Por Sancho de Beurko Elkartea
A LO LARGO DE 1929 una nueva generación de jóvenes vascos llegó a los Estados Unidos de América (EEUU). El 3 de abril lo hará a los 17 años Joseph Etcheverry Oxoteguy, natural de la localidad bajonavarra de Ortzaitze. Junto a él arribaron al puerto de Nueva York a bordo del transatlántico Paris un grupo de compatriotas veinteañeros; entre ellos, Jean Bastanchury, Jean Elgart y Jean Ernaga, los tres de Urepele, Jean Bidegaray, de Mendibe, Pierre Duhalde, de Biarritz y Germain Elissondo, de Bithiriña. Todos se incorporaron a la industria ovina del Oeste Americano como pastores de ovejas, persiguiendo el sueño de una vida mejor que muchos de sus antepasados habían conquistado.
Poco o más bien nada podían imaginarse estos jóvenes inmigrantes que a los pocos meses de su llegada, el 29 de octubre la Bolsa de Nueva York colapsaría, iniciando una de las mayores recesiones económicas de la historia de EEUU. Se inició la llamada Gran Depresión, que se prolongó hasta 1933. Si a principios de 1929 el desempleo se situaba en el 4%, en 1930 pasó a ser del 9%. En 1933, alcanzó el 25%. La novela de 1939 “Las uvas de la ira” de John Steinbeck, llevada al cine por John Ford en 1940, refleja perfectamente los horrores de las consecuencias de la recesión y de la profunda desesperanza de aquellos que en un momento dado vieron en el país norteamericano su Tierra Prometida.
Joseph se alista en Nevada
Joseph se dirigió a Battle Mountain, una localidad en el centro del Estado de Nevada, a camino entre Reno y Salt Lake City, Utah. En esta pequeña ciudad del Condado de Lander, predominantemente minera, residía su primo Pierre “Peter” Oxoteguy, quien había ingresado al país tres años antes, con 17 años recién cumplidos. Desde su llegada hasta su incorporación al Ejército de Estados Unidos, en octubre de 1942, Joseph trabajó como ovejero. En el momento de su alistamiento trabajaba para la Eureka Land and Stock Co., y vivía en la pequeña población rural de Eureka —a unos 223 kilómetros al sur de Battle Mountain—, conocida popularmente como la ciudad más amigable en la carretera más solitaria de Estados Unidos. Tenía 30 años.
Helene Santana y Joseph Etcheverry —con uniforme del Ejército de EEUU— posan sentados en las rocas de una ladera situada enfrente del caserío de Helene en la localidad bajonavarra de Arrosa, 1946. (Cortesía de la familia Etcheverry-Santana).
Nos comenta su familia que Joseph era conocedor de la invasión y brutal ocupación de su país por parte de la Alemania nazi en 1940. Dos años más tarde se le presentó la ocasión de alistarse y no dudo en aprovecharla, aunque ni siquiera era ciudadano estadounidense, como decenas de miles de otros inmigrantes que lucharon en la Segunda Guerra Mundial (SGM) bajo la bandera de las barras y estrellas. De hecho, a pesar de su sacrificio y lealtad hacia su país de acogida, Joseph no consiguiría la ciudadanía estadounidense hasta el 19 de junio de 1950.
En el teatro europeo de operaciones
Joseph fue destinado al 485º Escuadrón de Servicio Aéreo, del 9º Grupo de Servicio, que sería movilizado y enviado al Teatro de Operaciones Europeo. El 9º Grupo de Servicio tuvo su base en el Aeródromo de Andover, en Hampshire, Inglaterra. Formaba parte de las Alas de Caza 70 y 71 (compuestas por los cazabombarderos P-47 Thunderbolt y los P-38 Lightning) de la Novena Fuerza Aérea, que era el componente de combate táctico de las Fuerzas Aéreas Estratégicas de los Estados Unidos en Europa, y que combatieron a las fuerzas enemigas en Normandía (Día D), Francia, los Países Bajos y en la Alemania Nazi.
Según nos comenta su hija, Bernadette Etcheverry, Joseph participó en la invasión de Normandía en junio de 1944. “Tengo una foto”, relata Bernadette, “de una gran boda que tuvo lugar justo después de la invasión de Normandía, en la que la pareja estaba tan contenta con lo que acababa de suceder que le preguntaron al comandante de la tropa si un par de hombres podían tomar parte en una foto con los asistentes a la boda. Mi padre fue uno de los hombres”.
El carné de identidad francés de Joseph Etcheverry, fechado en Arrosa el 15 de febrero de 1946, cuenta con la singularidad de haber incluido una foto en la que Joseph combina la txapela y el uniforme del Ejército de EEUU. (Cortesía de la familia Etcheverry-Santana).
