Claudia Ávila Bravo. En este mes de julio se cumplieron ochenta y seis años del inicio de la Guerra Civil Española, tras el golpe de estado por parte de militares del ejército contra el gobierno de la Segunda República. El conflicto que acabó el 1 de abril de 1939 dando inicio a la dictadura de Francisco Franco, que duró hasta su muerte en 1975 . Se calcula que la guerra dejó al menos medio millón muertos y unos 250.000 exiliados permanentes, más otros miles en los primeros años del franquismo, muchos de los cuales se establecieron en América Latina.
María Elena Solas tenía cuatro años cuando estalló la Guerra Civil Española. Era 1936, vivía en Bilbao, provincia de Vizcaya, España, y sería la primera vez que migraría de su país por culpa de las bombas. Desde el puerto de Santurce tomó el vapor Habana hacía La Pallice, Francia. Su abuelo materno arregló todo para que pudieran salir del País Vasco y el 6 de mayo embarcaron. Junto a su madre, tía, hermana, prima y abuelos maternos, escaparon de lo que comenzaba a ser una pesadilla. No podían vivir así. Era muy pequeña, pero todo lo recuerda, ese terror, ese trauma, quedaron siempre en su memoria.
Cada miércoles a las cinco de la tarde, María Elena Solas (89) llega al centro vasco Euzko Etxea, ubicado en Vicuña Mackenna con Alarife Gamboa. En la entrada del recinto se encuentra el restaurant Ama Lur. María Elena se sienta en una de las mesas ubicadas en el exterior. Junto a ella está su mejor amiga, Aurora Indurain (86). Sagradamente, una vez por semana, se reúnen para recordar el dolor del exilio y ese viaje que las trajo a Chile.
“Nos bombardeaban tanto, que ya no era seguro ni siquiera ir a los refugios. Nos quedábamos en la casa. Gritaba mucho mientras nos bombardeaban, mis padres me consolaban. En esos momentos era mucho más probable que nos cayera una bomba de camino al refugio o en el recinto mismo”, comenta María Elena mientras se dispone a saludar a sus amigos vascos.
Bajo un árbol y en una mesa ubicada especialmente a la sombra, María Elena y Aurora comienzan su tradicional tertulia. Sobre la mesa de madera descansa un vaso con bebida Nordic y una frente a la otra conversan de la vida y de sus vidas antes de empezar con el Mus.
El Mus es un juego de cartas de origen vasco. En una mesa para cuatro personas, y sobre un paño verde, se colocan las “piedras” y fichas con las que cuentan los juegos ganados. La pareja de competidores se sienta uno frente al otro, tomando su manojo de cartas españolas. Es a través de las expresiones faciales que se comunican los jugadores y así saben quién tiene la “grande”, la “chica”, los “pares” y “el juego”.
Un viaje a vapor
El vapor Habana realizó seis viajes de evacuación desde el puerto de Santurce, siendo tres de ellos hasta La Pallice, Francia. María Elena Solas, se embarcó junto a su familia en el que sería el primer viaje de evacuación. Migró un seis de mayo de 1936. El Vapor Habana sirvió como principal vía de escape para niños y mujeres. El catastro indica que se logró salvar a 2.273 niños y niñas, 72 maestras y ayudantes de enfermeras.
En 1937 el vapor fue utilizado como hospital. Ese año, el trasatlántico estaba preparándose para viajar a América, pero la Guerra Civil Española y la posterior dictadura de Francisco Franco (1939-1975) en España hicieron que ese objetivo jamás de cumpliera y con los años terminó funcionando como buque factoría congelador para la empresa Pescanova.
Se quedó en Francia entre seis a ocho meses, alejados de la Guerra Civil. María Elena vacila en lo próximo que va a decir y con su tenida de ropa impecable, asegura que los echaron del país, a su familia y todos los vascos que habían llegado en calidad de refugiados. Es así, como volvió a España y se quedó en Barcelona. La ciudad memos afectada después de los incansables bombardeos. Se quedó hasta 1947 cuando tuvieron la oportunidad de escapar del franquismo
El puerto de Santurce vuelve a ser el escenario principal. Se embarcan en el transatlántico argentino ‘Entre Ríos’ y con catorce años se despidió del País Vasco, el que no volvería a visitar hasta 1993, 46 años después. “Cumplí los quince mientras viajaba en el barco. Íbamos cruzando la línea del Ecuador. No lo celebramos. Estábamos a días de llegar al puerto de Buenos Aires”, dice mientras consulta con Benita –compañera de Mus– si ha ganado el juego. Nos fue mal, le responde ella.
El barco Entre Ríos pertenecía a la flota argentina. En 1947 fue incorporado a Río de la Plata S.A. de Navegación de Ultramar y adaptado para el traslado de inmigrantes. El barco fue parte de la flota del empresario Alberto Dodero, hasta que en 1951 pasó a manos del gobierno argentino. Con más cien viajes logró evacuar a miles de personas entre los años 1947 y 1954.
María Elena y su familia fueron parte de esa tripulación que desembarcó un 28 de noviembre de 1947 en Argentina. “Llegamos a Buenos Aires. Desde ahí tomamos el tren de trocha angosta que cruzaba la cordillera de Los Andes hasta la ciudad de Santiago de Chile. Fueron dos días de viaje”.
Caminando Los Pirineos
Aurora cruzó Los Pirineos, frontera montañosa entre España y Francia, ocho años después de que comenzara la dictadura de Franco en España. Era 1946 y Aurora Indurain, de once años, dejó junto a sus padres Pamplona, ciudad que la vio crecer. Llegaron a Alto Pirineo, al sur de Francia. Para finalmente, vivir por cinco años en Marsella, aproximadamente a 600 kilómetros de su ciudad natal.
