Cuando uno de los autores de este blog, Guillermo Tabernilla, publicó el libro “Combatientes vascos en la Segunda Guerra Mundial”, pudimos conocer por primera vez aspectos relacionados con el batallón Gernika que no habían sido tratados por la historiografía vasca, como su propio historial de combate, el estudio y análisis del frente del Médoc, el conocimiento del entorno, la cronología de la batalla y sus fases y la identificación de las unidades intervinientes en aquellas operaciones libradas en uno de los frentes olvidados de la Segunda Guerra Mundial: el de las bolsas de resistencia diseminadas por toda la costa atlántica francesa, donde esperaban el final de la guerra 100.000 soldados alemanes al amparo de sus impresionantes fortificaciones.
Una de estas era la llamada por el ocupante nazi Festung Gironde, dividida a su vez en dos bolsas que cerraban la desembocadura del río Gironde (Royan y Pointe de Grave), lo que condenaba al puerto de Burdeos a la total inactividad y a los girondinos a sufrir todo tipo de carencias y penalidades. Charles de Gaulle había tomado la decisión de reconquistar ambas por la mera simbología de recuperar el territorio patrio perdido con una primera victoria en el frente del Atlántico, ya que la guerra en la primavera de 1945 estaba tocando a su fin y estas operaciones eran absolutamente irrelevantes, además de la injustificable pérdida de vidas, no solo entre los combatientes sino entre la propia población civil francesa, como sucedería durante el terrible bombardeo que padeció la villa costera de Royan con un coste de 442 vidas y centenares de heridos.
14 de abril de 1945, el batallón Gernika prepara el asalto a la Cota 40 (escenografía de la Asociación Sancho de Beurko para el Fighting Basques Project, foto Jesús Valbuena “Tejeval”).
La conexión que mantenemos con los principales albaceas de la memoria del batallón Gernika, Jon Ander Prieto, hijo del teniente Andrés Prieto, y José María Tuduri, autor del imprescindible documental de 1996, nos ha permitido dar continuidad a un proyecto en el que nos hemos incorporado como asociación a partir del 2013.
El año pasado, en plena crisis de la pandemia de la COVID-19, dedicamos tres artículos con sus correspondientes vídeos al 75º Aniversario de aquella gesta en la que el Gobierno Vasco en el exilio clamaba ante el mundo su beligerancia contra los totalitarismos formando una unidad militar propia en el seno de las Forces françaises de l'intérieur o FFI.
A mantener viva la memoria del Gernika en estos últimos años también ha contribuido de modo muy destacado nuestro grupo de Recreación Histórica, visibilizando a aquellos hombres y contribuyendo, con la fuerza de las imágenes, a divulgar un patrimonio que debe ser acompañado de un relato histórico no mitificado y basado en el acceso a fuentes, ya sean documentales u orales.
Entre las primeras debemos destacar la documentación generada por el propio Andrés Prieto, depositada en el Archivo Municipal de Eibar, y entre las segundas las entrevistas realizadas tanto por Mikel Rodríguez como por José María Tuduri.
Gracias a la amabilidad de este último hemos tenido acceso a dos entrevistas que no fueron utilizadas para su documental y que incluyen el interesante dato de dos prisioneros alemanes que, tras desertar de sus líneas, acabaron formando parte del Gernika durante el período en que el batallón permaneció en el frente del Médoc, realizando tareas de desminado durante el ataque a la Cota 40 del día 14 de abril de 1945, día en que comenzó la ofensiva.
Una dura historia que parece conectar con otras que recientemente ha popularizado el cine, como la película danesa “Land of mine”, la cual refleja tan solo una pequeña parte —pero muy representativa— de aquella realidad en la que a los prisioneros de guerra se les forzó a tareas que contravenían los principios de la Convención de Ginebra, si bien la propia dinámica de la batalla por la liberación del Médoc y la violencia generada durante la misma en el periodo escaso de una semana nos permite entender estas y otras cuestiones que hemos tratado en anteriores publicaciones, y es que sin duda habría gran desconocimiento entre las fuerzas galas en relación con la situación de los campos de minas que debían atravesar para llegar al corazón de la fortaleza nazi en la villa de Soulac sur Mer.
Ello, y la premura con que debían cumplirse los objetivos tras el intenso bombardeo de preparación por parte de la aviación estadounidense y la de la Fuerzas navales de la Francia Libre, pero el caso de los dos alemanes del Gernika tiene diferentes matices, pues no fueron maltratados por los gudaris, aunque será mejor que empecemos por el principio.
Mientras el Gernika espera la orden de marcha, comienzan las tareas de desminado a cargo de un equipo de especialistas franceses. Hoy sabemos que les acompañaban dos prisioneros de guerra alemanes (escenografía de la Asociación Sancho de Beurko para el Fighting Basques Project, foto Jesús Valbuena “Tejeval”).
