerza en el imaginario de la época. Luego está también el fenómeno de la cadena migratoria, es decir, vecinos que ya estaban instalados en América y que acogían y guiaban a gente de su mismo pueblo que se decidía a dar el paso». Entre las incontables redes que existieron, el historiador durangués ha investigado la que se formó en torno a la familia de Víctor Mendizábal, un ordiziarra que viajó a Argentina con solo 11 años. «Hoy nos parece mentira que alguien tan joven eligiese el camino de la emigración, pero entonces el mundo funcionaba de otra forma».
Víctor Mendizábal se embarcó hacia América en 1871 respondiendo a la llamada de un tío que ya se había establecido allí. «Es un patrón que se repite en casi todos los casos: varones muy jóvenes, puede que no tanto como él pero en cualquier caso en una franja entre los 15 y los 18 años, que dan el salto siguiendo los pasos de algún familiar o conocido que ya está asentado en América. Algunos lo hacen para evitar el servicio militar obligatorio, otros porque no ven futuro donde están, otros porque son ambiciosos...».
Aunque los que emigraban no nadaban en la abundancia, tampoco eran los más pobres. «El viaje no era nada barato y además había que disponer de una reserva de dinero para subsistir hasta que se encontraba trabajo en el lugar de destino. Las familias, que solían endeudarse para costear el traslado, apostaban todo su futuro en el joven que se iba con la esperanza de que si la aventura salía bien se les abría una ventana a la prosperidad». No todos los emigrantes tenían éxito, muchos tuvieron que regresar al ver sus expectativas frustradas. A partir de las tasas de retorno que se manejan, Jon Ander Ramos estima que 60.000 de los vascos que cruzaron el Atlántico terminaron estableciéndose en América.
Sucursales en Nueva York
El ordiziarra Víctor Mendizábal fue uno de ellos. El historiador ha reconstruido su epopeya a partir de las cartas conservadas por sus descendientes. Tras su temprana emigración empezó a trabajar gracias a la mediación de su tío y se esforzó en mejorar su escasa formación con clases nocturnas en Buenos Aires. Pronto dio muestras de su habilidad para los negocios y participa en la puesta den marcha de un gran almacén que con el tiempo llegaría a tener sucursales en Nueva York y París. Su prosperidad lleva al resto de sus hermanos -cuatro- a seguir sus pasos y trasladarse a Argentina. Los Mendizábal participaron activamente en la fundación de la ciudad de La Plata, donde instalan varios negocios.
«Era casi más fácil coger un barco a América desde el Cantábrico que viajar a Madrid»
Argentina y Uruguay, principales destinos de los 200.000 vascos que emigraron
Pero no son solo los hermanos de Víctor los que viajan a América. Muchos vecinos de la familia Mendizábal emprenden la aventura con la garantía que les proporciona tener un paisano ya asentado. «La de los Mendizábal es una cadena migratoria clásica que nos enseña cómo funcionaban esas redes», observa el historiador. Víctor, que se casó en Argentina con la descendiente de una familia vascofrancesa, terminó regresando al País Vasco, donde desarrolló una extensa labor filantrópica que hoy en día sigue en pie gracias a la beca que lleva su nombre.
El entorno de la desembocadura del Río de La Plata, entre Argentina y Uruguay, fue el principal foco de destino de la emigración guipuzcoana. Hoy día se calcula que el 10% de la población argentina tiene ascendencia vasca. Más residual fue el éxodo a los Estados Unidos, donde los vascos desempeñaron sobre todo trabajos relacionados con el pastoreo. El estado de Nevada fue el principal destino de aquella emigración, de la que son testimonio los encuentros que suelen celebrarse en Reno cada cinco años.