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Pastores navarros que nunca olvidaron su tierra (from Noticias de Navarra)

01/05/2025

Los indianos Paco Seminario, de Eugi, y Mauricio Jaimerena, de Amaiur, asentados en California, se reencuentran en Huarte

Link: Noticias de Navarra

Ana Ibarra Lazkoz. No habían cumplido ni 20 años o alguno más cuando salieron del pueblo para cruzar el charco. Fueron a la aventura ante la necesidad en aquellos años de la postguerra (años 60). Sin formación, sin haber salido del caserío pero hacía tiempo que habían dejado de ser niños y araban el campo con bueyes. Era una oportunidad que podía cambiar el destino de toda una familia incluso de un pueblo entero. Mauricio recuerda que llevaban un número tatuado en el pecho como “esclavos ovejeros” para que no se perdieran en Nueva York, de ahí viajaron a Los Ángeles; a su llegada contaban con compatriotas que les esperaban y “hablaban el vasco”. “Al día siguiente, a la montaña en un pequeña caravana...ésa fue la adaptación”, recuerda.

Se fueron haciendo lo que mejor sabían hacer: criar buenos corderos, cuidar de las ovejas en el monte, en definitiva, trabajo duro pero también muy conscientes de lo que significaba vivir al ritmo que marcaba el ganado y la naturaleza que también daba -sin duda- mucha libertad. Era un estilo de vida, con botas y sombrero vaquero. Pastores nómadas que dormían con el rifle debajo del catre y que no temían a los coyotes, al calor abrasador o a la nieve. Sin agua caliente ni frigorífico. América fue la tierra de las oportunidades para muchos jóvenes de la montaña que vivían del campo en caseríos con familias numerosas. Sabían guiar el ganado por los pastos entre las montañas y los desiertos. Y, además, los vascos de la montaña tenían fama de nobles: ese fue el casting.

En California cumplieron el sueño dorado, hicieron fortuna y conservaron buenos amigos, la mayoría vascos de Navarra e Iparralde. Pero el amor a la tierra y a la familia les hizo regresar cada ciertos años. Y aunque allí hayan vivido los mejores años de su vida a ambos les gustaría descansar en la tierra que les vio nacer. Mauricio Jaimerena, de 80 años, viaja de vez en cuando a Amaiur desde Hesperia (California), de paso, a visitar a su hermana Juani. Le gustaría regresar a su tierra, “de momento prefiero allá pero las cenizas aquí...”.

Paco, que cumplirá 94 años en febrero y oriundo de Eugi, se mudó hace dos años de Norco (condado de Riverside de California) a la vivienda familiar de Huarte. Estas Navidades se han reencontrado en una comida que fue la excusa perfecta para echar una partida de mus, su gran pasión. Dieron un buen repaso a la vida de otros pastores que emigraron y compartieron historias con dos vecinos de Mezkiritz, Gustavo Villanueva y Josetxo Lazkoz Urrutia cuyo abuelo y tío abuelo también fueron indianos. Tanto Mauricio como Paco han sabido mantener su lengua y cultura. “Los vascos nos hicimos amigos, celebramos las fiestas, jugamos a pelota y al mus, hablamos en euskera y cada año participábamos en los pícnics que organizaban los Basque Club que hay en diferentes estados...”, dice Jaimerena.

Los comienzos de Paco Seminario Goñi en el Nuevo Mundo fueron más fáciles que el de otros pastores. Eran seis hermanos. Su hermana Camino, con su marido y una criatura de cinco meses ya se habían instalado para entonces en América y previamente su padre Fermín Seminario y otros dos hermanos más habían emigrado a Argentina y luego a California. Era hijo de indianos. Estuvo cinco años y medio trabajando en la finca del pastor y empresario Arretxe que era de Arizkun. “No me tocó salir al monte, trabajaba en la finca cuidando las ovejas”. Pero había que progresar. De ahí se buscó otro patrón vasco- francés para cambiar de rancho antes de encontrar empleo en un matadero donde trabajó durante 22 años y donde se jubiló. Con el dinero ahorrado supo invertir y comprar alguna casa en Chino. La vida le fue bien. Paco tuvo siempre un pie en California y otro en Navarra, y no faltó ningún año a las fiestas de San Fermín hasta hace bien poco. “Venía con el pañuelo y las alpargatas puestas, vestido de blanco desde Los Ángeles, a Pamplona”, revela con orgullo.