Cada vez queda menos tiempo para que empiecen las partidas de Mus. La tarde va cayendo y de a poco llegan los competidores. Todos de origen vasco, ya sea por sus padres o sus abuelos, se conocen, se saludan y se abrazan. Conversan breves palabras con Aurora y María Elena, saben que son las mejores en el Mus, imbatibles. En ocasiones anteriores han ganado todos los partidos.
Aurora mantiene su pelo castaño perfectamente peinado. Como únicas joyas, se dejan ver pequeños aros de perla, aparentemente de oro, y un anillo dorado en el dedo anular derecho. Vestida de chaleco beige y polera animal print cuenta cómo logró cruzar Los Pirineos.
“Desde España crucé Los Pirineos caminando. Sé que era de noche y que iba con mis padres. Nos acompañaba un guía que conocía la ruta y sabía cuándo los guardias fronterizos hacían cambio de turno. En esos momentos aprovechábamos de pasar. Por lugares precisos”, dice mientras se acomoda en la silla. La conversación es seria.
En 1951, con dieciséis años, llegó a Chile. Tomó el barco Génova desde Marsella y luego llegó a Buenos Aires, un viaje relativamente tranquilo. Cruzó la cordillera de Los Andes en avión. Los años cincuenta se enmarcan por la creación de Aerolíneas Argentinas (ALA). Revolucionando el transporte aéreo, incorporaban vuelos directos desde Mendoza a Santiago o desde Buenos Aires hasta Santiago.
“En Argentina tomamos un avión para llegar a Chile. Daba susto. Nos pusieron máscaras de oxígeno e intentamos cruzar la cordillera. Por las turbulencias no se pudo. Nos llevaron a Mendoza y al otro día pasamos como una taza de leche. Pero el primer intento fue horrible”, comenta entre risas junto a María Elena.
El reencuentro con España
Aurora volvió a Pamplona después de 43 años. “Fui con mucha ilusión. Fue curioso, porque al llegar a Pamplona no me acordaba del nombre de las calles. Solo me acordaba de cómo llegar a los lugares. Hice el recorrido que hacía para ir a la escuela. No había cambiado mucho, el centro estaba casi igual. Cuando visite Pamplona es como si nunca me hubiera ido de mi tierra”. Un viaje al que fue acompañada de Juan Fernández, su esposo.
Ha ido a España cuatro veces desde que emigró forzosamente en 1951. Ninguna de las próximas visitas se igualó a la primera; luego, la urbanización había invadido todo Pamplona y la casa en la que vivió no existía, la habían derrumbado. Las actividades de San Fermín, antes gratuitas, ahora se pagaban. Para ella, su pueblo querido se fue apagando, ahogando, no quiere ir nunca más.
María Elena y Aurora, al recordar la fiesta de San Fermín, cantan espontáneamente: “Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril, cinco de mayo, seis de junio, siete de julio es San Fermín. A Pamplona hemos de ir, con una media, con una media. A Pamplona hemos de ir con una media y un calcetín”.
Un canto que demuestra una amistad sincera, y prolongada. Ambas se conocieron en Chile, en el centro vasco Euzko Etxea. Al pasar los años descubrieron que tenían más en común de lo que pensaban. Ambas auto exiliadas por la dictadura de Franco. Amigas desde hace más de sesenta años y compañeras de Mus, desde que ambas quedaron viudas, hace unos cuarenta años. Mientras ocurre la conversación, cada una agrega un detalle más a lo que contó la anterior, son contemporáneas y la vida las juntó ahí. De casualidad. Una bonita casualidad.
Siempre el Mus
Con su vestimenta negra, mascarilla del mismo color y su pelo corto, Camilo Ravello (46), mozo del restaurant Ama Lur, acomoda las mesas y saluda a todo quien entra en el salón para comenzar los juegos de Mus. El campeonato de Mus sudamericano, MercoMus, se juega en Chile entre el 27 y 30 de abril. En esta ocasión compiten parejas de Argentina, México, Uruguay, Perú y Chile. Aurora y María Elena son una de las representantes del país.
Llega Eduardo Sánchez, de familia vasca y jugador de Mus, se sienta junto a María Elena y Aurora. Camilo le pregunta: “¿Lo mismo de siempre?”. La respuesta es un simple ´sí´. Le sirve un churrasco y un pisco sour. Camilo sabe todos los nombres, los horarios en que llegan los jugadores, e incluso lo que suelen pedir de comer y beber. Es parte de la familia vasca del centro Euzko Etxea.
Ese miércoles, María Elena y Aurora juegan contra los primos Ramón Sarratea y Fernanda Sarratea, ambos muy jóvenes. Comienza el juego y se escucha que rápidamente cada participante dice “no”, hasta que finalmente alguien baja las cartas y gana. Aurora pone las manos en sus mejillas, mira a María Elena, cómplices. Ellas siempre tranquilas. Aurora agrega: “Es un juego divertido”.
María Elena y Aurora son la pareja que más experiencia tiene en el Mus. Ganan el juego y se sientan a comer, como cada miércoles. Con el comienzo del horario de invierno y las heladas, la tradición sufrirá una pausa. “Hasta agosto nos quedaremos en casa. Nos vamos a cuidar del coronavirus y el frío. Ahora viene el campeonato mundial de Mus que se celebra en Estados Unidos, pero no participaremos. No tenemos ningún interés en ir a ese país”, comenta Aurora Indurain mientras acomoda el juego de cartas españolas, se levanta de la silla y se dirige a el que será su próximo juego.
Crónica realizada en el marco del curso Reporteo Avanzado de la profesora Alejandra Carmona López.