La llegada del batallón Gernika a la zona de combate se produjo el 22 de marzo de 1945; tras desembarcar del tren en Lesparre —última estación antes de llegar al frente del Médoc, que mandaban el coronel Jean de Milleret “Carnot” y su segundo, el teniente coronel Yvan Reverdy— los hombres de Kepa Ordoki, a quienes acompañaban los anarquistas españoles del Libertad o Santos, relevaron a los franceses del Regimiento del Lot, que pese a su pomposo nombre no eran sino tropas de carácter partisano militarizadas apresuradamente bajo el paraguas de las FFI.
De hecho, el Gernika tampoco tuvo la entidad real de un batallón, ya que su número no superó nunca el centenar en el frente.
Allí se encontraron con un entorno de pantanos y playas de arena con manchas de pinos en el que los alemanes habían establecido numerosos puestos defensivos enlazados entre si y protegidos por densos campos de minas, que sin embargo no impedirían las infiltraciones de las fuerzas propias ni tampoco las deserciones de una guarnición que ya daba muestras de estar muy tocada moralmente tras meses de aislamiento al final del frio invierno de 1944-45.
Fue el caso de dos jóvenes germanos que frisaban los 17 años y se pasaron por el frente que defendía el batallón Gernika.
José María Tuduri recordaba que Loren Burgoa, un chaval al igual que ellos, hablaba de la obsesión de ambos de marchar a los prostíbulos de Burdeos, lo que les hizo muchísima gracia. De hecho, fueron admitidos tal cual en el batallón e hicieron, por tener la misma edad, muy buenas migas con el grupo de jóvenes ondarreses, hasta que llegó el día de la ofensiva y se incorporaron a los desminadores que debían abrir un pasillo para que avanzasen los gudaris: un equipo dirigido por especialistas franceses que, obviamente, también se jugaban la vida (1).
Tuduri recogió en vídeo el testimonio de Deunoro Totorika, gudari del Gernika, que se refirió a los dos desertores como Jon e Iñaki (fueron llamados así) en una parte de la entrevista, quienes, según él, se ofrecieron voluntarios para las tareas de desminado y después hicieron con ellos toda la batalla de Pointe de Grave tras quitarse las insignias de sus uniformes (2).
El avance, que lidera el capitán Martínez, se realiza lentamente y con mucha precaución por un camino señalizado con cintas blancas (escenografía de la Asociación Sancho de Beurko para el Fighting Basques Project, foto Jesús Valbuena “Tejeval”).
Otros testimonios recogidos por Mikel Rodríguez hacen referencia a estos desertores; Vicente Aizpuru hablaba de un grupo de seis, pero dice que podían ser “rumanos o checos”, mientras que Jokin Atorrasagasti afirmaba que eran alemanes y jóvenes y que a uno le enseñó a decir “Gora Euskadi Askatuta!” (3).
Pantxo Etxebarria hablaba de tres prisioneros jóvenes “que tenían uno 16 años y otro 17 […] que eran los encargados de buscar las minas. Con los cacharros de buscar minas ellos habrían camino. Los guardamos gran tiempo, porque Ordoki y todos los oficiales del batallón simpatizaron con estos tres chicos alemanes. Les cambiaron de nombre, les pusimos un nombre vasco. Pero según la ley tenían que ser juzgados y llevados a la comandancia francesa. Hicimos luego más prisioneros, cantidad” (4).
Javier Brosa y Jesús blanco creían que su juventud hizo que se apiadasen de ellos y los protegiesen; el primero relataba que estuvieron “durante unos días, ayudándonos en la cocina. Nos encariñamos con ellos porque eran unos niños”, mientras que el segundo se extendió un poco más sobre las circunstancias en que fueron traspasados a las FFI: A los chavales los dejamos con nosotros. ¡Si aquellos eran unos pobres desgraciados, igual que nosotros, que estábamos metidos en este ajo! No sé si fue idea de Ordoki o de quién, pero nos los quedamos, los vestimos con la chaqueta de uno y el pantalón de otro y los tuvimos unos días. Les pusimos nombres vascos, como Sabino Arana, pero aquí, como en todas partes, hay personas que tienen que irse de la lengua, así que un día vinieron los franceses y se los llevaron (5).
Sobre los desminadores recaía la responsabilidad de abrir un pasillo para el avance de las tropas que debían penetrar en el interior del dispositivo alemán; una tarea extremadamente peligrosa que requería nervios de acero, pues se realizaba bajo el fuego de las armas enemigas (escenografía de la Asociación Sancho de Beurko para el Fighting Basques Project, foto Jesús Valbuena “Tejeval”).