El 10 de enero de 1946, Joseph fue licenciado con honores con el rango de soldado de primera clase en Namur, Bélgica. En ese momento estaba asignado al Cuartel General y Escuadrón de Servicio de Base del 473º Grupo de Servicio Aéreo. Joseph fue galardonado con la Estrella de Servicio de Bronce (adjunta a su cinta de campaña de Europa, África y Medio Oriente) por la participación de su unidad en la campaña del norte de Francia (25 de julio de 1944-14 de septiembre de 1944) que liberó la mayor parte de Francia y Bélgica.
Desde Bélgica Joseph tomó rumbo a Ortzaitze para visitar a su familia. Habían transcurrido 17 años de ausencia. Allí conoció a Eléna o Helene Santana Anchartechahar, una joven de la vecina localidad de Arrosa, de la que se enamoró a primera vista, contrayendo matrimonio el 27 de febrero de 1946.
Fotografía de la boda de Joseph Etcheverry y Helene Santana el 27 de febrero de 1946. (Cortesía de la familia Etcheverry-Santana).
Helene había nacido el 6 de agosto de 1921 en Ayacucho, en la provincia de Buenos Aires, Argentina, a donde sus padres habían inmigrado, tras casarse en 1911, con la esperanza de iniciar una nueva vida. Otras tres hijas del matrimonio (Marie, Catherine y Stephanie) nacieron en Argentina y una quinta (Marie Angel) lo hará en Arrosa después de que la familia regresará para cuidar el caserío materno, “Gerechitenia”, a petición de la familia. Quien en teoría debía haberse hecho cargo del caserío era el tío materno de Helene, pero había fallecido en la Gran Guerra. Helene tenía unos dos años cuando llevó a cabo el que sería su primer viaje a través del Océano Atlántico.
Nacida en Ayacucho, retorna a Arrosa
Helene y sus hermanas se criaron en el caserío de Arrosa. La familia nos relata cómo “la vida en la granja no siempre fue fácil, pero a Helene le encantaba trabajar en el campo con su padre y cuidar a los animales”. ”Los domingos pasaba las tardes con las monjas aprendiendo a realizar diferentes labores de costura”. La Gran Depresión estadounidense arrastró a buena parte del sistema financiero y económico de Europa. Francia también sucumbió a los efectos de la crisis con especial énfasis a partir de 1931. Desempleo y pobreza fueron una constante. Helene sobrevivió tanto a la Gran Depresión como a la posterior ocupación nazi de Iparralde entre 1940 y 1944, lo que “le ayudó a lidiar con dificultades extremas durante toda su vida”.
Joseph regresó poco después de la boda a Nevada, donde trabajó de nuevo como pastor de ovejas para la W.T. Jenkins Sheep Company. Joseph nunca volverá a Euskal Herria. En 1947, Louise Jenkins Marvel, una gran amiga de los vascos, patrocinó el visado de Helene y el de su hijo Alexander E. “Alex”, quien había nacido el 11 de octubre de 1946 en Arrosa (Alex fallecerá el 6 de noviembre de 1965 en las inmediaciones de Reno, en un accidente de carretera).
Helene y su bebé volaron desde el aeropuerto de Orly, París al de LaGuardia, Nueva York con Air France, llegando el 13 de julio de 1947. Helene tenía 25 años y Alex 9 meses. Más tarde subieron a un tren que los llevó a Reno, atravesando la mayor parte del país. Su hija Bernadette Etcheverry apunta que “junto a ella en el viaje había varios vascos que la ayudaron a lo largo del camino, algo por lo que siempre estuvo agradecida”. Entre ellos se encontraban dos jóvenes del pueblo natal de su marido, Joseph Oillamburu y Jean Lekumberry. Este último se convertirá posteriormente en el dueño del famoso bar y restaurante vasco de Gardnerville, Nevada JT Basque Bar and Dining Room. La historia de emigración de los padres de Helene se repetía así una generación después con ella y su hijo. Habían vuelto a cruzar el Atlántico en busca de un nuevo comienzo. Joseph conoció por primera vez a su hijo, y él y Helene volvían a estar juntos.
