El seísmo y posterior tsunamis de Japón y las primeras noticias sobre ello me pillaron ayer de viaje hacia América. Dejaba Bilbao cuando me percataba ya del alcance del sismo (sismo y seísmo son ambas palabras admitidas por la Academia Española, si bien en América Latina se usa más sismo) y para cuando realizaba el embarque hacia Venezuela --lugar desde el que escribo en este momento-- confirmaba que poco podía hacer para adentrarme en ese tema, puesto que el día de ayer, viernes, transcurrió para mí enlatado en un avión realizando el vuelo transoceánico, hasta aterrizar en Caracas, donde me encuentro ya entre amigos, miembros de la colectividad vascovenezolana.
En este contexto, y en lo que se refiere a las noticias que puedo ofrecer sobre Japón, y más concretamente sobre la comunidad vasco-nipona, son limitadas. Los contactos, alguno directo, y, los más, indirectos, que he mantenido hasta el momento, no recogen ninguna fatalidad o nada especialmente reseñable en ese sentido, más allá de los consiguientes sustos y episodios comunes. [Si Paulo, Sho u otros amigos de Euskal Etxea de Tokyo leéis estas líneas, escribidme por favor a esta dirección. De antemano, arigatô gozaimasu y un fuerte abrazo][ver aquí]
Mientras tanto, me hallo, como decía, en Caracas, donde mañana ofreceré una pequeña charla en Eusko Etxea de El Paraíso; no me cabe duda de que más que enseñar yo nada, aprenderé en esta euskal etxea y comunidad vasca que fueron soporte puntero y apoyo vital de la vida vasca, de la Diáspora y de las actividades de las instituciones vasca en el exilio durante el franquismo, con una actividad y un compromiso, tanto cultural como político, que no se dieron de esta guisa en ninguna otra colectividad vasca del mundo.