Volviendo a la cuestión del desminado, el testimonio más clarificador quizás sea el del doctor Claude Lesca, médico del batallón, que fue recogido en vídeo por Tuduri y traducido del francés para nosotros por Jon Ander Prieto. Según él, el Gernika no era el único que tenía desertores, ya que había un batallón que además de alemanes tenía italianos y “soldados de Europa Central”.
La función de los dos prisioneros alemanes durante el asalto a la Cota 40 era caminar por los costados de la zona desminada llevando un trozo de tela blanca para señalizarla.
Cuando comenzaron a saltar las minas, Lesca acudió a auxiliar a los heridos, encontrándose con que el oficial francés que dirigía el equipo había fallecido, y mientras se encontraba atendiendo a uno de los jóvenes alemanes se produjo otra explosión que hizo que se precipitase sobre él para protegerse, lo que inmediatamente desató el pánico del prisionero, que temió por su vida hasta el punto de que creyó que quería matarlo por estrangulación o aplastamiento, y le dijo al médico “No kaput, no kaput”, lo que le hizo reír mucho (6).
Cuando los detectores dejaron de funcionar, según contó Andrés Prieto a Deia, tuvieron “que buscar las minas pinchando el terreno con las bayonetas, milímetro a milímetro” (7).
Ese día, 14 de abril de 1945, el Gernika tuvo 4 muertos y 18 heridos, quedando reducido a 53 hombres útiles para la batalla, pero consiguió reponerse y culminar con éxito el último de sus objetivos con el asalto a la batería de Les Arros cinco días después, donde sí hubo algún acto reprobable que debe contextualizarse en las propias circunstancias del combate (8).
El 20 de abril terminaban las operaciones militares de Pointe de Grave con la rendición de los últimos defensores alemanes.
Tras la pérdida de un desminador, la progresión de los gudaris se interrumpe de manera abrupta y se organiza la evacuación del herido hacia la retaguardia, que será atendido por el médico del batallón, Claude Lesca, que no dudaría en acercarse a la línea de fuego (escenografía de la Asociación Sancho de Beurko para el Fighting Basques Project, foto Jesús Valbuena “Tejeval”).
¿Qué fue de los dos muchachos alemanes tras ser entregados a las tropas francesas?
La verdad es que no lo sabemos, pero a pesar de la carta de recomendación que les hizo el padre Iñaki Aspiazu al finalizar la batalla por la liberación del Médoc, el teniente Prieto contó a Tuduri que aquello no les serviría de mucho ante las posibles represalias de los soldados franceses, y poco les ayudaría el hecho de que fuesen equipados con prendas del batallón y perdiesen incluso las insignias de sus uniformes alemanes, lo que no se perdonaba en aquellos momentos en que cualquiera podía ser acusado de espía y ejecutado sumarísimamente.
Voluntarios o forzosos para el desminado, víctimas de la crueldad de la guerra, en cualquier caso, la interesante historia de los dos alemanes del Gernika nos demuestra la dificultad de tratar las fuentes orales —de por sí confusas-— e interpretarlas adecuadamente en el contexto de los conflictos bélicos, que sacan lo peor del ser humano hasta el punto de que las cosas no son siempre lo que parecen, ¿o sí?
Juzguen Vds. Nosotros nos conformamos con aportar en este 76º Aniversario de la batalla de Pointe de Grave unos materiales para la historia del batallón Gernika.
(1) Testimonio de José María Tuduri a los autores en 2021.
(2) Entrevista de José María Tuduri a Deunoro Totorika, depositada entre los materiales del documental en la Filmoteca Vasca y proporcionada a los autores.
(3) Mikel Rodríguez. (2003). 'Memoria de los vascos en la Segunda Guerra Mundial'. Pamiela: Pamplona, pp. 198-202.
(4) Ibídem, p. 207.
(5) Ibídem, pp. 211 y 216. Pako Eizaguirre también recordaba a los prisioneros alemanes que se habían incorporado al batallón, viviendo “bastante tiempo con nosotros, pero no sé si terminaron en manos de los franceses, que tenían interés en cogerlos, supongo que para fusilarlos” (Ibídem, p. 214). Joseba Barandiaran recordaba que “esos días hicimos muchos prisioneros alemanes, los más jóvenes, dos o tres, los escondimos con nosotros y nos servían para localizar y balizar los campos de minas” (Ibídem, p. 225).
(6) Entrevista de José María Tuduri a Claude Lesca, depositada entre los materiales del documental en la Filmoteca Vasca y proporcionada a los autores.
(7) 'Deia' del 25/4/1978.
(8) Guillermo Tabernilla y Ander González. (2018). 'Combatientes vascos en la Segunda Guerra Mundial'. Madrid: Desperta Ferro. P. 54