Miguel Ángel Medina. Durante más de cien años, el histórico frontón Beti Jai, un edificio único mezcla de estilo ecléctico y neomudéjar, ha permanecido oculto para los madrileños. Hasta este jueves. El inmueble, obra del arquitecto Joaquín Rucoba, se inauguró en 1894, cuando la pelota vasca era muy popular en Madrid (llegó a haber hasta 18 frontones), y estuvo en uso hasta 1918. Desde entonces ha servido como taller de coches, comisaría de policía, almacén y hasta cárcel. Después fue abandonado y su preciosa arquitectura se fue degradando entre críticas de vecinos y defensores del patrimonio.
En 2015 el Ayuntamiento de Madrid lo expropió por casi 31 millones de euros y, al año siguiente, invirtió 4,9 millones de euros para consolidar la estructura y restaurarlo. Las obras acabaron el pasado mes de abril. “Se ha hecho primero la consolidación de las estructuras y luego se han recuperado las escaleras, las gradas... La restauración ha quedado muy elegante y fiel”, explica Carmen Rojas, coordinadora general del Área de Cultura y Deportes, departamento que gestionará el espacio. La responsable municipal admite que la presión de asociaciones como Madrid, Ciudadanía y Patrimonio y la plataforma Salvemos el Beti Jai ha influido para que la Administración no se olvide de este frontón único.
“No hay un edificio igual. Es único. Se construyó cuando el regionalismo arquitectónico estaba de moda y tiene una sutil crujía construida en forma de pala, como esa cesta del juego de pelota, que genera un vacío muy original con el frente de la calle Marqués de Riscal [cerca de la zona de Rubén Darío]”, señala Rojas, que destaca que los materiales son exquisitos: barandillas de forja, columnas de fundición, vigas curvadas en el graderío, crestería, ladrillos... “Nos hablan de una época que ya no existe”, añade. El inmueble es bien de interés cultural (la máxima protección regional) desde 2011.
El Consistorio ha organizado este jueves una jornada de puertas abiertas para mostrar este patrimonio oculto que ha cumplido 125 años y cientos de madrileños han podido visitarlo. "Ha habido una respuesta muy positiva. Casi todos los ciudadanos que se han acercado se han sorprendido de la grandeza del lugar, han hecho fotos y han salido con una sonrisa en la cara", explica Rojas, que es arquitecta de formación.
El nuevo Gobierno municipal tendrá que hacer un proyecto para aprovechar las instalaciones, que tienen un uso deportivo y podrían acoger también actividades culturales. Antes será necesario adaptar el edificio para que tenga servicios y una accesibilidad universal, como exige la normativa. "Se podría hacer por ejemplo una escuela de pelota para jóvenes y combinarlo con conciertos y eventos", propone Rojas.
Sea cual sea el futuro de Beti Jai (que significa "siempre fiesta", en euskera), esperemos que no haya que esperar otros cien años para poder traspasar sus puertas.