Juan G. Andrés/San Sebastián. Durante los primeros años, a comienzos de la presente década y con su debut ‘Eurie’ (2013), fueron la promesa de la música independiente española, pero hoy Belako es una realidad más que constatable. El cuarteto de Mungia descansa estos días tras una extenuante gira de 30 conciertos ofrecidos en ocho países -Rusia, Japón, Corea, México, EEUU, Alemania, Gran Bretaña y España-, pero Cris Lizarraga, Lander Zalakain y los hermanos Josu y Lore Billelabeitia no estarán en casa mucho tiempo: el 23 de febrero lanzarán su tercer disco, ‘Render Me Numb, Trivial Violence’, y un día después volverán a la carretera en un nuevo tour que comenzará en el Euskalduna de Bilbao y recalará en distintos rincones del planeta: Ciudad de México, Oporto, Londres, París, Roma, Milán, Hong Kong... y en junio, Donostia. Su salto internacional estará apoyado por PIAS y en 2018 serán el único grupo español incluido en esta poderosa distribuidora independiente que despacha los discos de Nick Cave, Pixies, Oasis y Tom Waits, entre otras gentes ilustres.
La grabación y el sonido
En marzo, Belako entró al estudio Atala que regenta en Bera el atareado Iñigo Irazoki, su técnico de directo. La gestación de su nuevo trabajo ha durado varios meses en los que han tenido tiempo para «madurar ideas», probar los instrumentos que les han prestado grupos y artistas de la zona como Borrokan, Willis Drummond o Joseba Irazoki, y sobre todo, para grabar por primera vez en cinta analógica. El resultado «quizá no suena tan quirúrgico ni perfecto» pero de algún modo atrapa la fuerza del proverbial directo de los vizcaínos. «Es como si la grabación estuviera viva», responde a este periódico Josu, ideólogo de Belako.
«Tiene más ruido, suena más sucio y orgánico. A veces se notan hasta los defectos pero quedan incluso bonitos», opina Lander, el guipuzcoano de la banda. Si en ‘Hamen’ (2016), su segundo disco, aumentaron las capas y los arreglos electrónicos, en ‘Render Me Numb, Trivial Violence’ hay «una o dos canciones muy electrónicas», pero el resto es «volver atrás hacia algo más directo y crudo». Es decir, antes registraban y modificaban el sonido en un «proceso de posproducción brutal» y ahora han tratado de grabar «sin trampas» como el fotógrafo que saca una foto «sin recurrir luego al Photoshop».
Con todo, se han permitido «experimentillos» como incluir algunas bases y melodías regrabadas con el teléfono móvil. «Nos gusta porque comprime y distorsiona el sonido. El móvil es como el lo-fi de nuestro tiempo -lo que antes era el cuatro pistas para gente como Daniel Johnston- y en Belako lo usamos como herramienta cotidiana: grabamos bocetos, nos los envíamos... Igual en el siglo XXII hacemos un disco entero con el móvil», bromea Josu, que a sus 26 años es el mayor de los cuatro.
Letras sociales
El título del álbum alude a una sociedad que parece inmunizada a la violencia que reflejan los medios, algo apreciable en los vídeos de los adelantos ya publicados: ‘Render Me Numb’ y ‘Over The Edge’. Este último es un corajudo alegato feminista contra la violencia machista que encaja cual guante en «un disco valiente que habla de una sociedad insensible ante las diversas formas de violencia propagadas explícita e implícitamente por la televisión». Así, hay canciones sobre los refugiados (‘Stumble’), la religión (‘Niche Church’) o predicadores como Donald Trump que quieren levantar muros (‘Two faced simulation’). Su nuevo repertorio, subrayan, está creado «desde la perspectiva de una generación que lucha por un futuro incierto, muchas veces lejos de casa, y nada entre las brechas sociales y el aturdimiento de las nuevas tecnologías”.
En el disco más social del cuarteto, Cris Lizarraga «ha dado un paso adelante» y «se ha lucido» con las letras, según indica el guitarrista Billelabeitia, quien recalca el esfuerzo «triple» que los grupos no anglosajones tienen que hacer al trabajar en inglés: «Mientras ellos siguen hablando de ‘Baby, I love you’ y ‘My heart is blue’, nosotros debemos currarnos más los textos, darles una vuelta y que sean más dignos». Asimismo, han vuelto a grabar una pieza en euskera, ‘Hegodun baleak 2’, que formará parte de una trilogía de temas inaugurada en su anterior trabajo.
