Un amigo centroamericano que reside en México y hurga en cuanta librería de lo antiguo se pone a su alcance me ha hecho llegar un ejemplar en buen estado que se acompaña de la dedicatoria de su autor, Pío Montoya, a José María de Izaurieta, importante dirigente del PNV en los años 30 del siglo pasado, exiliado en México tras la victoria franquista. “El Pueblo Vasco frente a la Cruzada franquista” es su título y en él el sacerdote Pío Montoya desmonta las falacias con las que Franco quiso presentar el golpe militar fascista como una Cruzada en favor de los valores cristianos. El libro es excepcional, un testimonio vivo de quien vivió los hechos en primera fila y los narra con método y rigor. Dice así la dedicatoria: “A José Mª de Izaurieta renovando el gratísimo y ya viejo recuerdo del encuentro de Igaratza junto al Àngel de Aralar, con el mayor afecto. Pío de Montoya, 15-XII-66”.
Sería de gran interés la lectura del libro, sería muy importante interesarse por Izaurieta y Montoya, dos relevante personalidades de la causa vasca, pero no es esa mi primera pretensión al compartir con ustedes mi emoción tras recibir un libro cargado de historia y de historias. La primera cuestión que me suscita es cómo algo que su dueño debió guardar celosamente terminó en una librería anónima, donde seguramente hubiera dormido hasta su destrucción, si no hubiera parado en manos de alguien que sabía apreciar este tipo de cosas. No es el primer libro de asuntos vascos que mi amigo rescata del anonimato en diferentes librerías de la América Latina y me lo hace llegar, alguno con dedicatorias similares a la que hoy reseño. Los titulares de los libros fallecen, y sus herederos no heredan siempre sus intereses y afectos. En México, Cuba, Guatemala, Argentina, Uruguay, Chile, Venezuela y Colombia debe haber sin duda alguna dónde hurgar y hallar este tipo de tesoros, útiles para la construcción y sustento de nuestra memoria colectiva y de nuestra cultura.
Hace unos días el eminente músico e investigador donostiarra Josu Okiñena -OndarE Oficina (OE)- recordaba en el diario Berria cuántos de los tesoros de la música vasca se hallan dispersos y semidesconocidos fuera de Euskalerria, especialmente en Uruguay, Chile, Cuba, México, Estados Unidos. Porque la música vasca, decía, no se ha compuesto solo en casa, sino también en la diáspora, casi siempre de la mano de religiosos dispersos por el mundo, y sus trabajos se pueden perder, si no se los recupera a tiempo. Sabido es que conocer otras culturas enriquece la propia, que el mestizaje favorece la creación, como se prueba en la música, el folklore y la literatura de nuestros creadores en tierras lejanas. Okiñena ha prometido dar a conocer pronto algunas de sus investigaciones por tierras americanas, porque “lo que se hace en la diáspora debe ser conocido en Euskal Herria, Normalmente pensamos que es cultura vasca la que se crea y conoce en Euskal Herria, pero se trata de algo mucho más amplio que eso”.
Así es.