A medio camino entre Aia y Orio, en el camping Zingira, cobijados por la fronda de Pagoeta y arrullados por sus aguas y sus pájaros, amigos venidos de todos los territorios de Euskal Herria homenajearon el sábado por la tarde a Juan Rekarte Uranga, cuando se cumplía un mes de su fallecimiento. Se celebró su vida, su historia y sus historias, cantando, bailando, comiendo y bebiendo: llorando.
Pat, Iona y Manex lo prepararon todo con mimo, interpretando a su esposo y padre con fidelidad, con respeto, y también con humor, que de todo hubo en esas casi tres horas que duró el recordatorio de un hombre que nació en Caracas, se formó en el internado de Gasteiz y en la universidad de Newcastle, y consagró sus últimos cuarenta años de vida a recuperar, revivir y legar el tesoro musical más olvidado de la cultura vasca, contra viento y marea, casi en solitario, no pocas veces incomprendido por las instituciones, siempre respetado, admirado y querido por quienes seguían de cerca su obstinada carrera.
De todo esto se habló el sábado 8 de junio de 2019 entre los asistentes, familiares y amigos de Aia, de Orio, de Zarautz, de Donostia, de Bilbao, de Getxo, de Iruñea, de Baiona, de Venezuela. Una flauta amiga, una guitarra cómplice pusieron a todos a cantar lo que él cantó, lo que él más quiso, el Boga-boga de los años de paseo del cole, los Bazterrak de Artze y Laboa, el Bizkaia Maite de Benito, la complicidad con Mikel y Uxue, el reclamo a Bonnie que los vascos tradujeron e hicieron suyo, la añoranza de la vida y la América Latina combatiente de Violeta. Todo tenía sentido, todas tenían sentido para recordarle, para agradecer su vida y su obra.