Tuvo su propio rancho y “los mejores bueyes” que pudo haber en América, “les hablaba en euskera y los tenía bien domesticados”, asevera Gustavo. Un año quiso lucirlos en el desfile de Pasadena (California) en el Día de la Rosa, que se celebra cada 1 de enero, junto al resto de la caballería. “Una carroza costaba 125.000 dólares así que me desanimé”, lamenta Seminario.

Sus amigos dicen que tuvo muchas novias, que “ligaba muchísimo” y que le ha gustado “bailar” a rabiar pero no llegó a formar familia. “Un mejicano me dijo que era más fácil encontrar un cuervo blanco que una mujer buena... que no me casara”, desliza con ironía quien guarda con celo su vida privada. “Todas las mujeres bonitas que iban allá de España se casaban con los franceses. ¿Ya te acuerdas de la Carmen de Erratzu?”, le espeta Mauricio. “Cuidado con los franceses que son muy pícaros y presumidos! Porque tontos no erais ninguno”, abunda Josetxo.

Paco, que tiene casa en Norco, dice haber cumplido su sueño en el Oeste americano pero en esta etapa de su vida prefiere el “cariño y la cercanía” de la gente de aquí. “Allí son más individualistas, los vecinos como mucho te dan los buenos días... ”, subraya Seminario.

Mauricio sí contrajo matrimonio y tiene un hijo de 30 años que no quiere venir aquí. Se fue a los 18 -19 años porque no había “alternativas ni trabajo. Éramos seis hermanos en casa, las chicas se fueron a trabajar a Francia y a los chicos nos tocaba hacer las Américas. “Fuimos para tres años con contrato pero no podíamos hacer otro trabajo. Me renovaron y, a los cinco años, obtuve la Carta Verde de ciudadanía”.

Por aquellos años ganaban 50 pesetas al mes de peón mientras que de pastor eran 200 dólares, cantidad que “no veías ni en un año”. De las ovejas pasó al ordeño de vacas, de ganar 200 a 840 dólares. “Mucho trabajo, mucho barro...” pero más dinero. Después se fue de jardinero durante treinta años, ganaba 1.050 dólares, “era dinero”. “Un coche nuevo, un buen Chevrolet te costaba 3.000 euros y se pagaba en efectivo. En la mina también hicieron dinero muchos compatriotas”, abunda. De Baztán emigró mucha gente a California, Nevada o Wyoming. “Curiosamente todos los patrones que nos reclamaban eran de origen vasco. Gringos de padres vascos. El año pasado murió Alejandro Bernal, para el que trabajé, le hicieron un funeral en Arizkun. Era soltero y dejó el negocio a los sobrinos”.

DEPORTACIONES

“Desde la Asociación de Pastores nos vigilaban y eran muy estrictos. Si te portabas mal o ibas al pueblo te echaban del país...Pastores cabales que venían con la cabeza bien se volvían locos en América de estar mucho tiempo solos...también los deportaban”. Soledad porque, a lo lejos, solo se veían manadas de búfalos. De noche poníamos la tienda de campaña, hacíamos el fuego y comíamos. “Las ovejas se escapaban por la sierra y había que ir a buscarlas y reunirlas bien temprano. Las negras servían para contar los grupos de ovejas...”. En verano pastoreaban rebaños de 2.000 cabezas. “Si se metían dos o tres coyotes te mataban diez, quince o veinte ovejas; las atacaban pero no las comían...”, relata.

Los tiempos han cambiado. A Mauricio no le gusta la llegada de Trump al frente de la Casa Blanca. “Hay menos garantía para los pobres. Y son más hipócritas los republicanos que los demócratas, quieren favorecer a los ricos para que paguen pocos impuestos. Utilizan a los inmigrantes y luego hablan de echarlos”, reflexiona.

Ahora la mayoría de los pastores en América son peruanos y ganan hasta 4.000 dólares al mes. “Con ese sueldo si fuera joven volvería, sin duda. Lo que pasa es que a los jóvenes de ahora les falta disciplina...”, admite Paco.

Como la música country a la que son fieles Mauricio y Paco conservan el espíritu fuerte e independiente de los viejos vaqueros del viejo Oeste.



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