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Mi experiencia de Gaztemundu 2019

07/09/2020

Transcurridos algo más de ocho meses desde el programa Gaztemundu 2019 (y el VII Congreso Mundial de Colectividades Vascas), en este año en que la crisis mundial de la COVID-19 nos golpea de cerca a todos y arroja un chorro de incertidumbres sobre el desarrollo de la edición de Gaztemundu 2020 y de otros muchos de nuestros emprendimientos, permanece el recuerdo de los acontecimientos vividos. Y precisamente en momentos en que reina la incertidumbre sobre lo que sucederá en el futuro, no queda más remedio que evocar ediciones anteriores y alimentarnos de experiencias que nos marcaron y son dignas de compartir.

Mi experiencia de Gaztemundu 2019

El calor nos recibió en Bilbao en la mañana del 22 de septiembre de 2019. Arribamos al aeropuerto con una sonrisa en la cara y las expectativas por las nubes. Se aproximaba una gran experiencia en los días posteriores y sabía que era una de esas que no tenía que dejar de aprovechar.

Quince jóvenes de entre 22 y 35 años, provenientes de Estados Unidos, Uruguay y de diferentes puntos de Argentina, animados para trabajar por nuestras casas vascas, nos encontramos en Bilbao. Nos conocíamos poco, o quizá nada, pero terminamos con una gran relación de amigos, luego de compartir juntos más de dos semanas.

El programa Gaztemundu nos empapó de conocimiento, de experiencias y anécdotas; nos despertó el interés para planear y hacer de nuestras euskal etxeak instituciones modelo en la promoción de cultura vasca. Durante intensas jornadas de debate y planificación, supimos escucharnos para conocer la actualidad de otros centros vascos con realidades totalmente diferentes a las nuestras, lo que nos sirvió para decidir qué caminos tomar al momento de encontrarnos con esos obstáculos. A través de juegos, puestas en común, trabajos en equipo, presentaciones personales y planes de acción, creamos diferentes alternativas para implementar en los centros vascos, con motivo de fortalecer sus actividades, sumar propuestas, abrir camino a nuevos socios, expandir nuestro alcance y generar mayor conexión con otras casas vascas de la región.

El programa se completó con charlas de autoridades del Gobierno Vasco, con visitas guiadas a diferentes lugares de Bilbao, y con salidas grupales a Iparralde, Nafarroa, Araba y Gipuzkoa, llevándonos así una imagen de los diferentes territorios históricos que componen nuestro amado Euskal Herria.

El 1 de octubre nos unimos al programa del VII Congreso Mundial de Colectividades Vascas, el encuentro cuatrienal de países que cuentan con casas vascas y se reúnen por unos días en Euskadi para hablar sobre el presente de las euskal etxeak en el mundo. Luego de una visita a Urretxu para homenajear a Iparragirre en vísperas de cumplirse el bicentenario de su nacimiento, de conocer el Museo “Caserío Igartubeiti” y del acto de Euskaltzaindia para homenajear a la diáspora por la difusión del euskera, comenzamos, al día siguiente, con los debates en las instalaciones del Palacio Euskalduna. Compartimos mesa con representantes de centros vascos de cuatro continentes, junto a personas con lenguas y culturas diferentes, lo que significó para mí una excelente experiencia que me puso al tanto de cómo las diásporas de otros países gestionan la promoción cultural.

No tengo más que elogios a ésta experiencia, que sin dudas fue muy fructífera. Como diáspora debemos valorar estos programas que el Gobierno Vasco nos ofrece, en donde nos formamos como jóvenes para la gestión en diferentes campos, y que son, sin dudas, oportunidades que de alguna manera intentan valorar y reconocer el trabajo que la diáspora realiza día a día. Al fin y al cabo ese es el propósito que tenemos, contribuimos desde nuestro lugar a que la cultura vasca se mantenga viva, porque la amamos, la sentimos y la hacemos parte de lo cotidiano.

Sintiendo una gran pena por los efectos que la crisis actual está generando, en la que el mundo se ve obligado a frenar sus actividades, debemos tener confianza en que todo esto se solucione pronto y la edición de Gaztemundu de este año finalmente pueda desarrollarse con cierta normalidad, por lo interesante y enriquecedora que esta experiencia resulta.

No quiero dejar de agradecer al Gobierno Vasco, por permitirnos ser partícipes de tan linda experiencia y por acompañarnos en el día a día; a Tomás y Ainhoa Elorriaga, que fueron nuestros docentes durante la preparación en gestión cultural; y al resto de los jóvenes con quienes compartí este viaje increíble, que sin dudas quedará en la memoria de todos.



Tomás Vicente

Tomás Vicente

Tomás Vicente, vasco-argentino de Macachín, La Pampa, viviendo en Buenos Aires desde 2015, "aunque regreso a casa muy seguido". Con antepasados de Bergara, en Gipuzkoa, se inició desde chico en las actividades del Euzko Alkartasuna macachinense y en 2018 pasó a integrar la Comisión Directiva. Se involucró particularmente en la gestión y organización de eventos, "algo que me apasiona". "Estudiando euskera me enamoro cada vez más de Euskal Herria, de su cultura milenaria y de su gente". "Me encanta viajar, conocer gente, compartir tiempo con amigos y mi familia, aprender sobre otras culturas y leer libros de Historia", confiesa.

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