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Raíces guerniquesas en Chile

02/10/2019

Cuando Ramón José María Prudencio Aboitiz Musatadi nació aquel verano de 1930, sus padres montaron una fiesta para todos los guerniqueses que los niños de la época nunca olvidaron. Procedía su padre de Oma, una pequeñísima aldea cercana a las cuevas de Santimamiñe. Había hecho fortuna en Chile, había enviudado, aspiraba a volverse a casar con una vasca y tener un hijo que naciera en Gernika. Casó con una Musatadi, hermana de la suegra de Lidia, la hija que había tenido del primer matrimonio, y algo debió tener en el arreglo la familia Iruarrizaga-Musatadi. No estaba dispuesto el padre de Ramón –finalmente, olvidando la ristra de nombres así se le conocería– a pasar inadvertido en aquella villa de menos de siete mil habitantes y no tardó en alquilar un palco en el Teatro Liceo, como el del Conde Arana; no tardó en hacerse con un automóvil, como el del Conde, para ir con familia de casa al teatro-cine: quinientos metros de distancia. Los vascos que han hecho fortuna en Las Américas, cuando están en casa, quieren que se les note.

Falleció Ramón en 2010 después de una rica y próspera vida como ingeniero, como empresario, como hombre muy importante de negocios en el convulso tiempo que le tocó vivir en Chile. Vino el presidente de Chile Frei hijo de visita a Madrid y Bilbao, y trajo en su comitiva a Ramón, con el que en un tiempo compartió sociedad, que incluía la cláusula de que el Frei hijo vendería su participación al resto de socios si decidía a entrar en política, como temían con razón. Ramón vino con frecuencia a Bilbao mientras vivió su primo Augusto Iruarrizaga Musatadi y tuvo como empresario vascochileno estrecha relación con la Delegación del Gobierno Vasco en Santiago. Allí le conocí, allí comprobé su relevancia social en cuanto vi cómo le trataba el servicio del restaurante en el que nos invitó a comer. En Chile, en Las Condes, estas cosas se notan mucho y pronto.

Hay en el Cerro San Cristóbal de Santiago una Plaza Vasca en derredor de un retoño del árbol de Gernika que Alfonso Iruarrizaga recibió tras gestiones hechas por su padre, el farmaceútico Marcos Iruarrizaga, un arratiano instalado en Gernika, familiar en efecto de los afamados músicos hermanos Iruarrizaga y uno de los promotores de aquel proyecto fallido de hospital de altura para tuberculosos en las campas de Arraba, donde por cierto luego se construyó más de un refugio aprovechando las ruinas que quedaron. La idea era buena, era lo que se llevaba en la Europa más adelantada, pero su gestión resultaba exageradamente costosa, porque todo se debía hacer llegar a lomos de caballerías y largas caminatas. Tal vez fuera entonces cuando se optó por dar el mismo tratamiento a orillas del mar, tal vez fuera entonces cuando se pensó en Gorliz. Así lo escuché alguna vez en el entorno familiar.

Me contó el reconocido hijo arquitecto de Alfonso, Marcos, que creyeron que su agonizante padre deliraba cuando en el lecho de muerte decía palabras incoherentes, ininteligibles: el fraile vasco que le atendió les aclaró que su padre deliraba en euskera… Los hijos de Alfonso son muy conocidos en Chile por sus profesiones, pero lo es especialmente uno de sus nietos, de nombre, siguiendo la tradición familiar, Alfonso Marcos. Él fue después de treinta años el primer chileno en hacerse con una medalla olímpica: en 1988, en Seúl, de plata, en la modalidad de tiro al vuelo. La madre del primer Alfonso, Pepita Musatadi de Iruarrizaga, murió en Markina con 99 años, en vísperas de cumplir los cien y totalmente lúcida, en casa de su hijo primogénito, Carmelo, el responsable de la estación del tren de Gernika el día del bombardeo. Casado con una mundaquesa de familia marinera, no tuvo descendencia. Apenas quedan ya vástagos  Iruarrizaga de esta rama, sin embargo en Chile crecieron y se multiplicaron. Y dejaron huella.



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Jose Felix Azurmendi

Jose Felix Azurmendi

Durango, 1941. Vivió su niñez entre Durango y Markina, y su adolescencia y juventud en Gernika. En diciembre de 1963, para esquivar a la policía franquista, abandonó el hogar de sus padres y vivió en clandestinidad como militante de ETA. En 1966 se refugió en Venezuela, donde integró el Centro Vasco de Caracas, se casó, creó una familia y se hizo periodista. De vuelta al país, a lo largo de su carrera profesional ha sido director de Egin, subdirector de Deia, director de Radio Euskadi, director del Canal Internacional de ETB, autor de varios libros y sobre todo comentarista de actualidad y tertuliano en diferentes medios.

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