Comerse el mundo
Tras consagrarse en infinidad de salas y festivales del Estado, han fijado su mira en el mercado internacional sin renunciar a su independencia. Así, aunque el disco está licenciado por El Segell, sello del Primavera Sound, los vizcaínos tienen «la última palabra» y la propiedad de las canciones como productores a través de Belako Records. BMG será su editorial en Europa y PIAS ejercerá de distribuidora internacional, lo cual permitirá que Ginmúsica, la agencia donostiarra que lleva su management, pueda desarrollar con mayor proyección sus giras en el extranjero.
«Salir fuera y tocar en alguna sala con cuatro gatos es un aprendizaje»
El 21 de septiembre Belako inició su gira mundial en Moscú, donde coincidieron con los donostiarras Luma y Niña Coyote eta Chico Tornado. Apenas tuvieron tiempo de catar la escena rusa porque sólo pasaron allí dos días antes de saltar a Japón y Corea. Guardan mejor recuerdo de los conciertos de Seúl, donde el público «lo dio todo», que de los de Tokio, pero destacan la diligencia de los técnicos asiáticos. «Conectas la guitarra y está todo montado pero te ponen un volumen salvaje, inhumano, y mira que nos gusta tocar alto. ¡Había gente con servilletas en los oídos!», recuerdan Josu y Lander entre risas antes de recalcar el «aprendizaje» que supone actuar en un país por primera vez para «cuatro gatos». No hubo salas vacías pero sí alguna desangelada. «Como cuando hace cinco años tocábamos en Sopelana...», evocan.
En cambio, era su segunda vez en México y dieron 13 conciertos en un mes, lo que les permitió conocer mejor un país lleno de «contrastes». Llegaron a tierra azteca poco después del terremoto de 7,1 grados que provocó más de 350 muertos. El país estaba aún «afectado psicológicamente» y participaron en algún festival solidario como el de Tonalá, en Chiapas, «uno de los momentos más bonitos de la gira». «Pusieron el escenario en la calle principal, en plan fiestas del pueblo, y al terminar vino mucha gente a saludarnos como si fuésemos la hostia. Eran todos superamables, hasta los que parecían más quinquis y llevaban tatuajes talegueros», bromean los músicos, que también hicieron algo de turismo «entre tiburones y cocodrilos». Cargados con sus instrumentos, cruzaron a pie la frontera de Tijuana para debutar en EEUU con dos citas en Los Ángeles. «Era como estar una película, condujimos por la Costa Oeste con el mar siempre a la izquierda y ninguna rotonda. ¡Sólo hay cruces peligrosísimos en los que puedes vender tu alma al diablo!», dice Josu, alarmado por el alto precio de la birra en California.
Tras los maratonianos desplazamientos de Asia y América, moverse por Europa fue «como pillar un autobús a Lasarte», ironiza Josu. Ya conocían Alemania y Gran Bretaña y percibieron un incremento de espectadores, así como algún fenómeno curioso: hubo más público local y fans españoles que organizaron sus vacaciones para ir a los conciertos de Frankfurt y Düsseldorf. El 16 de diciembre la gira concluyó «de la mejor manera posible» en la Sala Razzmatazz de Barcelona, donde por primera vez en dos meses Belako sintió el «calor» de una apasionada multitud coreando sus canciones.
Zalakain recuerda que aún no han cumplido el reto de vivir de la música, aunque gracias al «apoyo» de sus familias -casi todos viven aún en casa de sus padres-, están en vías de lograrlo: «Es una inversión a largo plazo». El batería cree que si se limitaran al mercado español, donde están muy bien situados, lograrían estabilidad económica más rápidamente, pero no quieren acomodarse ni cansar a la gente. Prefieren «ampliar horizontes, tener más sitios para tocar» y comerse el mundo. A la pregunta de si 2018 será su año, responden que sí. «Pero también 2019, 2020... Siempre hemos ido en progresión ascendente y cumpliendo nuestras metas sin momentos de sequía o falta de inspiración», sostiene Josu. «¿Cómo nos vemos en nuestro cuarto o quinto disco? Como en 2017, visitando muchos países -debutando en unos y repitiendo en otros- pero en una dinámica en la que salir al extranjero sea tan normal como tocar en Burgos o en Madrid», concluye Lander.