Iñaki Urbina. La cesta punta tiene fecha de caducidad al otro lado del Atlántico. No es un decir, sino un hecho. El frontón del Casino Dania Beach (Florida, Estados Unidos) interrumpirá este domingo, y de manera definitiva, sus quinielas de cesta punta después de 68 años de actividad. El último bastión del jai alai en el país norteamericano cae tras resistir en las tres últimas décadas el empuje de los juegos de azar y la industria del entretenimiento en el ‘Estado del Sol’. Para muchos, un final anunciado.
“Se acaba el jai alai como lo hemos entendido hasta ahora y el profesionalismo ‘per se’”, sentencia Juan Ignacio Zulaika, quien labró su carrera como puntista profesional en EE.UU. durante 19 años en los frontones de Tampa (Florida) y Milford (Connecticut). El destino y la pandemia han querido que este donostiarra, de 65 años, recale en Dania, en el fin de una era, donde piensa disfrutar en primera persona de las últimas funciones que protagonizará su hijo Jon, uno de los 28 pelotaris del cuadro.
“A partir de la huelga de 1988 nada fue igual, empezaron a caer los frontones, fue como un efecto dominó, y Dania sobrevivía como el último mohicano, una ‘rara avis’, que tenía los días contados desde que se aprobó la ley ‘decoupling’. El daño ya estaba hecho”, repasa Zulaika, que reconoce tener sentimientos encontrados, un punto de tristeza contrapuesto al consuelo de atestiguar el fin de una especialidad que “decaía de manera degenerativa”.
Tras la segunda huelga más larga de la historia de esta modalidad en EE.UU. (1988-1991), comenzó la caía en desgracia del que ha sido denominado “El deporte más rápido del mundo”, el cual llegó a contar con hasta 16 frontones repartidos por todo el país y cerca de medio millar de pelotaris contratados en Florida, Rodhe Island, Connecticut y Nevada en la década de los setenta.
La legalizaron de la lotería y otras formas de apuestas, el surgimiento de equipos como los Miami Heat de baloncesto (1988) y la proliferación de los casinos en las reservas de los indios-americanos, recordaba la página de Facebook ‘Jai Alai News’, asentaron las bases de la tormenta perfecta.
“En los últimos quince años hemos resistido hasta que han conseguido apartarnos y quedarse solo con el casino”, apunta Iñigo Gorostola, vicepresidente del sindicato de puntistas IJAPA, “Los números son los que mandan y resulta muy difícil convencer a un empresario que continúe perdiendo dinero cuando sabe que no tiene por qué hacerlo”.
La ley del ‘decoupling’ aprobada el pasado verano liberó a los casino de la obligatoriedad de salvaguardar espectáculos considerados tradicionales de Florida, como el jai alai y la actividad de hipódromos y canódromos, para implantar tragaperras en sus instalaciones. Así las cosas, el Casino Dania Beach no tardó en mover ficha y en septiembre comunicó a la plantilla de pelotaris el fin de la actividad el 28 de noviembre, así como la rescisión de un convenio suscrito en enero y que aseguraba el futuro de la modalidad hasta enero de 2023. “Fue un golpe bastante duro, muchos pelotaris estaban convencidos de que el jai alai continuaría al menos dos años más”, comenta Gorostola, puntista en activo a sus 41 años.
DE VUELTA A CASA
La nómina de puntistas y viejos amigos confraternizaron el pasado domingo en una celebración de despedida antes de disputar esta semana las últimas funciones en el frontón de Dania. Muchos de ellos continuarán enraizados a la tierra donde se casaron y nacieron sus hijos; media docena de ellos probará suerte en el cuadro del frontón Magic City, de 36 metros y paredes de cristal; otros buscarán su sitio en circuitos profesionales de México, Francia y País Vasco; y habrá quienes regresen a casa dispuestos a iniciar una nueva etapa, como David Iturbide.
El devenir de esta historia ha querido que este noaindarra, de 30 años, se convierta en el último puntista profesional navarro después de cinco campañas vistiendo el dorsal número 20 en el frontón del Casino Dania Beach. “Todavía estoy procesando que esta sea mi última semana”, asegura, “Cuando nos dieron la noticia fue como un jarro de agua fría. No obstante, la experiencia ha sido increíble y ha cumplido mis expectativas, siempre quise ser profesional del jai alai. Vine a medirme con los mejores y a disfrutar de la vida, no a hacerme rico, y creo que lo he conseguido”, afirma.
Será momento de hacer una reflexión sobre cómo canalizar el talento que regresa a casa. “El futuro del jai alai está por hacer. Que haya borrón y cuenta nueva, tierra arrasada, permitirá valorar la capacidad que tiene la modalidad para adaptarse a los nuevos tiempos, ese es el verdadero desafío. ¿Quién coge ahora la batuta y arriesga un duro por este deporte?”, acaba preguntándose Juan Ignacio Zulaika.