El euskera, idioma doméstico de los Etcheverry en Nevada
Louise Jenkins los instaló en el Martin Ranch, una pequeña cabaña dentro del rancho principal de los Jenkins. “Los primeros años fueron difíciles para Helene”, relata Bernadette. “Pero siguió adelante en sus planes de crear un hogar para su creciente familia” en Nevada. A Alex se les sumaron John, Raymond y Bernadette. Su hija recuerda cómo Helene solía contarles que “lloró todos los días durante los primeros dos años de vivir en Nevada, pero que el calor seco y polvoriento logró finalmente que fuera difícil producir lágrimas”. Cuando Helene llegó al país, no hablaba inglés y fue autodidacta, aprendiendo el idioma leyendo libros. En casa solo hablaban euskera y este fue el único idioma que allí aprendieron sus tres hijos mayores. Al relacionarse y jugar con otros niños comenzaron a aprender algunas palabras en inglés. Solo cuando comenzaron la escuela aprendieron a comunicarse en inglés.
Helene Santana posa con sus hijos; Raymond en su regazo, John en el medio y Alex. La fotografía fue tomada en 1950 en Natomas. (Cortesía de la familia Etcheverry-Santana).
En algún momento de 1948, Joseph comenzó a trabajar en las minas de Natomas, un distrito minero a unos 32 kilómetros al sur de Battle Mountain. La familia se mudó a la vivienda que les proporcionó la compañía minera. Allí permanecieron hasta 1956, año en el que se trasladaron a Battle Mountain. Joseph consiguió un trabajo como carnicero en la tienda de comestibles de la ciudad. También construyó cercas a tiempo parcial para la Artistic Fence Company en Reno, Nevada, lo que le llevó un tiempo más tarde a trabajar en la construcción de guardarraíles a lo largo de la autopista desde la línea estatal de Wendover, en la frontera entre Nevada y Utah, hasta la línea estatal de California, en la frontera entre Nevada y California. Joseph se iba haciendo mayor y aceptó finalmente un trabajo para el Distrito de Agua del Condado de Lander, del que se jubiló cuando ya no pudo trabajar más.
Joseph Etcheverry con su hijo Alex apoyados en una camioneta al lado de su casa de Natomas en 1948. (Cortesía familia Etcheverry-Santana).
En 1985, tras 37 años en el país, a la edad de 63, Helene cumplió finalmente su sueño de convertirse en ciudadana estadounidense. “Amaba a Estados Unidos y siempre estuvo agradecida por su ayuda durante la guerra, y por la amabilidad que recibió cuando llegó como una extraña a un país del que ni siquiera podía hablar el idioma”, confiesa su hija Bernadette Etcheverry. “Su mayor alegría”, prosigue, “era ver la bandera estadounidense ondeando en la brisa, y no podía escuchar ‘Star-Spangled Banner’ sin que se le llenasen los ojos de lágrimas“. “Ella era vasco-americana y amaba este país. Y seguía teniendo una parte de su corazón 100% vasca”. Helene regresó a su tierra natal por primera vez para ver a su familia en 1989, tras 42 años, y lo hizo de nuevo en 1998, ambas en compañía de su hija.
'Oberenak', el legado en Nevada...
La historia de Joseph y Helene transcurre por caminos similares a los transitados por otras muchas familias y generaciones de vascos. Euskal Herria solo se comprende en su integridad cuando se incluyen las historias de aquellos que por un motivo u otro tuvieron que salir de sus confines geográficos. Los hijos e hijas emigrantes del país reflejan en gran manera la sociedad que dejaron atrás. Joseph falleció en 1988 con 75 años, en el Centro Médico de la Administración de Veteranos en Reno. Helene lo hizo este pasado 2 de octubre de 2021, apenas dos meses después de haber celebrado sus 100 años de vida.
Bernadette nos cuenta que Helene celebró su centenario “con un desfile lleno de globos, flores… y muchos buenos deseos de amigos, familiares y miembros de la comunidad. Helene vivió la celebración y el baile con alegría en su corazón. Cantaba con la música en euskera. Al fin y al cabo”, enfatiza su hija “Helene dominaba más de cinco idiomas, lo que no está mal para una niña nacida en Argentina en 1921, que dice que no pasó del quinto grado. Sí, construyó una casa en otro lugar, pero trabajó duro para mantener el recuerdo de la casa de la que su familia salió mucho tiempo atrás. Ese día, su hogar volvió a ella”. Helene fue uno de los miembros fundadores de la asociación vasca de Battle Mountain, “Oberenak”, creada en 1997. Un lauburu y las palabras “Eskualdun-Fededun”, grabadas en la lápida de sus tumbas, resumen un legado vasco en Estados Unidos, que Helene y Joseph supieron transmitir a sus cuatro hijos, 14 nietos, 29 bisnietos y 13 tataranietos.
Lápida de Joseph Etcheverry y Helene Santana del cementerio de Battle Mountain. La inscripción “Euskaldun-Fededun” será reemplazada próximamente por otra diseñada por Helene con el lema “Sekulakotz Elgarrekin” (juntos por siempre) (Fotografía de Marcena Thompson, findagrave.com).