Este pasado cinco de febrero nos dejaba José Ángel Ascunce Arrieta (1946-2020), investigador incansable y alma mater de la asociación Hamaika Bide, entidad empeñada en la recuperación de las identidades exílicas vascas, fundamentalmente las referidas a la guerra civil.
Después de siete años de lucha contra la enfermedad, el que fuera gran crítico literario y especialista en temas como el Quijote, la poesía contemporánea o el exilio, nos dejaba dando todo un ejemplo de vitalidad y resistencia: a pesar de los tratamientos y de las recaídas, nunca dejó de escribir, de trabajar y organizar. Fue presidente de Hamaika Bide hasta el pasado mes de diciembre. Pero, además, fue profesor de la Universidad de Deusto y formador de cientos de humanistas. No es poco, sobre todo si tenemos en cuenta que vivimos en un país volcado en aquella ciencia que genera intereses y en la tecnología, un país en el que el pensamiento y la investigación cultural son contemplados con suspicacia, cuando no con abierto desdén.
Quizás porque ideológicamente no se casaba con nadie, por su espíritu abierto y antidogmático, jamás recibió un reconocimiento institucional de ningún tipo, salvo el nombramiento de Catedrático Emérito por parte de la universidad en la que trabajó toda su vida. Para Ascunce nunca hubo menciones honoríficas, homenajes o reconocimientos más allá de los realizados por colectivos estrictamente intelectuales.
Ascunce se ha ido en silencio, como solía, sin llamar la atención. No obstante, a él le debemos la recuperación de numerosas biografías de exiliados vascos, de personalidades como Ernestina de Champourcin, Eugenio Imaz o Cecilia García de Guilarte. Como teórico y crítico literario, en su fructífera trayectoria escribió, por ejemplo, sobre Bernardo Atxaga, León Felipe, Miguel de Cervantes, Raúl Guerra Garrido, Alfonso Sastre, Manuel Vázquez Montalbán o Blas de Otero, por encima de ideologías o pensamientos a veces divergentes. Tampoco hay que olvidar su labor como editor, primero a título personal y luego a través de la Editorial Saturraran, o su encomiable trabajo como impulsor de decenas (no es una exageración) de congresos internacionales.
Como ha dicho Manuel Aznar Soler, nos ha dejado un hombre bueno en el sentido machadiano de la palabra. Se ha despedido ante la indiferencia de las instituciones y de una clase política más preocupada por presupuestos y adelantos electorales. Ni el Ayuntamiento de Donostia ha dicho nada, de momento al menos, pese a que Ascunce fue miembro de su Consejo Sectorial de la Memoria Histórica. La excepción, quizá, ha sido una biblioteca que, en una pequeña estantería, ha hecho un pequeño recordatorio de un autor que nos ha dejado centenares de artículos especializados, decenas de libros, tesis doctorales, pero, sobre todo, el recuerdo de su labor pedagógica de la que pueden ser testigos miles de alumnas y alumnos.
Jose Ángel, nos queda el recuerdo y la obra de tu aventura intelectual. En próximas semanas, en primavera, queremos organizar unas jornadas en tu homenaje que repasen las distintas facetas de tu laborar de tantos años. Porque, en palabras de García Lorca, Joxean, "te seguimos por el aire como una brizna de hierba". Un abrazo. Hasta siempre, compañero.
Mónica Buxeda Mas, Josu Chueca, Rebeca Gómez, Ana María Izaskun Ruiz de Guilarte, Mari Karmen Gil, José Ramón Zabala