Pensaba haber escrito esta colaboración, que he prometido a Joseba Etxarri que solo será mensual para no abusar de la paciencia de nadie, sobre los Iruarrizaga y Aboitiz de Chile y su vinculación con Gernika, pero la actualidad me aconseja hoy hablar de Puerto Rico. No se reconocen especiales vínculos de este país con Euskadi y, sin embargo, los tiene, y muy importantes. El padre de la lucha por su independencia es Pedro Albizu Campos (1891-1965), que sufrió cárcel y persecución severas por ello y de quien nunca he visto la menor mención a su probable relación con lo vasco. Y, sin embargo, la tuvo y supe de ella por Balendiñe Albizu, cuando nos invitó a cenar en su casa de Caracas con el hijo de un primo que venía de Cuba a una convención de Turismo y Hoteles, dado que era el responsable de los que la Revolución había incautado a empresas norteamericanas.
Balendiñe temía, infundadamente, que necesitaba ayuda para que le conversación no decayera en una cena que resultó grata, familiar, civilizadísima. Luego hablo de la anfitriona, que bien se lo merece, pero empiezo por el hijo del primo, que no era otro que el doctor Pedro Albizu Meneses, Director Nacional de Inversiones y del Plan Perspectivo del Sector Hotelero y Turístico de Cuba entre 1960-1972 (la Revolución, ya se sabe, nunca escatimó títulos y denominaciones), de donde deduzco que la cena debió ser a primeros de los setenta. Leo ahora su obituario y me entero de que había nacido en Ponce (Puerto Rico) el 26 de marzo de 1924; que debido a la persecución política sufrida por su familia vivió en Perú, de donde era su madre, y en Cuba, antes de radicarse definitivamente en su país en 1979, tras librar dura batalla contra las autoridades estadounidenses que en 1965 le habían impedido asistir al sepelio de su padre.
Su biógrafo recoge que Albizu Meneses se desempeñó como Delegado en el Exterior del Partido Nacionalista de Puerto Rico, y llevó la lucha por su independencia a las Conferencias Internacionales de Trabajadores Panamericanos de 1947 y 1949, a la Interamericana de Abogados de 1948 en Lima, a la de la Comisión Americana de Territorios Dependientes de La Habana en 1949; a la de los Pueblos en 1962, a las Internacionales de Solidaridad con Puerto Rico de 1975 en la Habana y de 1979 en México, y a la Comisión de Solidaridad Latinoamericana de 1980. Se graduó en la Facultad de Filosofía y Letras, y obtuvo un grado doctoral en Economía en la Universidad Católica de Villanueva en La Habana. Hizo estudios en Filosofía y Letras en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y de Periodismo en la Pontificia Universidad Católica del Perú. En Perú, Panamá, Guatemala y Cuba se familiarizó con los diferentes sistemas de enseñanza de la niñez y adolescencia. Fue profesor de Economía de Empresas en la Escuela Industrial de Diseño Industrial de La Habana. Se desempeñó como traductor e intérprete de noticias y redactor de la agencia inglesa London Press Service entre 1945 a 1948. Entre 1956 y 1957 fue oficial de Relaciones Públicas de la Universidad Católica de Villanueva y miembro fundador del Colegio Nacional de Economistas de Cuba, además de su Decano entre 1957 y 1958. Luego de su regreso a Puerto Rico hizo estudios en Psicología Clínica, profesión en la que trabajó por varios años en la Clínica Siquiátrica de Niños y Adolescentes del Centro Médico de Río Piedras.
Todo un personaje del que, lamentablemente, solo recuerdo una grata cena en aquel comedor de la “quinta” de Balendiñe que presidía un precioso busto suyo a pecho descubierto, obra de su paisano zumaiarra Julio Beobide. Para saber de la temprana calidad de escritora y poeta de Balendiñe Albizu hay sobradas referencia en la Red, además de la completa biografía que de ella y su obra hizo Elixabete Garmendia. Solo añadiré que seguía siendo una bella mujer en aquella década de los setenta en la que nos reuníamos los integrantes de ELE (Euskera Lagunen Elkartea), y que no fue fácil para ella reconocerse, como otros muchos exiliados de la Guerra, en aquella Euskadi en la que falleció en 2002. Alguien debería completar esta relación de los Albizu de Zumaia y Puerto Rico, a la que tal vez pudiera dar explicación la condición de capitán de la marina mercante y sus probables desplazamientos del padre de Balendiñe.
Para relacionar Puerto Rico y Euskal Herria se podría y debería hablar también de Juan Antonio de Irazusta, aquel singular personaje que fue breve delegado del Gobierno Vasco en la isla, cónsul honorario de Colombia en San Juan, después de haber sido diputado del PNV en la Cortes españolas y antes de terminar como sacerdote misionero en Moyobamba tras su paso por varios países latinoamericanos: y siempre, militante del euskera en tiempos especialmente difíciles. Para hablar de Puerto Rico y lo vasco también se podría pensar en el Galíndez de Nueva York, pero hoy no toca.